La tasa de alumnos repetidores se redujo a la mitad en un solo curso
La generosidad a la hora de evaluar durante la pandemia acelera un proceso de mejora que comenzó hace más de un lustro y deja un 4,2% en la ESO y un 3,4% en Bachillerato
La tasa de alumnos repetidores se redujo el curso pasado casi a la mitad en primaria (del 2,3% al 1,2%), algo más de la mitad en la ESO (del 8,5% al 4,2%) y mucho más en bachillerato (del 8% al 3,4%), según los datos del Ministerio de Educación. Después de años de mejoras graduales (investigadores y organismos internacionales han advertido una y otra vez contra las altas cifras de repetidores en España, muy superiores a la media de la OCDE), este gran salto se produce en un contexto de pandemia en el que las administraciones pidieron a los profesores que levantaran la mano a la hora de evaluar a los alumnos.
La estadística recoge el porcentaje de repetidores que había el curso pasado en cada etapa, con lo cual, lo que refleja este gran salto son las decisiones que tomaron los claustros de profesores al final del curso 2019-2020, el primero de la pandemia, que había dejado a los jóvenes españoles sin clases presenciales durante varios meses. Entonces, allá por la primavera de 2020, el Ministerio de Educación y las comunidades autónomas acordaron que todos los alumnos pasarían de curso, salvo casos muy excepcionales. Y así se hizo en todas las autonomías, incluidas aquellas que se mostraron públicamente en contra de la medida, según refleja la estadística, aunque con diferencias seguramente debidas a qué considera cada cual que son casos muy excepcionales. Ahora, la incógnita es cómo reflejará la estadística el año que viene las decisiones que se tomaron hace un año, en el segundo curso de la pandemia, y las que se tomen en adelante, con la nueva ley educativa que entra en vigor este año y que consolida la idea de que la repetición ha de ser solo una medida excepcional: ya no dependerá del número de suspensos, sino de la decisión del claustro docente.
Toni Gonzàlez Picornell, presidente de la asociación estatal de directores de instituto Fedadi, opina: “No creo que se mantengan exactamente igual, pero tampoco creo que volvamos a las cifras de antes”. Está de acuerdo el profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos Ismael Sanz, que insiste en esa tendencia de los últimos años, en los que se ha ido reduciendo de manera sostenida el número de alumnos que no pasan de curso. “La pandemia lo ha acelerado, pero creo que al ritmo que íbamos se hubiera llegado al mismo punto dentro de cinco o seis años”, argumenta.
De momento, el segundo curso de la crisis sanitaria, el pasado, no parece que vaya a cambiar las cosas. Primero, porque se mantuvo esa flexibilización a la hora de evaluar, pero también porque medidas como la reducción de alumnos por clase (las famosas ratios), para poder mantener las distancias de seguridad marcadas por sanidad, mejoraron los resultados en muchos casos. Así lo argumenta Esteban Álvarez, director del IES Sierra de Guadarrama (en la localidad de Soto del Real) y presidente de la asociación de directores de instituto de Madrid (Adimad): “En mi centro, es verdad que al final de la ESO y Bachillerato quizá sí dimos un empujón a algunos alumnos, pero en 1º y 2º de ESO, con ratios reducidas a 23 o 24 alumnos por clase, mejoraron mucho los resultados, tuvimos tasas de aprobados del 99%”.
En la Comunidad de Madrid, cuyo Gobierno fue uno de los que rechazó las medidas para facilitar el paso de curso, las mejoras que ya refleja la estadística están más o menos en la media estatal en todas las etapas. En cuanto al resto de autonomías, destacan la reducción de más de siete puntos (un 75%) en la ESO en Aragón y de nueve en Castilla y León en Bachillerato. En Primaria, con un punto de partida mucho más bajo, cabría señalar los 2,8 puntos de mejora en Castilla-La Mancha. En el ángulo contrario, Murcia es la comunidad que menos ha variado su estadística, de manera que se ha convertido en la autonomía con mayor tasa de repetición en todas las etapas.
El sociólogo Miquel Àngel Alegre, jefe de proyectos de la Fundación Jaume Bofill, insiste también en que la cifras de repetidores ya llevaba muchos años bajando poco a poco. Lo cual, asegura, es bueno para la educación: “Toda la literatura internacional ha dejado bastante claro el carácter nocivo de la repetición. Sabemos que la medida incrementa la probabilidad de acabar abandonando los estudios prematuramente y que además es una medida cara. Según algunas estimaciones, le está costando a España alrededor de 1.500 millones de euros [al año]”, explica. Pero acompaña el optimismo con una seria advertencia: “La repetición es mala, por lo tanto que descienda es bueno, eso no debe asustar a nadie, pero a cambio se ha de acompañar con más recursos de atención a la diversidad”. Se refiere a los apoyos que los centros y los equipos docentes necesitarán para atender “a esos alumnos que antes se quedaban un curso atrás y ahora van a estar en el que les toca, con las dificultades y necesidades de apoyo que van a requerir”. Por ejemplo, habla de “más posibilidades de diversificación, más recursos para el trabajo en grupos reducidos, aulas abiertas, tutorización más intensiva con estos alumnos, de refuerzos escolares, etcétera, etcétera”.
Fenómenos opuestos
Sanz, por su parte, opina que la flexibilización durante la pandemia “era lo que había que hacer”, y cita un estudio de 2020 de la London School of Economics que concluye que los estudiantes que aprueban por muy poco el examen para obtener el certificado de educación secundaria (GCSC) tienen muchas más probabilidades de llegar a la universidad y conseguir un buen trabajo que los que suspendieron por muy poco, existiendo entre ellos escasa diferencia de conocimientos y competencias. Esto significaría que ese empujón que se ha dado a muchos alumnos no tendría por qué suponer una merma educativa para el sistema.
Eso sí, advierte de que, de cara al futuro, con la nueva legislación, habrá que ver hasta dónde llega el efecto “inercia”, pero también con qué fuerza actúan dos fenómenos opuestos que pueden incidir en el comportamiento de los alumnos. Por un lado, el “impulso de motivación” por ver que el éxito está más al alcance de su mano y, por el otro, un posible “reajuste de su esfuerzo” a las nuevas circunstancias. “El primer curso no contaban con esa flexibilización, así que el nivel de esfuerzo era el mismo. Pero, pasado el efecto sorpresa, no sabemos si lo van a reajustar a las nuevas circunstancias”. Por eso, insiste, será importante estar muy atentos a los próximos resultados de las pruebas internacionales que miden las competencias de los alumnos en primaria (TIMSS, para matemáticas y ciencias, y PIRLS para lengua) y secundaria (PISA).
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