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El debate educativo
Tribuna
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¿Mujeres con ciencia o conciencia sobre las mujeres?

Hablar del papel de la mujer en la sociedad actual y, especialmente, de su reducido papel en ciencia o en tecnología, debería invitarnos a reflexionar sobre el mensaje tan contradictorio que estamos enviando a nuestras niñas

Alumnos en una clase de ciencia de un instituto.
Alumnos en una clase de ciencia de un instituto. PRADIP J. PHANSE (El País)

Con el lema Niñas y mujeres… ¡en pie de Ciencia!, el Ministerio de Educación presentó el estudio titulado Radiografía de la brecha de género en la formación STEAM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), en un intento de impulsar el talento femenino. El informe constata y evidencia la existencia de una brecha de género en España en la trayectoria educativa de niñas y jóvenes en los ámbitos científicos y tecnológicos.

Los datos son abrumadores, ya que el peso de las mujeres ha caído en los estudios universitarios de Física, Estadística, Telecomunicaciones, Aeronáutica, Matemáticas o en Informática, donde se ha pasado del 30% de mujeres en 1985 al 11% actual. Los datos tampoco parecen ser mejores en los estudios de FP. Según este mismo informe, esta brecha de género ya se detecta en matemáticas desde la educación primaria. En este sentido, España presenta una de las mayores diferencias entre los países más desarrollados, solo por detrás de Canadá, Portugal o Chipre.

¿Se ha preguntado alguna vez dónde están esas niñas y mujeres más capaces?

La respuesta es que están sentadas al lado de sus compañeros y compañeras, y es ahí precisamente donde empieza el problema. ¿Y esto por qué pasa?

Paredes de hormingón

Desde que son pequeñas son diferentes, hablan antes, pero ¿con quién? Puede que no con sus iguales, sencillamente porque todavía no saben. Luego llega la educación primaria, pero ellas ya saben leer y escribir y puede que incluso sumar, restar y quién sabe cuántas cosas más, porque son especiales. Los problemas empiezan a surgir porque la persona sentada a su lado empieza un sutil trato diferencial, cuando nuestra niña responde a todas las preguntas del maestro haciendo, además, preguntas incómodas. Pero todavía es muy pequeña para saber lo que pasa, y no entiende por qué las otras niñas no quieren jugar con ella, la dejan sola en los recreos y se queda sin ir a los cumpleaños.

Pero esa niña sigue en la escuela y llega a la secundaria, donde es muy probable que ya haya dejado de hablar de sus intereses o de responder al maestro, porque quiere encajar en su grupo. En este punto se empieza a construir un muro alrededor que le dificulta algo tan simple como opinar, y es que sus opiniones pueden ser más reflexivas, más profundas o simplemente diferentes, porque ellas ven donde otros no ven. Esos muros de hormigón surgen de los iguales, de los que están sentados en la silla de al lado, en las escuelas, en las universidades o en las empresas.

Pero sigamos con la universidad. Nuestra chica va aprobando sin estudiar demasiado. Y ese muro empieza a ser cada vez sólido, en forma de frases que cuestionan su capacidad: otra vez te has copiado, qué suerte tienes, se te ha aparecido la virgen, y así, un sinfín de mensajes que terminan por menoscabar su autoestima. Puede incluso que, a estas alturas, haya asumido que sus logros son cuestión de suerte y que, además, tiene problemas para relacionarse con los otros, porque ¡cuando todo el mundo se lo dice, así debe ser! Puede que ni siquiera sepa que es más inteligente, y es que damos por sentado que el inteligente sabe que lo es, se valora y se quiere. Pero puede que eso no sea así, porque la autoestima se construye en base a los mensajes que el entorno le haya ido trasmitiendo. Sin embargo, eso no ocurre con los chicos, porque ellos simplemente son inteligentes, mientras que a nuestra chica se la ha tildado de estresada, rarita o, peor aún, no existe. Y, además, alguien se lo ha repetido muchas veces.

¿Cómo hemos podido permitir que esto pase?

Cimientos de barro

La sociedad en general valora el esfuerzo en el deporte y nos enorgullecemos de nuestro Rafa Nadal, y también de nuestro compañero de clase que entrena con el equipo del pueblo porque es un figura del fútbol, y nadie se sorprende de que haya escuelas deportivas. Lo mismo pasa con la música, y apoyamos al virtuoso del violín con mensajes que refuerzan su valía y la necesidad de que acuda al conservatorio, para desarrollar esas grandes habilidades naturales.

Pero si hablamos de inteligencia, eso ya es harina de otro costal. ¡Cuánto talento perdemos porque no detectamos a esos niños más capaces! Sin entrar a valorar qué es la inteligencia, los datos hablan por sí mismos. El Ministerio de Educación sólo tiene identificados al 0,4% de los superdotados (últimos datos oficiales curso 2022) y la invisibilidad de las niñas con Alta Capacidad representa un porcentaje aún mayor.

El problema se hunde en los cimentos de una sociedad que envía mensajes contradictorios a las niñas, animándolas, por un lado, a crecer intelectualmente, mientras que por otro, perpetúa los estereotipos de género a través de la publicidad, del cine y, en general, de todos los medios de comunicación, creando un ideal de belleza que esclaviza a la mujer.

Techos de cristal

Las mujeres con una alta preparación y cualificación se encuentran con un problema más al llegar a la cima, son los techos de cristal. Unas barreras invisibles que les dificultan e impiden llegar a lo más alto de los niveles de su empresa, aunque sean mucho más capaces que sus compañeros. Del techo de cristal ya habló por primera vez en 1978 Marilyn Loden y, a partir de entonces, se ha estudiado su efecto. Se trata de una limitación velada, oculta y muy sutil que impide el ascenso laboral de las mujeres dentro de las organizaciones, y aunque es un efecto practicamente invisible para los demás, no lo es para la mujer que lo vive. Ocurre principalmente por dos motivos, uno de ellos es la no valoración ni visibilización por parte de las organizaciones, y el otro, más sutil y generalizado, que ocurre a su alrededor.

Mujeres con nombre propio en nuestras vidas

Hablar del papel de la mujer en la sociedad actual y, especialmente, de su reducido papel en ciencia o en tecnología, debería invitarnos a reflexionar sobre el mensaje tan contradictorio que estamos enviando a nuestras mujeres y niñas, y tomar medidas para derribar esas paredes de hormigón, creando conciencia de la necesidad de construir unos cimientos sólidos que permitan visibilizar no solo a las grandes científicas, sino también a las niñas y mujeres de nuestro entorno, asumiendo que tienen nombre propio en nuestras vidas.

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