Qué pasa si un colegio del barrio más empobrecido de España se vuelca en su biblioteca: “Abre puertas a otros universos”
El colegio Andalucía, en las Tres Mil Viviendas de Sevilla, recibe el Premio Nacional al Fomento de la Lectura por convertir el espacio en un lugar de disfrute llamado Fantasía y en herramienta para la transformación
Son las 12 de la mañana, la hora del recreo en el colegio público Andalucía de Sevilla. Muchos de los alumnos salen al patio, pero no todos eligen jugar. Un grupo se acerca a un gran árbol con una tarima donde les espera un carrito de supermercado lleno de libros. Los que saben leer se sientan a la sombra y los que no van aprendiendo con la ayuda de los profesores. También hay chavales que optan por no irse fuera y acuden a la biblioteca del centro para leer a la fresca o escoger los cuentos que se llevarán a casa para el verano. Ninguno lo sabe, pero todos están cumpliendo “sueños” —tener una biblioteca más grande, con muchos libros, poder leer al aire libre― que otros alumnos antes que ellos plantearon en las asambleas de la escuela y que gracias a la pasión de sus docentes se ha hecho realidad, una realidad reconocida porque su proyecto para fomentar la lectura ha recibido esta semana el Premio Nacional al Fomento de la Lectura.
Y es que el Andalucía pivota en torno a su biblioteca, o, mejor dicho, es una biblioteca rodeada de aulas, cuyos alumnos se nutren para la enseñanza de los 15.000 libros que han logrado reunir desde que la abrieron en 2006. Una iniciativa que cobra mayor trascendencia cuando se ubica el colegio en el mapa. El centro está en pleno corazón de las Tres Mil Viviendas, el barrio con menor renta per cápita de toda España, donde el absentismo escolar afecta al 70% del alumnado, según los datos de 2021 ofrecidos por la Coordinadora de Educación del Polígono Sur, y donde sus vecinos, a priori, tienen otras necesidades primarias que cubrir antes que la lectura como disfrute. “Evidentemente, tuvimos un punto de partida muy inferior al de otro contexto social, pero la biblioteca ha servido claramente como herramienta para ese cambio y esa transformación. Los niños se llevan los libros a casa y están normalizando entre sus familias el hábito de la lectura. La biblioteca es una puerta que abre muchas otras a otros universos, a otros contextos, y eso es lo singular de este centro, la apuesta firme por la biblioteca como centro de la vida y de todo lo que sucede aquí”, señala su directora, Ángela Molina.
Los niños se llevan los libros a casa y están normalizando entre sus familias el hábito de la lectura
La biblioteca es el lugar al que los alumnos acuden para poder desarrollar las unidades didácticas que imparten en sus clases, porque ellos no trabajan con libros de texto, hasta el punto de que en sus estanterías se puede consultar el material que los propios estudiantes han ido realizando para trabajar esas asignaturas. Allí realizan tertulias literarias donde analizan y conversan sobre los libros de autores clásicos que ellos mismos seleccionan —desde la Odisea, hasta los Cuentos de Oscar Wilde, pasando por el Lazarillo o el Quijote―; allí se organizan sesiones de lectura en torno a los valores que quiere impulsar el centro, en las que un adulto lee un cuento y el resto de alumnos —también los de tres años― escriben y expresan lo que les ha suscitado para luego plasmarlo a través de murales (este mes se ha dedicado a la temática LGTBIQ+); y allí se encuentran y preguntan a los escritores de los libros que han leído durante el curso y que los visitan cada mes. “A mí el que más me ha gustado es Antonio. Me gustan mucho sus cuentos”, dice Cristian, de ocho años, sobre Antonio Rodríguez Almodóvar, uno de los autores que ha charlado con ellos.
A su lado, Remedios, también de ocho años, le acaba de pedir a la bibliotecaria, Natalia Arjona, que le dé en préstamo para el verano El mundo de Indy. “No me he leído ninguno de esta colección”, reconoce. No recuerda cuántos títulos ha podido leerse a lo largo del curso, pero son muchos: “Vengo todos los viernes y los miércoles por la mañana y a la hora del patio y entonces leo y también me llevo dos o tres o cuatro a casa”, dice, mientras a su lado Juan, de 13 años, susurra que el último “era gordito”.
La biblioteca se llama Fantasía —nombre que le pusieron los estudiantes― y tiene una contraseña para entrar —también elegida por los niños―: “Biblioteca Fantasía, cuentos, historias y alegría”. “Es lo que para ellos significa la biblioteca, un lugar donde hay cuentos, se cuentan historias y hay alegría”, explica Inma Mayorga, jefa de estudios y miembro de la comisión de biblioteca. La docente muestra con orgullo todas las actividades que realizan los alumnos y que tienen como epicentro a su librería. Antes de entrar están enmarcadas las portadas de la revista del colegio, Nevipens Andalucía ―”se llama así porque Nevipens en caló significa noticias y la mayoría de nuestro alumnado es de etnia gitana”, cuenta―; pasado el umbral se encuentra el Rincón Violeta, una esquina con libros feministas; y en las paredes aparece colgada la exposición de los trabajos del último de los tres concursos literarios que organizan cada año. La biblioteca está dividida en las mismas secciones que cualquier otra y a los chavales se les enseña también esa distribución.
Las profesoras también han sabido meter el gusanillo de la lectura, o al menos el valor de los libros, a los padres de sus alumnos. “A primera hora siempre son los pequeños de tres años a los que le toca empezar en la biblioteca. A esa edad todos los padres los acompañan al colegio, así que entran con ellos, los ven disfrutar y ellos mismos se familiarizan con la biblioteca, hasta el punto de que acaban pidiendo ellos también libros para leerlos en casa con los niños”, explica la directora. Muchas madres también colaboran de manera voluntaria en la catalogación de los libros.
La biblioteca empezó a andar en 2006 y en honor a su nombre, Fantasía, se ha consolidado hilando sueños. “Estábamos en la parte de arriba del colegio y pronto el sitio se nos quedó pequeño”, cuenta su directora. “Nosotros somos una comunidad de aprendizaje y realizamos varias fases con las familias, que son un pilar para nosotros. Una de esas fases es la del sueño, donde cada uno escribe el suyo. Un día salió uno en el que se señalaba que su sueño era tener una biblioteca más grande, con más libros, en la planta de abajo y abierta al barrio”, continúa.
Ese sueño se hizo realidad en plena pandemia, después de negociar con el Ayuntamiento de Sevilla los permisos para habilitar lo que era la antigua vivienda del conserje en una biblioteca con un acceso directo a la calle. “Íbamos a haberla inaugurado el 20 de marzo de 2020″, dice con cierta sorna la directora. Ahora se ha ofrecido al consistorio para que organice un taller de animación a la lectura. “La realidad es que aquí se apuntan los niños de nuestro cole, pero podría apuntarse cualquiera. Esa es la otra parte del sueño que queda por cumplir y que creo que con la dotación económica del premio [30.000 euros] podremos completar. Porque la biblioteca ya es más grande, está en la planta de abajo, pero solo está parcialmente abierta al público”, dice Molina.
También el árbol de los libros es otro sueño de una alumna, que soñó con poder leer en el recreo, uniendo así la lectura al ocio. Y ese anhelo evidencia la esencia de este proyecto: convertir los libros y su lectura en un placer y a su biblioteca en un espacio para el disfrute.
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