Michel plantea recortar los fondos regionales y agrícolas para ayudar a Ucrania
El presidente del Consejo Europeo reduce la ‘derrama’ presupuestaria reclamada por la Comision y rompe el tabú de que cohesión y PAC son intocables
Cae el tabú de que los fondos agrícolas y de cohesión de la Unión Europea son intocables. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha sacado la tijera para podar la propuesta de la Comisión Europea para la revisión del presupuesto plurianual, que reclamaba nuevos fondos a los países para abordar nuevas prioridades, entre ellas el apoyo a Ucrania. En un plan enviado a los Estados miembros, que negocian desde hace semanas a la baja la ‘derrama’ reclamada por el Ejecutivo comunitario, Michel abre la puerta a sacar dinero de los fondos de cohesión y de la Política Agrícola Común para recolocarlo en otras partidas que ahora son esenciales, y que los socios tengan así que poner menos dinero nuevo, según la propuesta a la que ha tenido acceso EL PAÍS.
La iniciativa crea, además, un precedente para los próximos presupuestos, cuando muchos socios miran más allá, hacia la próxima batalla de las cuentas comunes, que tendrá la ampliación de la UE en el foco y en lista de espera a países como Ucrania o Moldavia, potenciales beneficiarios de los fondos regionales y agrícolas. El objetivo de la nueva propuesta de Michel es sacar adelante la revisión presupuestaria con la menor aportación ‘fresca’ posible y preservar una partida salvavidas de 50.000 millones de euros para mantener a flote a Ucrania.
Los estados más ‘frugales’, como Países Bajos, Alemania o Suecia, creen que la propuesta de Michel, que recorta hasta los 64.000 millones el planteamiento de la Comisión Europea, que había reclamado 98.800 millones, y deja en casi un tercio la aportación de dinero fresco (22.000 millones frente a 65.800 millones), es “un paso en la buena dirección”. “Durante semanas decían que tocar cohesión o agricultura es imposible, pero hay otros 5.000 millones de fondos de cohesión no comprometidos que podrían utilizarse, así como una serie de otras redistribuciones que han sido identificadas por los Estados miembros”, dice un diplomático.
A varios de los países del sur, sin embargo, les preocupa que la iniciativa de abrir la caja de los fondos regionales o agrícolas (los mayores capítulos de las cuentas, alrededor de dos tercios) signifique que se levanta la veda en el futuro para hacer más recortes en esas partidas, muy importantes para países como España. Aunque también remarcan que el arañazo propuesto es “poco”, 600 millones, y no se refiere al conjunto de los fondos sino a partidas de las que dispone la Comisión para asistencia técnica.
La propuesta de Michel llega después de varios intentos de España, que preside este semestre el Consejo de la UE y está a cargo de las negociaciones con los socios, que están siendo muy tensas: la mayoría solo quiere desembolsar nuevos fondos para el capítulo de Ucrania. Los planes que Madrid había ido poniendo encima de la mesa, aunque también incluían recortes y reducían considerablemente la ambición del Ejecutivo comunitario liderado por Ursula von der Leyen, no se habían abierto a tocar los fondos de la PAC ni los de cohesión, una línea roja para el Gobierno de Pedro Sánchez y una idea que también disgusta a otros, como Francia.
La Comisión Europea tampoco es partidaria de tocar fondos regionales y agrícolas. El comisario de Presupuestos, Johannes Hahn, recalcó que abrir esa caja sería el último recurso. Pero oarece que ese recurso es ahora una opción.
La eurodiputada socialista Eider Gardiazabal, que forma parte del comité de presupuestos, cree que el plan que ahora está sobre la mesa de los socios va contra las propuestas del Parlamento Europeo. “Cohesión y PAC siempre han sido los dos grandes programas europeos que nunca han estado sujetos a revisión. Y abrir la puerta, aunque sea mínimamente, a que esos fondos estén sujetos a revisión a la baja creará un precedente muy peligroso”, opina. “Se abre la puerta para poder recortar esos fondos en cualquier mini crisis que tengamos o cuando surja otro fondo”, abunda la eurodiputada, a la que tampoco satisface que la propuesta de Michel, que los representantes de los Estados miembros revisarán este martes, no incluya dinero ‘extra’ para los intereses de la deuda.
Planes de emergencia de apoyo a Kiev
Las negociaciones son cada vez más duras. Bruselas había reclamado a los países un incremento de gastos de 98.800 millones de euros para necesidades adicionales y actualizadas, a sumar a los dos billones de euros (incluyendo el fondo de recuperación de 800 millones) del marco actual (2021-2024). Es decir, una revisión del marco para el periodo 2024-2027. La idea era dar más fondos a nuevos capítulos para afrontar la inmigración, para competitividad, para un fondo destinado a apoyar frente a los desastres naturales y para Ucrania.
De momento todos los socios menos uno, Hungría, consideran uno de esos capítulos indispensable: un nuevo paquete de 50.000 millones de euros (17.000 en subvenciones y 33.000 millones en créditos) a cuatro años para Ucrania, un mecanismo que trata de dar al país invadido por Rusia seguridad y un cierto grado de compromiso de que podrá contar con ese dinero.
Cuando se acerca la reunión del Consejo Europeo, donde los jefes de Estado y de Gobierno tratarán la batalla presupuestaria, los Estados miembros sondean planes de emergencia para que, si Hungría —que no quiere poner nuevos fondos para apoyar al país que lleva casi 700 días enfrentando la agresión rusa ni tampoco abrir negociaciones de adhesión a la UE— mantiene su veto al paquete de 50.000 millones, Ucrania no se vaya con las manos vacías. Una opción es hacer un plan a 26 Estados miembros para que quede, todavía más claro, además, que Budapest y su primer ministro, Víktor Orbán, están aislados. Otro, alcanzar esa financiación prevista a través de planes bilaterales.
Mientras, Orbán sigue clamando contra Ucrania con una mezcla de diatriba ideológica —tiene buenas relaciones con el Kremlin— y chantaje para que la Comisión Europea le desbloquee miles de millones de fondos que le mantiene congelados por sus vulneraciones al Estado de derecho y hasta que haga reformas para corregirlas. Lo cierto es que Budapest ha hecho varios de los cambios previstos —no todos, según los más críticos— y se prevé que Bruselas le descongele unos 10.000 millones de euros de fondos de cohesión (vinculados a que hiciera reformas en el sistema judicial para garantizar la independencia de los jueces). El cronograma es complejo: si se liberan los fondos, hubiera cumplido o no, puede verse como una contraprestación, como la cesión al chantaje de Orbán a cambio de que abra la mano con Ucrania. El húngaro lo venderá en casa como una victoria de su presión, como un premio a su resistencia, y no como el resultado de que ha acatado los cambios reclamados por Bruselas.
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