La vuelta al cole 2022, en cifras: ocho millones de alumnos, menos repetidores y más FP
Los datos clave, reflejados en 15 gráficos, para entender los retos del sistema educativo
Más de ocho millones de estudiantes no universitarios comenzarán en las próximas semanas un curso que deja por fin atrás las restricciones provocadas por la pandemia de covid; los primeros serán, este lunes, los alumnos catalanes. Los rescoldos de la crisis sanitaria, la nueva ley y un contexto de dificultades económicas e inflación marcarán la vuelta a clase en un sistema diverso y complejo que se enfrenta, además, a otros desafíos, como la gestión del descenso de la natalidad, el siempre difícil equilibrio entre las redes pública, concertada y privada, o la mejora del nivel educativo de la población. La siguiente es una guía que trata de explicar los retos de la escuela.
1. La magnitud del sistema
Con las cifras del curso pasado ―algo más de 8,2 millones de alumnos de infantil, primaria, ESO, bachilerato y FP; y casi 760.000 profesores repartidos en 28.370 colegios e institutos públicos, concertados y privados de todo el país―, intentaremos poner en perspectiva el enorme volumen (y por tanto, complejidad y diversidad) del sistema educativo español.
2. La evolución del alumnado
Tomando una perspectiva amplia, de algo más de dos décadas, las enseñanzas no universitarias han pasado de tener 6,88 millones de estudiantes en el año 2000 a 8,2 millones el curso pasado. Mientras la llegada de la inmigración palió en la primera década del siglo los descensos de la natalidad de los años noventa, en la última década el peso del aumento ha recaído sobre las enseñanzas posobligatorias, sobre todo la formación profesional (FP).
En el siguiente gráfico nos detendremos en los descensos de los últimos años, debido a la curva de nuevo descendente de la natalidad que ya se aprecia claramente en el segundo ciclo de infantil (de 3 al 6 años) y primaria (6-12 años). La escolarización no es obligatoria en España hasta la primaria, pero las administraciones se comprometieron hace ya mucho años a ofrecer la etapa anterior de forma universal y gratuita. De hecho, están escolarizados el 96,6% de los niños y niñas de tres a cinco años, por lo que este ciclo refleja de forma fiel los vaivenes de la natalidad. Así, desde el curso 2011-2012 (el primero en que el sistema educativo empezó a sentir esa curva descendente), las aulas del segundo ciclo de infantil y de primaria han perdido 284.528 alumnos, es decir, un 6,6%. El siguiente gráfico ofrece esa evolución desagregada por comunidades.
El descenso de la natalidad no es buena noticia, pero en el ámbito educativo puede ser una oportunidad para mejorar el sistema, si se mantienen los recursos. Pero eso requeriría además que las administraciones fuesen capaces de tomar las decisiones necesarias para hacerlo posible, según advierten numerosos especialistas, pues de lo contrario el proceso puede acabar empeorando algunos problemas de la escuela.
Así lo resumía en un reciente artículo Álvaro Ferrer, especialista de educación en Save the Children: “Es una oportunidad, pero tiene riesgos. Por un lado, tienes que decidir dónde mantienes líneas [clases] y dónde las cierras, dónde mantienes ratios [número de alumnos por clase] y dónde los reduces, y eso se puede traducir en favorecer una distribución más equilibrada del alumnado o más segregación escolar”.
Ferrer recordaba, además, que hay que tener muy en cuenta a la hora de abordar la situación que, como se puede apreciar en el gráfico anterior, el panorama es muy distinto en unas comunidades y otras. Mientras los descensos han sido muy importantes, por ejemplo, en Canarias (con una bajada del 17%), Extremadura (-13%), Castilla y León (-10,8%) y Andalucía (-10,2%), la variación ha sido mínima en Madrid (-0,6%) o Baleares (+0,6%). En Navarra, incluso, ha habido un aumento claro: 1,2%.
En el extremo opuesto, nos detenemos ahora en la explosión de la FP. Las enseñanzas profesionales han vivido un ascenso constante de alumnos desde principios de siglo, cuyo último gran salto se produjo en el curso 2015-2016. Tomamos este año referencia para hacer la siguiente comparación por comunidades.
Los ciclos formativos de grado medio (a los que se accede después de la ESO) y grado superior (se entra con el título de bachiller o con un grado medio) han ganado, solo en los últimos seis cursos, 237.000 alumnos. Unas cifras que apuntan a que esa dignificación, siempre pendiente, de las enseñanzas profesionales va por buen camino, de la mano de unas buenas salidas laborales. Sobre todo, en la FP de grado superior, cuyo estudiantado ha crecido, de media, un 48,6% desde el curso 2015-2016. Ahora, de hecho, los problemas van por otro lado, pues la falta de plazas públicas en algunos de los títulos más demandados ha hecho despegar una oferta privada que no está al alcance de todo el mundo.
3. El reparto entre pública y privada
En el año 2000, el 67,8% de los alumnos de enseñanzas no universitarias estudiaban en centros públicos. En 2011 eran el 68,1% y el curso pasado fueron el 67,1%, la cifra más baja de todo el siglo, que ya se dio en los cursos 2018-2019 y 2019-2020. El siguiente gráfico ofrece el detalle de esa evolución por etapas.
Empezando por abajo, una de las primeras cosas que llama la atención en este gráfico es el avance de la pública en el primer escalón educativo. Con la enseñanza prácticamente universalizada desde los tres años, el escalón anterior se convirtió hace tiempo en una de las principales demandas sociales en el ámbito escolar, tanto por su importancia para la conciliación familiar, como por su capacidad para reparar las desventajas educativas que sufren los hijos de las familias más desfavorecidas. Se puede apreciar un gran salto en 2008, que coincide con la aprobación por parte del Gobierno central del Plan Educa3, que inyectó 567 millones euros para aumentar las plazas públicas en esta etapa hasta que en 2011 los recortes por la crisis económica se lo llevaron por delante. Ahora, el Gobierno tiene en marcha un plan similar —en parte aprovechando los fondos europeos para la recuperación de la crisis sanitaria—, con 660 millones.
En las etapas de educación obligatoria (primaria y ESO), las oscilaciones son mucho más pequeñas (se ha movido arriba y abajo en torno a un punto), pero la cifra general esconde enormes diferencias entre comunidades: con una preeminencia aplastante de la pública en autonomías como Castilla-La Mancha (más del 80%) y otras en las que en el reparto se quedan con la mitad, como País Vasco (por la enorme extensión de la concertada) y Madrid (también por la enorme presencia de escuelas totalmente privadas).
En el segundo ciclo de infantil, sí se percibe un claro retroceso de la pública desde hace una década, coincidiendo con el descenso del alumnado en esta etapa. Pero el gran avance de la privada se produce en las etapas posobligatorias: bachillerato y FP, sobre todo desde el curso 2015-2016. A la extensión de los conciertos para estas etapas en algunas comunidades se suma el gran aumento del alumnado en centros totalmente privados. En ese contexto, la FP de grado superior merece comentario aparte.
En muchas comunidades, el gran avance de los ciclos superiores se ha producido en gran medida de la mano de los centros privados, que ha identificado claramente un nicho de negocio de tal calibre que ha atraído en los últimos años a los fondos de inversión. La privada aprovecha unos desajustes entre oferta pública y demanda no satisfecha, que las administraciones explican por los necesarios equilibrios entre los deseos del público y las necesidades del mercado. Sin embargo, especialistas y sindicatos lo atribuyen también a la falta de inversión, cuando no el apoyo sin tapujos a la privada. En la última década, la proporción de estudiantes de FP superior matriculados en la pública ha caído 24 puntos en Cataluña, 20 en Madrid, 18 en Murcia y 17 en Andalucía.
4. Los recursos
El hachazo al gasto público en educación, en el contexto de la crisis económica, es perfectamente visible desde 2010 y especialmente pronunciado a partir de 2011. Como contrapeso, el gasto de los hogares aumentó en esos años, y se ha mantenido alto desde entonces, a pesar de la progresiva recuperación de los presupuestos públicos desde 2015. ¿Recuerdan la fecha del repunte del peso de la enseñanza privada en el sistema?
El mayor porcentaje del gasto público en educación no universitaria se destina a la piedra angular del sistema, es decir, a los profesores. En los dos últimos cursos, la plantilla ha crecido, obligada por las medidas para contener la pandemia de covid. Ahora, docentes y padres de la escuela pública reclaman mantener esos recursos extra para poder seguir ofreciendo una atención más individualizada a los alumnos que, aseguran, ha mejorado la calidad de la enseñanza. Aunque el debate está abierto ―incluido el que discute cuál sería la mejor manera de repartir los recursos extra―, todo apunta a que el paisaje de profesorado se va a parecer más al del curso 2019-2020 que al de los dos últimos. Estas son las cifras:
5. Los resultados
Conviene tener sumo cuidado, según recomiendan numerosos especialistas, para no confundir los objetivos de la educación con los indicadores que se utilizan para comprobar si se va por el buen camino. Además, el tipo de indicadores que se elijan dependerán del tipo de objetivos, que son variados: ¿formar buenos ciudadanos? ¿a profesionales preparados? ¿compensar las diferencias sociales? ¿alcanzar la eficiencia del gasto educativo? Hechas estas prevenciones, los siguientes son algunos de los principales indicadores que se suelen utilizar para reflejar los resultados del sistema educativo.
Esta estadística representa una de las grandes losas de la educación en España: el porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que han dejado de estudiar sin haber conseguido, al menos, un título de bachillerato o de FP. O, lo que es lo mismo, el porcentaje de jóvenes que, al menos sobre el papel, no tienen una formación mínima para evitar los peores rigores del paro y la precariedad. Cuanto más alta es la cifra, peor para los afectados, por supuesto, pero también para la cohesión social, la competitividad y la economía de un país. Los dos gráficos anteriores dejan en evidencia que la mejora ha sido espectacular desde principios de siglo y, particularmente, en la última década. Las crisis económicas —que reducen los empleos menos cualificados y sufren más los trabajadores con menos estudios— han tenido mucho que ver, aunque también hay que reconocer los esfuerzos legislativos que se han hecho, así como la mayor concienciación social sobre la importancia de la educación y la formación. Y en ese camino, la FP ha sido fundamental (merece la pena comparar la evolución paralela del alumnado de los ciclos formativos al alza y abandono a la baja). El siguiente paso, aparte de seguir reduciendo la cifra (todavía está 3,6 puntos por encima de la media de la UE), sería reducir el alto porcentaje de alumnos que empiezan una FP, pero no la acaban, que estaría por encima del 25% en el grado medio (haciendo una estimación a partir de la tasa bruta de acceso y la de titulación).
Porque, al final, de lo que se trata es de mejorar el nivel formativo de la población:
Las últimas crisis, la económica de 2009 y la más reciente provocada por la pandemia de coronavirus, han tenido un profundo impacto en buena parte de los indicadores. En esta última, porque los profesores han levantado la mano a la hora de evaluar a los alumnos, lo que ha permitido que más jóvenes continuasen su camino formativo. Habrá que ver qué ocurre cuando se retome la normalidad. Lo mismo ha ocurrido con otra cifra clásica a la hora de repasar los resultados educativos, la de repetidores de curso:
Numerosos especialistas aseguran que, aunque pueda volver a subir un poco una vez se haya dejado atrás la crisis sanitaria, es ya imparable el camino descendente de una medida que el consenso internacional describe como cara e ineficaz. De hecho, la reforma educativa ha introducido medidas para que su uso se convierta en algo muy excepcional.
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