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Tribuna
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No nos hurten el debate sobre el tiempo de trabajo

Lo verdaderamente trascendente de la reducción de la jornada laboral no son los minutos: lo que está en juego es el modelo de sociedad que queremos construir

Una panadera trabaja en San Sebastián el 2 de septiembre de 2025

Este 10 de septiembre el Congreso tiene una cita con la historia. Ese día se votará la tramitación del proyecto de ley de reducción de jornada a 37,5 horas semanales sin merma salarial, y se debatirán las enmiendas a la totalidad de PP, VOX y Junts. Si esas enmiendas prosperan, la sociedad se quedará sin un debate crucial sobre el país que queremos ser y el modelo de relaciones laborales que necesitamos para afrontar los desafíos del siglo XXI.

Porque no nos engañemos: el debate sobre el tiempo de trabajo va mucho más allá de reducir 2,5 horas semanales en el art.34 ET. En realidad, el impacto cuantitativo es limitado: la jornada media pactada en la negociación colectiva ya está en 38,3 horas. Lo verdaderamente trascendente no son los minutos: lo que está en juego es el modelo de sociedad que queremos construir. ¿Queremos adaptar nuestras relaciones laborales al siglo XXI, o vamos a seguir anclados en un mundo que ya no existe?

Basta con mirar atrás: en 1983 no había ordenadores en los hogares, no existía internet, la inteligencia artificial era ciencia ficción y la globalización apenas se intuía. Hoy trabajamos conectados a redes globales, la tecnología ha roto las fronteras y los modelos productivos han cambiado radicalmente. El número de mujeres ocupadas se ha triplicado, pero persisten desigualdades, especialmente en las jornadas de los sectores más feminizados.

Este proyecto de ley propone un paso tímido pero imprescindible, pues no se trata solo de reducir horas, sino de repensar la arquitectura laboral para afrontar los retos presentes y futuros, un debate que la sociedad no puede seguir posponiendo. Destaca el derecho a la desconexión digital, imprescindible en un mundo en el que “llevarse la oficina a casa” es una realidad cotidiana. Regular el cese efectivo de la prestación de servicios es una necesidad democrática: garantizar que las personas puedan disfrutar de su tiempo de descanso, de su ocio, de su conciliación familiar y de su salud mental es tan importante como regular su tiempo de trabajo.

El texto incorpora un avance igual de crucial: un registro horario digital, interoperable y no manipulable, que blinde el derecho a la verdad en el trabajo. Porque no puede haber relaciones laborales modernas sin transparencia, equidad y respeto. Asegurar que ninguna hora trabajada quede sin reconocer, sin cotizar y sin retribuir es dignificar el valor del tiempo y de las personas.

Este debate no va solo sobre cuánto trabajamos, sino sobre qué valor damos al tiempo que dedicamos a trabajar y sobre el modelo de sociedad que queremos. Nuestro país necesita un marco normativo que acompañe a los cambios tecnológicos, productivos y sociales. Necesitamos actualizar nuestras reglas del juego para no quedarnos rezagados.

Por eso, Sus Señorías deben entender que su obligación no es impedir que esta ley se tramite, sino mejorarla. Ese es el trabajo para el que fueron elegidos: anticipar problemas y ofrecer soluciones que beneficien a la sociedad a la que representan. Diseñar leyes que mejoren la vida de las personas forma parte de la esencia de la representación democrática. Bloquear el debate, especialmente cuando este es ampliamente demandado por la ciudadanía, es dar la espalda al mandato que les ha sido confiado.

Y no solo la sociedad lo observará: lo recordará. Nosotros advertiremos quién estuvo a la altura y quién prefirió eludir su responsabilidad. Cada generación tiene sus propios desafíos, y este Parlamento será juzgado por cómo afrontó el suyo. No es solo una votación; es una declaración de qué país queremos ser y de qué lado de la historia quiere estar cada uno.

Señorías, hagan su trabajo. El país está esperando.

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