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Previsiones
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una ventana a 2025

Hay tres incógnitas: la política económica de EE UU, la visión estratégica de la Unión Europea y el papel de China

Previsiones económicas 2025
Previsiones económicas 2025Diego Mir
Ángel Ubide

Los entrenamientos en la ciudad deportiva del Real Zaragoza tenían a menudo un componente aleatorio de niebla cerrada o viento casi huracanado (ese querido cierzo zaragozano) que hacía que los porteros tuviéramos que estar siempre preparados y atentos para reaccionar ante las sorpresas repentinas. El año 2025 se presenta de manera similar, con un panorama económico cargado de incertidumbre y potenciales sorpresas a las que habrá que reaccionar con rapidez. Quizás esto explique por qué el consenso de los economistas es tan uniforme, porque la realidad es que nadie sabe muy bien lo que puede pasar. Acompáñenme en esta columna y naveguemos la incertidumbre juntos.

Hay tres incógnitas: la política económica de EE UU, la visión (o su ausencia) estratégica de la Unión Europea y el papel de China. Vayamos por partes.

La principal incógnita es la política económica de la segunda Administración de Trump. ¿Hay que tomar sus anuncios seriamente o literalmente? Sabemos que su estrategia se basa en cuatro pilares: mantener los impuestos bajos; liberalizar la economía y bajar los precios de la energía; reducir y cambiar la composición de la inmigración, y usar los aranceles de manera activa como instrumento para conseguir múltiples objetivos. Lo que no sabemos es cómo se implementarán estos cuatro pilares.

Mantener los impuestos bajos implica renovar la bajada de tasas de la primera Administración de Trump, que expira en diciembre de 2025 —es decir, evitar lo que sería un fuerte ajuste fiscal—. Es prácticamente seguro que se renovará, ya que los republicanos controlan las dos cámaras del Congreso, pero la incógnita es si habrá medidas compensatorias de reducción del gasto para evitar un aumento del ya abultado déficit fiscal, cercano al 7% del PIB. La nueva agencia de control del gasto, liderada por Elon Musk, no va a tener mucho margen: una agencia similar establecida por la Administración de Reagan, la Comisión Grace, identificó unas 2.500 posibles actuaciones —que podrían haber reducido el gasto en torno a un 1% del PIB— y prácticamente ninguna de estas recomendaciones se aplicó.

La liberalización de la economía se centra en los sectores bancario, tecnológico y energético, para fomentar el crecimiento del crédito, la expansión de la inteligencia artificial, y la producción de petróleo y gas natural para reducir el precio de la gasolina. Trump es consciente de que la inflación ha sido una de las razones —pero no la única ni la principal; los temas culturales han sido decisivos— de su victoria, y que una medida de su éxito será bajar los precios, lo cual ayudaría, además, a mantener los tipos de interés bajos.

La gestión de la inmigración es un tema más político, y tendrá poco impacto económico. Se enfocará tanto en reducir el flujo de inmigrantes, que se había acelerado con la Administración de Biden, como en cambiar su composición. Las deportaciones serán seguramente limitadas, ya que no hay recursos suficientes para deportaciones masivas. Y está por ver si, de verdad, se aumentará la concesión de visados a los trabajadores cualificados.

El uso de los aranceles es el más conflictivo y el más incierto, sobre todo porque se ha convertido en un instrumento que sirve para diversos objetivos. De hecho, ya no se puede hablar de política comercial como tal, ya que los aranceles se usan también para fomentar la seguridad nacional y, sobre todo, para transmitir a la población la sensación de que se la está protegiendo. Hay estudios que muestran que, tras años de condena bipartidista del libre comercio como la causa principal del deterioro del sector manufacturero americano, el uso de aranceles es particularmente eficaz como mecanismo de transmisión de seguridad a los votantes que se sienten vulnerables y descolgados del proceso meritocrático. De ahí, por ejemplo, las amenazas agresivas de aranceles si no hay acuerdos para limitar la inmigración ilegal o el tráfico de drogas. Pero las amenazas, como en los conflictos militares, es mejor no ejecutarlas. ¿Serán, por tanto, tan solo un instrumento de negociación?

La segunda incógnita es la visión estratégica de la Unión Europea, que se enfrenta a la incertidumbre política en Francia y Alemania, a la resolución del conflicto en Ucrania y, sobre todo, a las tremendas dudas sobre cómo posicionarse geoestratégicamente en un mundo que ha cambiado radicalmente. La opinión global sobre la economía europea es, en general, muy negativa —con la honrosa excepción, en estos momentos, de España— porque existe la convicción de que Europa no va a ser capaz de cambiar de modelo mental y va a seguir obsesionada con la regulación, la austeridad y la reducción de riesgos, que limitan su crecimiento. Una prueba clave estará en la convicción con la que abordará el nuevo Gobierno alemán la reforma del “freno de la deuda”, y en las decisiones que se adopten respecto al futuro del programa NextGenerationEU y al gasto de Defensa.

La tercera incógnita es la posición de China ante una posible batalla comercial, y su política económica ante una coyuntura débil. La invitación del Trump a Xi Jinping para que acuda a su ceremonia de inauguración podría indicar la predisposición de EE UU para llegar a un acuerdo con China que incluya tanto la economía como la geopolítica —al fin y al cabo, existe la convicción en Washington de que Pekín tiene la llave para que Rusia se preste a negociar el fin de la guerra en Ucrania—. Un acuerdo EE UU-China podría levantar los deprimidos ánimos del sector privado chino y contribuir a una reversión de la dinámica deflacionista en la que se ha sumido la economía, sobre todo si va acompañado de una política fiscal más expansiva.

El abanico de escenarios es amplio. Una guerra comercial agresiva podría poner la economía mundial al borde de la recesión. Pero también hay escenarios positivos si la amenaza arancelaria es solo una estrategia de negociación. La economía americana está poco apalancada, y la combinación de desregulación y bajada de precios de la gasolina y de los tipos de interés podría generar un ciclo virtuoso de inversión y crédito. La economía europea tiene un exceso de ahorro, y la combinación de bajadas de tipos de interés y de una mejora del marco europeo de política económica podría transformar ese exceso de ahorro en consumo e inversión privados. La economía china tiene una clara deficiencia de consumo privado, y una mejora de la confianza y un claro estímulo fiscal podrían devenir en una aceleración del crecimiento.

Cuando se levanta la niebla se ve el paisaje. Los primeros meses de 2025 serán inciertos, pero para cuando llegue el verano tendremos ya las respuestas a estas incógnitas y podremos navegar el nuevo mapa económico. La preparación y la capacidad de reacción rápida van a ser claves para el éxito. Feliz 2025.


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