Ducha escocesa en Glasgow
El balance de la COP26 es mixto: positivo por los compromisos, pero negativo porque siguen siendo insuficientes
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) ha finalizado y el diagnóstico sobre lo logrado es mixto, positivo por los compromisos, pero negativo porque siguen siendo insuficientes. No se logra el objetivo de París de acercarnos a limitar el aumento de temperatura global a 1,5 grados y la certeza sobre su cumplimiento no es la mayor. No hay incentivos suficientes o mecanismos de coerción más allá de la persuasión moral.
La primera semana de la cumbre se anunciaron acuerdos de impacto potencial relativamente rápido contra el cambio climático. Un compromiso liderado por EE UU y la Unión Europea de reducción del 30% de las emisiones de metano en 2030, gas 80 veces más potente que el CO2 en su contribución al calentamiento global. También el compromiso de detener y revertir la deforestación en 2030, lo que ayudará a la absorción de emisiones en sumideros naturales como los bosques. Sin embargo, ambos acuerdos nacen lastrados por la falta de firmantes relevantes y de mecanismos de control. Además, experiencias pasadas no son alentadoras.
La falta de ambición climática no es algo que se pueda achacar al sistema financiero, como refleja la llamada a la acción a los gobiernos del G20 por parte de la Alianza Financiera para el Cero Neto de Glasgow. La alianza se compromete a establecer, publicar y evaluar —con estrictos estándares científicos— sus estrategias de descarbonización. La definición de un marco regulatorio y de una taxonomía aplicable a todas las jurisdicciones es clave para la eficacia de estos esfuerzos, para que los flujos de ahorro e inversión que el sistema financiero intermedia se dirijan a objetivos sostenibles medioambientalmente.
El desarrollo de las reglas de funcionamiento de los mercados de derechos de emisiones entre países y entre agentes privados, fortaleciendo instrumentos basados en precios, los más eficientes para la caída de emisiones, sigue siendo determinante para avanzar en la transición. Con todo, hay señales pequeñas pero positivas, como el acuerdo de eliminación de tarifas de carbón y aluminio, intensivos en carbono, entre Europa y EE UU. Este tratado podría ser el embrión de un club climático, con tarifas que pongan en el precio de las importaciones de terceros países los costes medioambientales de las emisiones.
La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera no se ha frenado con la caída transitoria de las emisiones por la covid-19, que han subido con fuerza en 2021. Esta persistencia en el largo plazo y el alcance global del proceso físico del carbono debe caracterizar también la definición e implementación de las políticas para controlarlo. Ojalá que tras la ducha escocesa de expectativas cumplidas y defraudadas estemos todos más despejados para avanzar rápida y efectivamente.
J. Julián Cubero, de BBVA Research.
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