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Salario mínimo interprofesional
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un salario mínimo justo y eficiente

Debería mantenerse un ritmo razonable de subida del SMI mientras persista un alto nivel de desigualdad en los sueldos

Salario mínimo
Diego Mir

El objetivo principal del salario mínimo interprofesional (SMI) es asegurar que las remuneraciones no caigan por debajo de un nivel adecuado, evitando al mismo tiempo que su cuantía produzca distorsiones en el mercado laboral. Su negociación suscita cada año intensos debates. El Gobierno es quien tiene la competencia para determinar su aumento, aunque debe hacerlo después de un proceso de diálogo con los agentes sociales. En los últimos años, el Ministerio de Trabajo y Economía Social ha creado una comisión que asesora en esta materia. Otros países de la UE no cuentan con un salario mínimo legal y lo fijan a través de la negociación colectiva entre empresarios y trabajadores.

La evidencia empírica internacional muestra que el SMI puede ayudar a reducir la desigualdad salarial, desempeñando también un papel importante en la reducción de las disparidades entre categorías de trabajadores. Aunque sus efectos sobre la brecha salarial de género o la que hay entre trabajadores nativos e inmigrantes siguen siendo relativamente poco conocidos, algunos trabajos confirman que el SMI es un instrumento útil para reducir estas brechas, dada la sobrerrepresentación de mujeres en empleos de bajos salarios. Es difícil rebatir que un salario mínimo adecuado resulta fundamental para mantener un nivel suficiente de remuneraciones y reducir las diferencias de salarios.

En un país como España, con un salario medio bajo en el contexto comparado y uno de los porcentajes más altos de trabajadores pobres de la UE, fijar un suelo salarial suficiente debería ser una estrategia central de la política social y económica. Máxime cuando sabemos que la mayor parte de la desigualdad salarial se explica por lo que pasa en la parte baja de la distribución, donde hay muy poca movilidad ascendente.

Los economistas se han interesado desde hace muchas décadas en identificar no solo cómo las políticas de salario mínimo afectan a la distribución salarial, sino también otros posibles efectos positivos. Si los trabajadores peor remunerados reciben salarios mayores pasan a gastar una mayor proporción de su renta en el consumo de bienes y servicios, impulsando la demanda interna. Esa mejora puede suponer un gasto menor en prestaciones sociales complementarias de los salarios y, dependiendo del diseño del sistema tributario, un aumento de la recaudación. El crecimiento de los costes salariales por un SMI mayor también puede incentivar la puesta en marcha de nuevas estrategias para aumentar la productividad. Debemos destacar también los efectos positivos de un clima social más favorable gracias a la estabilidad y la menor desigualdad asociadas al SMI.

Las críticas más repetidas ponen el foco en la posibilidad de que un mayor salario mínimo pudiera llevar a las empresas, sobre todo a las de menor tamaño, a reducir el empleo por no poder hacer frente a la subida de costes salariales. Esa misma subida podría acelerar los procesos de sustitución de trabajadores poco cualificados por tecnología. Se ha subrayado también su posible traslación a los precios de los bienes y servicios y su efecto sobre la inflación. Otros argumentos críticos son las disfunciones de un único SMI cuando hay diferencias territoriales muy pronunciadas, el fomento de la economía sumergida o el posible obstáculo para las carreras laborales de los jóvenes.

Las múltiples evaluaciones realizadas en distintos países parecen mostrar que no hay un impacto único del SMI sobre el empleo. Sus efectos sobre las horas trabajadas o las probabilidades de retención del empleo son, en general, negativos, pero de reducida magnitud, mientras que su impacto sobre la desigualdad es mayor.

En el caso de España, la experiencia de subidas muy importantes del SMI en los últimos años suscita muchas preguntas. Esas subidas se han ido diseñando con el objetivo de que el SMI alcanzara el 60% del salario medio, tal como establece la Carta Social Europea, una referencia internacional reconocida para garantizar un nivel salarial justo.

Aunque nuestras estadísticas salariales no permiten tener información suficientemente actualizada, parece que en términos netos se ha conseguido alcanzar esa meta, lo que sitúa a España en niveles similares a los países del entorno. Los resultados sobre el empleo no son todavía suficientemente robustos, aunque parecen desdecir el supuesto intercambio entre eficiencia y justicia social. La OCDE estimó que la primera gran subida del SMI en 2019 aumentó los ingresos mensuales de los trabajadores directamente afectados un 5,8% de media y solo redujo el empleo un 0,6%. Aunque los efectos serán mayores a medida que el SMI crezca, las grandes subidas de los últimos años se han saldado más con mejoras de la desigualdad salarial que con grandes caídas del empleo. Además, los pequeños efectos negativos encontrados han tenido mayor incidencia en los trabajadores con contratos temporales, lo que sugiere que el SMI puede rebajar la segmentación del mercado laboral.

El número de trabajadores con salarios iguales o inferiores al SMI ha crecido a medida que ha ido aumentando su cuantía, afectando a trabajadores de mayor edad y aumentando el porcentaje de los que trabajan en empresas grandes. Sin embargo, el crecimiento del SMI también ha causado una mayor concentración de trabajadores en una estrecha banda salarial en torno a su cuantía, con el riesgo de que personas experimentadas o con cualificación media queden dentro de ese estrato, sin ser ese el objetivo. Por otra parte, queda la duda de si van a seguir acompasándose las nuevas subidas del SMI con el umbral de tributación del IRPF, como ha venido sucediendo hasta ahora. Sin ese ajuste, los trabajadores que pueden percibir el nuevo SMI perderían una parte importante de la mejora retributiva.

¿Puede seguir subiendo el SMI? Se acaba de anunciar un incremento del 4,4% para 2025, más de un punto y medio por encima de la variación anual del IPC de 2024. La última EPA ha vuelto a mostrar el vigor del mercado de trabajo, con la creación de cerca de medio millón de nuevos empleos ese mismo año, lo que permite anticipar que el mercado laboral podría absorber nuevos aumentos del SMI. Debería mantenerse un ritmo razonable de subida mientras persista un alto nivel de desigualdad salarial y una tasa elevada de pobreza laboral. El aumento del SMI es un paso correcto, si bien no podemos olvidar que no es el único instrumento para mejorar las condiciones de trabajo ni la principal política para reducir la desigualdad.


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