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Ben Nelson: “Hay niños de siete años más listos que graduados de Harvard”

El fundador de Minerva, que se jacta de ser la universidad más selectiva del mundo, cree que en Estados Unidos no se premia la meritocracia y las familias solo quieren un certificado

Elisa Silió
Ben Nelson
Ben Nelson, fundador de Minerva University, durante una visita a Barcelona en 2019.Massimiliano Minocri

El estadounidense Ben Nelson (Haifa, Israel; 46 años), expresidente de la desaparecida Snapfish ―la primera empresa de impresión online de fotos―, fundó en 2012 Minerva University, ubicada en San Francisco, que se jacta de ser la institución más selectiva del mundo (entran el 1% de los más de 25.000 solicitantes de 180 países), por delante de Stanford, situada también en California. Con sus características ―solo 600 alumnos, sin apenas investigación y sin doctorados― Minerva jamás pasaría la criba de calidad aprobada el pasado año en España, pero cuenta con una legión de seguidores.

Nelson, que estudió en la prestigiosa Wharton School ―la escuela de negocios más antigua del mundo― de la Universidad de Pensilvania, es tan polémico, simpático e histriónico que se convierte en el centro de atención de cualquier mesa redonda. Le ocurrió en el foro WISE de la Fundación Qatar, al que este diario acudió invitado por la organización. Su método, el aprendizaje a través de la práctica, no es nuevo, se utiliza ya en todas las etapas educativas en medio mundo, pero ha logrado captar el interés con su discurso y las vivencias de sus alumnos, que empiezan la carrera en San Francisco y luego se mudan a Buenos Aires, Londres, Berlín, Hyderabad (India), Taipéi y Seúl.

Pregunta. ¿No aprendió nada en la carrera?

Respuesta. Siempre se aprende algo, pero la investigación demuestra desde hace 40 años que con una enseñanza basada en un examen no se retiene lo aprendido. A un alumno de Harvard le examinas seis meses después de las clases y solo ha retenido un 10% de lo que contestó correctamente en el examen. El modelo de universidad con exámenes se desarrolló hace miles de años y ahora sabemos cómo funciona el cerebro, que no retiene la información así. Nuestros alumnos aprenden algo en un contexto y van profundizando. Podemos medir su aprendizaje tres años después y retienen el 80%.

P. Pero para ser ingeniero o arquitecto se necesitan unos conocimientos muy específicos.

R. ¡Oh, por supuesto los conocimientos son muy importantes! También en economía, literatura… Las lecciones en clase no son efectivas. Hay una persona hablando, 100 escuchando y, si 50 no entienden algo, la clase sigue. Los alumnos tienen que aplicar en clase lo que han aprendido. Cuando ves la grabación de una clase y no entiendes, puedes parar y mirar en Google o en un libro. Eso son deberes y eso ya lo conocemos. ¡No es una idea alocada!

P. Las clases en Minerva, entonces, son vídeos.

R. ¡No! Son lecturas, deberes previos. En clase, más que contarte cosas, el profesor pregunta para saber si lo han entendido.

Ahora sabemos que el cerebro no retiene la información a base de exámenes

P. Pero las clases de Minerva son a distancia.

R. Sí, pero son vídeos en directo. Nuestros alumnos antes hacen sus deberes y los aplican en clase con simulaciones, discusiones, debates. No olvidan lo que aprenden, porque lo aplican y lo aplican hasta que son capaces de hacerlo sistemáticamente. En una universidad típica los estudiantes eligen las materias que quieren ―especialmente en Estados Unidos― y así no hay forma de reforzar lo aprendido. Y el segundo problema es que los profesores no son conscientes de que hay otras vías [de aprendizaje]. Esade, de España, es la primera universidad que ha identificado la innovación de Minerva y estamos haciendo conjuntamente un programa. Trabajamos también con universidades en Corea del Sur, Sudamérica…

P. ¿Qué ofrece Minerva al mundo laboral que no proporcione la universidad tradicional?

R. Si quieres ser periodista, en una universidad tradicional te van a decir que pienses en la audiencia cuando escribes, Minerva hace que tú lo descubras solo.

P. ¿Qué piensa de plataformas tecnológicas como Coursera despreciadas por algunas universidades?

R. Los de Coursera estaban emocionados con la primera clase para Princeton, una introducción a la sociología, pero un segundo después se dijeron: ¿esto era Princeton? Apareció un profesor recostado hablando así [le imita hablando muy lentamente], como en cualquier universidad. No es que no les guste Coursera, no se gustan ellos. Si cierras la puerta y hablas con el rector de una universidad, admite que exportan al mundo virtual las cosas malas que hacen en presencial. Hay que casar la sabiduría de los departamentos y la ilusión de los estudiantes con el entorno tecnológico para conseguir el aprendizaje de forma sistemática.

Los rankings son inútiles. ¿A quién le importa que la universidad sea buena en investigación?

P. Usted despotrica del sistema de acceso a las universidades americanas y ha creado su propio sistema. ¿Por qué?

R. Algunas investigaciones demuestran que los resultados de los SAT (Scholastic Aptitude Test) tienen más que ver con la renta que con el coeficiente de inteligencia. Tienen a solicitantes mediocres ricos con resultados altos. Y eso es un problema cuando se recibe subvención del Gobierno, de las tasas... Tampoco hacemos preinscripciones. Los padres que ya estudiaron en un college pagan 300 dólares a un asesor para que escriba la biografía de su hijo. Si tus padres no fueron a este college, no sabes qué se espera de ti.

Ben Nelson, fundador de Minerva University, en el foro de educación WISE en Doha, Qatar.
Ben Nelson, fundador de Minerva University, en el foro de educación WISE en Doha, Qatar.

P. ¿La meritocracia no funciona? ¿No existe ya el sueño americano?

R. Stanford, por ejemplo, cuesta 80.000 dólares por curso y el 53% de sus graduados no están cualificados para recibir ayuda porque pertenecen al 2% de la población más rica de Estados Unidos. ¿Eso es meritocracia? Estadísticamente es imposible. En Minerva el 6% de los alumnos pertenece al 2% más rico del mundo, siguen sobrerrepresentados, pero es difícil resolverlo porque cuentan con ciertas ventajas. Ocurre también en Cambridge.

P. Su universidad es más barata que Harvard, pero muy cara para un español (unos 39.000 euros anuales).

R. Sí, pero el 80% de los estudiantes recibe alguna ayuda de Minerva y algo más de la mitad (55%) gastan menos de 5.000 dólares (4.300 euros) de dinero de su bolsillo.

En América los padres pagan por el fútbol porque creen que así su hijo entrará en el college

P. Su país ha vivido el escándalo de los sobornos para el acceso a Harvard y otras grandes universidades.

R. Hace siete años tuve una charla en Harvard y les animé a que dejasen de dar las clases tradicionales. Después uno de los decanos me dijo: “Ben, no lo entiendes, cada año Harvard admite a varios estudiantes ―no a uno― incapaces de contestar a 2 × ?= 16”. Es una excepción, pero hay niños de siete años más listos que graduados de Harvard.

P. Incluso ahora en su país hay un enorme negocio en el acceso a la universidad.

R. En China los padres mandan a sus hijos a extraescolares para enriquecer sus mentes y que puedan pasar la gaokao [selectividad], mientras que en América pagan por el fútbol porque creen que así entrarán en el college. A nadie le importa la educación, importa la certificación. Este es el problema fundamental del sector educativo. Lo importante no es que hayas ido a Harvard, sino si eres capaz de solucionar problemas, trabajar en equipo... Aunque la gente lo sabe, por una razón extraña quiere que sus hijos vayan a determinada universidad. Los rankings refuerzan esa idea absurda.

P. ¿Qué opina de los rankings?

R. En general son inútiles. Solo clasifican la producción investigadora, especialmente Shanghái: cuánto dinero se invierte en cada profesor, cuántos estudiantes tiene por profesor... En la Ivy Ligue [la red de las universidades más elitistas de Estados Unidos] hay grandes departamentos y otros horrendos.

P. ¿De verdad?

R. Oh sí, Ciencias Políticas en Pensilvania ―al menos hace 30 años― era horrible. ¿Cuál es el mejor departamento de filosofía del mundo? Está en NYU [Universidad de Nueva York], que no está en el top. Si quieres el mejor doctorado en filosofía, no vayas a Harvard. Por eso los rankings son inútiles. ¿A quién le importa que la universidad sea buena en investigación? Los grandes profesores que investigan no tienen tiempo para los que estudian la carrera [imparten sobre todo clases de doctorado], porque los incentivos ―el salario, el prestigio internacional― están en la investigación.

P. ¿Los profesores de Minerva investigan?

R. Algunos. Seleccionamos a profesores que se dedican más a la docencia. Vienen de doctorados muy prestigiosos, de Cambridge, Harvard… Si terminamos haciendo doctorados, será diferente.

Los rankings serían útiles si fuesen capaces de medir si los alumnos son capaces de resolver problemas

P. ¿El ranking Shanghái clasifica a Minerva?

R. Aparecemos en el ranking World’s Universities with Real Impact (WURI, de la Liga Hanseática de Universidades) contra nuestra voluntad. Dice que somos el número uno de innovación y el tercero en general tras el MIT y Stanford. Los rankings serían útiles si fuesen capaces de medir si los alumnos son capaces de resolver problemas.

P. Este año tienen una alumna española, de La Palma.

R. La conozco. Sus padres son alemanes. No le he preguntado qué tal su familia con el volcán. Conozco a muchos estudiantes porque solo tenemos 600 en cinco colleges: Negocios, Ciencias Computacionales, Ciencias Sociales, Arte y Humanidades y Ciencias Naturales.

P. Si las clases son a distancia, ¿por qué tienen que vivir en un college juntos?

R. ¿Cuánto tiempo pasas en clase? ¿Diez horas a la semana, 20? Nuestros alumnos tienen 12 horas lectivas semanales que siguen desde su habitación o una cafetería y el resto del tiempo tienen que estar socializando, experimentando el mundo.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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