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Los pediatras proponen quitar las mascarillas de las aulas de los colegios

La Asociación Española de Pediatría plantea una retirada progresiva de la prenda que empiece a final de este mes en la escuela y siga en abril en los institutos. Los docentes constatan que el cubrebocas ha dificultado la enseñanza

Estudiantes de un colegio público de Valencia
Alumnos en una clase de primaria, en Valencia.Mònica Torres
Ignacio Zafra

La Asociación Española de Pediatría es partidaria de quitar las mascarillas de las aulas de los colegios. La entidad ha elaborado una propuesta consistente en retirarla de forma progresiva, empezando a final de este mes por primero y segundo de primaria, y monitorizando el impacto de la medida en el número de contagios durante un par de semanas antes de continuar con tercero y cuarto curso y, más tarde, si la cosa ha ido razonablemente bien, con quinto y sexto. Los pediatras han comparado las infecciones registradas en el último curso de infantil (cuando los niños tienen cinco años y el uso de la mascarilla no es obligatorio) y en primero de primaria (seis años, cuando sí tienen que llevarla) y han concluido que en ambos niveles han sido similares. Si todo fuera bien en las escuelas, la medida se podría ampliar en el tercer trimestre del curso a los alumnos de educación secundaria.

Desde el punto de vista educativo, los estudios apuntan a que el uso de las mascarillas complica la enseñanza, un obstáculo que según los profesores se agrava en los chavales con dificultades de aprendizaje. Los sindicatos docentes reclaman cautela a la hora de introducir cambios en los protocolos sanitarios.

El epidemiólogo y miembro de la Asociación Española de Pediatría Quique Bassat afirma que, además de servir para que la actividad escolar vaya recuperando la normalidad, la medida sería una buena forma de ensayar la retirada general de mascarillas en interiores. Los niños son un grupo poco vulnerable a la covid, y si dejar de usar la mascarilla provocara un aumento de infecciones en los colegios, ello no se traduciría de forma automática en un aumento de los casos graves. Sería, sigue Bassat, una forma de dar el paso hacia el fin de las mascarillas en interiores menos arriesgada que hacerlo de golpe con todo el país, al estilo de lo que han hecho Dinamarca o Reino Unido.

¿Qué ha cambiado respecto a hace unos meses para que los pediatras planteen esta iniciativa? “Tenemos una variante del virus diferente, que es muy contagiosa y va a causar muchísimos casos y, por tanto, tenemos que convivir con ella. Y esto se enmarca en un cambio de paradigma más amplio, en el que hemos pasado de una situación en la que intentábamos contabilizar e impedir cada infección, a otra en la que nos dan un poco igual las infecciones que pueda haber, siempre y cuando no tengan trascendencia clínica”, responde Bassat. Por lo que se ha comprobado con la enorme oleada de contagios de la ómicron (mayor todavía en el caso de los niños), la enfermedad en la población de edad escolar es en la gran mayoría de los casos leve y causa “poca trascendencia clínica”. A ello hay que añadir la alta tasa de vacunación general alcanzada en el país (81% de la población total, y en torno al 50% con dosis de refuerzo).

Bassat menciona dos elementos que favorecen la retirada, que los pediatras contemplan empezar a realizar a final de febrero. La incidencia de la enfermedad muestra una tendencia consolidada a la baja, y se acerca la primavera, con temperaturas más elevadas. La semana pasada el uso de la mascarilla ya dejó de ser obligatorio en los espacios al aire libre de los centros educativos. Y Cataluña ya ha anunciado su intención de quitarlas también en las aulas este mes.

Familias, docentes y niños

La medida ha sido bien recibida por la gran federación de familias de Cataluña, Affac, explica su directora, Lidón Gasull: “La mascarilla tiene consecuencias para el aprendizaje del alumnado, la comunicación y la socialización dentro del aula. Si la situación sanitaria lo exige y es imprescindible, muy bien, podemos privar a los niños de ello, pero en cuanto los expertos dicen que es posible quitarla, hacerlo debe ser una medida prioritaria”. Mari Carmen Morillas, portavoz de la federación estatal de familias mayoritaria en la escuela pública, Ceapa, afirma, por su parte, que si los especialistas sanitarios avalan la medida, su entidad lo apoyará. “Lo que sí pediríamos es que haya unidad, que no haya unas comunidades donde se quiten y otras que no”. Morillas agrega que, desde el principio de la pandemia, los colegios han tenido normas sanitarias más estrictas que otros ámbitos sociales, como la hostelería, de forma que iniciar la desescalada por ellos sería en cierta forma de justicia. Un pequeño sondeo realizado por este periódico entre alumnos de primaria muestra que, después de la sorpresa inicial que les suscita la posibilidad de dejar de llevarla, la mayoría de los niños estarían encantados de hacerlo.

Los niños interiorizaron el uso de la mascarilla muy rápidamente y lo han mantenido con una disciplina que al principio resultó sorprendente, afirma el presidente de la federación de directores de colegios públicos, Fedeip, Vicent Mañes. Su uso no ha generado prácticamente ningún conflicto en la escuela, prosigue, pero durante estos dos años ha generado “muchos inconvenientes” desde el punto de vista pedagógico. “En primaria es muy importante la comunicación verbal, porque no se le da un libro a un alumno y se le dice: ‘Estúdiatelo y mañana haremos un examen’. La comunicación ha sido muy dificultosa, con algunos maestros usando un altavoz portátil y con los niños sin poder hacer lectura labial. Para los alumnos con necesidades especiales, el problema ha sido todavía mayor”. El docente cree que, en todo caso, parte de los profesores preferirán seguir llevando mascarilla, aunque sus alumnos no tengan que hacerlo.

Olga Catasús, presidenta de los directores de primaria de Murcia, ha constatado en clase problemas similares a los que menciona Mañes. “Si se dijera de quitarlas justo ahora, cuando todavía hay una incidencia alta, yo diría que precipitarse no es un buen consejo. Pero por otro lado, los profesores somos conscientes de que tenemos que tender a recobrar la normalidad. Y que con el buen estado de ánimo que percibimos en el patio con la retirada del uso obligatorio de la mascarilla, también es necesario hacerlo en el aula”, añade.

Investigaciones

En España no hay muchos estudios sobre el efecto de la mascarilla en la enseñanza. Uno de los publicados, realizado en la Universidad de Alicante y titulado La influencia de la mascarilla COVID-19 en la inteligibilidad de palabra en el aula, constató en octubre que la prenda hace más difícil entender a un orador en el aula. Y también que la mayoría de los alumnos (64%) que participaron en la investigación consideraron que su uso resultaba “molesto, agobiante y daba calor”, un porcentaje que descendía en el caso del profesorado (46%). Los resultados están en línea con la que han encontrado otras investigaciones internacionales, en el sentido de que las mascarillas hacen más difíciles las clases, aunque sin llegar a conclusiones dramáticas en términos de aprendizaje, al menos para el alumnado medio.

Los sindicatos de profesorado, por su parte, ya pidieron cautela cuando hace unos días se decidió alzar la obligatoriedad de llevar la mascarilla en el recreo, y recordaron que la vacunación de los niños de 5 a 11 años no se ha completado. Un 56% de la población de esa edad ha recibido al menos una dosis. Pero buena parte de ellos tardarán todavía algún tiempo, hasta entrado en marzo, en recibir la segunda, ya que el calendario de inmunización contempla en su caso una espera de ocho semanas entre la primera y la segunda dosis.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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