La contagiosa y súbita decisión de abandonar la escuela antes de tiempo
El trabajo de dos investigadores canadienses señala un periodo crítico de un año que marca el abandono temprano de los estudios y destaca el poder del efecto imitación incluso en alumnos con trayectorias poco conflictivas
¿Qué empuja a un adolescente a dejar los estudios antes de tiempo, sin tener unas cualificaciones básicas? Los investigadores canadienses Éric Dion y Véronique Dupéré sospechaban que tenía que haber algo más que la falta de apoyo de los padres, las brechas socioeconómicas y los limitados recursos institucionales para alumnos con dificultades de aprendizaje, y por eso se lanzaron a comprobarlo estudiando a grupos de jóvenes de Quebec, una provincia donde la tasa de abandono escolar temprano es del 17%, casi la misma que en España (17,3%). Y efectivamente concluyen, en dos artículos que han publicado como autores principales entre 2017 y el pasado mes de julio, que hay un momento crítico, durante los últimos meses antes de dejar la escuela, en el que también pesan enormemente sobre la decisión el hecho de vivir algún suceso perturbador y estresante, y hacerlo en un entorno en el que el abandono es algo muy común y, por tanto, perfectamente aceptable.
“Se ha subrayado mucho que una persona abandona las aulas porque arrastra una serie de problemas desde hace años. Sin embargo, hemos constatado que la mitad de los alumnos de secundaria que renunciaron a sus estudios tenían una trayectoria sin grandes sobresaltos. Por eso pensamos que hay eventos que influyen poco tiempo antes de tomar esta decisión”, explica Dion, profesor de Educación en la Universidad de Quebec en Montreal. Los autores se refirieron a ellos como los “desertores discretos”.
En 2017, Dion y Dupéré ―profesora de psicoeducación en la Universidad de Montreal― mostraron en una investigación que el 40% de un grupo de adolescentes quebequeses que habían abandonado la secundaria vivieron un evento estresante de envergadura en los tres meses anteriores. Solo una pequeña parte de esos sucesos (uno de cada cuatro) tenía que ver con el rendimiento escolar, el resto fueron conflictos con otros compañeros o con profesores, cambios de instituto, crisis familiares, rupturas amorosas e, incluso, problemas legales (como acusado pero también como víctima) o de salud. Hace unos días, Dion y Dupéré completaron el análisis con la publicación de un artículo en The Journal of Educational Psychology en el que explican que el abandono escolar puede también darse por “contagio social”.
Algunos académicos ya habían señalado el impacto de que un hermano o un amigo renuncie a las aulas. No obstante, Dion y Dupéré decidieron tomar en cuenta a estos dos actores con mayor profundidad, pero también a las parejas sentimentales para constatar qué influencia podrían tener y saber, igualmente, cuánto tiempo dura este periodo crítico. Para ello, trabajaron con una muestra de 545 alumnos de 12 secundarias de Montreal y sus alrededores. Solo uno de cada cuatro jóvenes que habían abandonado la escuela tenía a todos los miembros de su entorno estudiando.
“Cuando aparece como una posibilidad”
Dion afirma que el punto crítico se da “al surgir la idea de que abandonar la escuela puede estar bien, cuando aparece como una posibilidad”. El académico precisa: “No es una decisión tomada en función de un análisis a largo plazo. Puedes pensar que tu amigo ya no tiene responsabilidades escolares, consiguió un trabajo y no le va mal, pero sin ir más allá”. Dupéré añade: “En la adolescencia eres más sensible a tu entorno. Investigadores en otras áreas ya habían utilizado el concepto de ‘contagio social’ en los jóvenes. Por ejemplo, en actos delictivos. Hemos comprobado que también ocurre con el abandono escolar”.
En sus conclusiones, los canadienses indican que cuantos más casos de deserción escolar existan en el círculo social de un adolescente, más probable será que siga el mismo camino. Asimismo, constataron que el periodo crítico para “imitar” estos comportamientos era menor a un año. El artículo menciona que los casos más numerosos de “contagio” se dan entre amigos, ya que la red de amistades es generalmente la más abundante. Pero la influencia puede ser más fuerte por parte de un hermano o de una pareja sentimental.
Canadá tiene una tasa de abandono escolar del 11%. Ontario es la provincia con la tasa más baja (7%) y Quebec, donde investigaron Dion y Dupéré, tiene la más alta, ese 17% similar al de España. Una cifra que le convierte en el país de la Unión Europea con la mayor tasa, sin haber alcanzado el objetivo del 15% señalado por la Estrategia UE-2020. Croacia tiene la cifra más baja, por debajo del 3%. Cabe señalar que existen diferencias significativas entre las comunidades españolas. Basta con mostrar la brecha entre Baleares (24,2%) y el País Vasco (6,7%).
Álvaro Choi, profesor de economía de la educación en la Universidad de Barcelona, comenta que, pese a avances significativos durante décadas, la tasa elevada de España obedece a factores como el nivel educativo y socioeconómico de los hogares; también a la estructura misma del sistema educativo: “Por ejemplo, la obligación de tener que superar todas las asignaturas al acabar la ESO para poder cursar ciclos de formación profesional constituía un obstáculo para el mantenimiento de los alumnos dentro del sistema educativo. El menor desarrollo y prestigio de los ciclos de formación profesional tampoco ayuda. Otro elemento sería el abuso de la repetición de curso como receta universal para ‘mejorar’ el rendimiento de los alumnos con dificultades en el aprendizaje”. Agrega sobre el caso español: “En las últimas décadas se ha observado que la tasa de abandono escolar prematuro aumenta en períodos de crecimiento económico, sucediendo lo contrario en épocas de crisis”. Esto obedece, según Choi, a que surgen oportunidades laborales para trabajadores con reducidos niveles de cualificación.
Labor de orientación
Respecto a la forma de reducir el “contagio” del abandono escolar, Dupéré señala: “Hay herramientas existentes que pueden servir. Por ejemplo, pensemos en las intervenciones tras una tentativa de suicidio, donde se conversa con el entorno. Podríamos hacer lo mismo con la deserción”. Choi subraya: “La labor de orientación de profesores y, en el caso de haberlos, de orientadores escolares, resulta especialmente relevante en entornos en los que los referentes educativos positivos escasean”.
De acuerdo con los expertos, la deserción escolar podría aumentar significativamente a raíz de la pandemia. “Estamos frente a una situación sin precedentes y la incertidumbre es terreno fértil para dejar la escuela. Algunas investigaciones ya nos dan pistas. Por ejemplo, a muchos jóvenes con problemas de aprendizaje les parece duro iniciar el año escolar tras las vacaciones. Este es un factor de expulsión. Por otro lado, hay factores de atracción, como sucede cuando uno de tus hermanos deja la escuela. Todo esto puede amplificarse con la covid-19. Las instituciones educativas deben hacer un esfuerzo suplementario en estos tiempos”, señala Dupéré.
Para Choi, la pandemia ha tenido un efecto negativo sobre todo el alumnado, aunque no de forma homogénea. “El impacto sobre alumnos de hogares con menores recursos y menor nivel educativo ha resultado más acusado. A su vez, ha existido gran diversidad entre centros educativos a la hora de implementar la educación online. Por tanto, esta pandemia muy probablemente ha aumentado la brecha educativa por nivel socioeconómico. Cabe recordar que el alumnado con un menor nivel socioeconómico ya tenía, antes de la pandemia, un mayor riesgo de abandono escolar prematuro”, afirma.
Choi considera grave que aún no se hayan propuesto con vigor medidas compensatorias para los alumnos más vulnerables. “Se ha optado por minimizar la repetición de curso, y está bien que haya sido así, pero es insuficiente. Si no reducimos, y pronto, la brecha de aprendizaje, agravada por la pandemia, buena parte del alumnado más vulnerable corre un elevado riesgo de abandonar el sistema educativo”, añade.
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