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El petróleo no sacia el hambre de Angola

El país, rico en hidrocarburos pero con mucha pobreza, trata de diversificar su economía hacia nuevos sectores

Angola Africa
Dos niños usan una red para pescar en un lago cerca de Luanda (Angola), en agosto de 2022.JOHN WESSELS (Getty Images)
María Fernández

Cristóforo se gana la vida llevando en un coche de alta gama a hombres de negocios por Luanda, la capital de Angola. Si le preguntan por Eduardo Dos Santos, que gobernó entre 1979 y 2017, responde que más allá de su habilidad para la corrupción, tenía una hija “emprendedora”, Isabel, a la que “el país le debe mucho”, porque aunque robase, sus empresas daban trabajo a los angoleños. Un razonamiento así de disparatado se entiende cuando uno pisa Angola, tan rico en recursos naturales como en miseria y desigualdad.

Para comprender su historia hay que remontarse a 1975, año de la llegada al poder del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (Mpla), corriente de corte marxista que gobierna desde entonces, primero como partido único y desde 1991 dentro de un teórico juego multipartidista. La mayor parte del tiempo el Mpla fue liderado por Dos Santos y su familia, que saqueó la nación rica en petróleo utilizando las instituciones como mejor le parecía. Apartado del poder hace seis años, murió en julio del año pasado en una clínica de Barcelona a los 79. Fue dos semanas después de que otra de sus hijas, Tchizé, denunciase ante los Mossos d´Esquadra un presunto intento de homicidio en el que, según ella, estaría implicado el Gobierno actual.

Su otra hija, Isabel dos Santos, ahora exiliada y cuya fortuna se cuenta por miles de millones, dirigió la Sociedade Nacional de Combustíveis de Angola (Sonangol), y fue acusada hace tres años de fraude, malversación y blanqueo. El Consorcio internacional de periodistas de investigación le dedicó a su imperio empresarial un gran trabajo en 2020 con la publicación de Luanda Leaks, y Estados Unidos la incluyó en su lista de sanciones.

El problema es si el actual Gobierno, encabezado por João Lourenço, que fue ministro de Defensa hasta 2017 con Dos Santos, va a ser capaz de limpiar la casa, como prometen sus gestos, y a la vez hacer que la economía deje de depender en gran medida de los hidrocarburos. En 2020, José Filomeno de Sousa dos Santos, hijo del expresidente, fue encarcelado después de ser declarado culpable de defraudar al banco central 500 millones de dólares. Pero todavía quedan muchos lazos que cortar entre el partido y la corrupción. “Cuando el petróleo sube, todo va bien. No sabes cómo, el dinero termina fluyendo en la economía. Ahora, de todas formas, no es como en la época de Dos Santos, cuando Angola llegó a ser el primer país consumidor de Moët Chandon de África mientras la mayoría de la población vivía en la miseria”, comenta un empresario español que pide anonimato.

El nuevo gobierno ha emprendido reformas para combatir el fraude y diversificar la economía. “Desde 2017, el Gobierno ha decidido hacer cambios estructurales”, cuenta Victor Fernandes, ministro de Industria y Comercio. “La balanza comercial, la balanza de pagos, el equilibrio cambiario… son variables que eran muy volátiles porque teníamos una economía enormemente dependiente del petróleo. Las reformas culminaron a finales de 2021 con la entrada del FMI, que nos presta asistencia técnica y financiera. Desde entonces tenemos una situación estable de control de variables macroeconómicas”.

La suya es una visión francamente optimista. Con casi 34 millones de habitantes, el 26% del PIB depende exclusivamente del petróleo. El FMI espera que en 2023 la economía avance un 3,4%, con una inflación cercana al 12%, pero Angola apenas ha desarrollado sectores básicos como la agricultura, de modo que está atado a las costosísimas importaciones. Un kilo de pechuga de pollo puede costar en un supermercado asequible unas 3.800 kwanzas, al cambio 7 euros, algo prohibitivo para la mayoría de las familias en un país donde la renta per cápita apenas llega a 3.000 dólares. La carne de ternera, la mayoría importada, duplica ese precio mientras el litro de gasolina está a solo treinta céntimos. Ver niños pidiendo dinero por las calles de Luanda es habitual, y tampoco es raro que personas impedidas de cintura para abajo se arrastren por el suelo —la Guerra Civil que asoló al país hasta 2002 dejó un millón de muertos y más de 100.000 mutilados—.

Acuerdos con empresas

Pero para el ministro de Industria, el país reúne ahora las condiciones para dar paso a acuerdos con empresas extranjeras que desarrollen los sectores productivos que necesitan. “Tenemos un plan industrial para desarrollar dos polos importantes y crear un corredor para que Angola sea un área de transhumancia económica, para que la producción de los países del interior de África, como las concesiones mineras del Congo, salga por Angola”. Sin embargo reconoce que todavía no tienen la fuerza suficiente para resolver todos los problemas. “Tenemos una gran preocupación social, y eso se ve en nuestro presupuesto. El 30% va destinado a salud y educación. Pero una economía solo puede distribuir lo que tiene, no lo que no tiene. Eso nos llevaría a la ruina. Este Gobierno cree que es mejor garantizar empleos para generar rentas”.

Preguntado por si el Gobierno actual es distinto al de Santos frente a la corrupción, intenta desmarcarse, pero solo a medias. “Llevamos por bandera combatir la corrupción, pero ningún país puede resolver el problema en dos días. El partido es el mismo y la orientación para el desarrollo del país es la misma, aunque tal vez haya una ruptura en la implementación de las soluciones”.

Alegría a golpe de brent

Un veterano ejecutivo español recuerda que en los vuelos directos entre Madrid y Luanda no cabía un alma en 2015, cuando el barril de crudo cotizaba por encima de los 100 dólares, y ahora en cambio van a la mitad de su capacidad. En el último lustro de la década pasada Angola frenó toda aquella alegría mientras asistía a la caída del crudo. Entre 2018-2019, según el Banco Mundial, el porcentaje de personas por debajo del umbral nacional de pobreza creció del 37% al 41%.

Lejos de la capital, una gran parte de la población subsiste con menos de dos dólares diarios. Tras el frenazo de la pandemia, ahora el petróleo alza el vuelo (está cerca de los 80 dólares) dando cierto respiro a las cuentas públicas. Las divisas vuelven a fluir, y el presupuesto del Estado, calculado con un precio del crudo de 57 dólares (2022), recibe inyecciones extraordinarias de divisas. El FMI calcula que la relación entre deuda y PIB se ha recortado en 17,5 puntos, hasta el 66%. Con todo, una población muy joven y la ausencia de conflictos étnicos (y una guerra civil cada vez más lejana), da esperanzas de futuro a un país que tiene por delante desafíos extraordinarios. 

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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