La inflación cierra agosto en el 2,6% mientras el foco se desplaza de nuevo a la subida de los carburantes
La escalada del precio de los alimentos se modera al 10,5%, pero acumula 17 meses aumentando a doble dígito, y la subyacente desacelera una décima
El mes de agosto terminó con una inflación del 2,6% respecto al mismo mes del año pasado, según el dato publicado este martes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra es la misma que la adelantada dos semanas atrás, pero supera en tres décimas la de julio, y amenaza con ser un anticipo de las subidas por venir de aquí a final de año. Las perspectivas no dejan de deteriorarse por la escalada del petróleo, la huelga en Australia que tensiona el precio del gas, la devaluación del euro frente al dólar y un efecto base que presiona hacia arriba las tasas, al aproximarse fechas en las que la comparación se realiza con meses de 2022 en los que la inflación se relajó por el respiro de la electricidad.
Cuando todos los ojos estaban puestos en la moderación del precio de los alimentos y su posible influencia para abaratar la cesta de la compra, el repunte energético ha abierto un nuevo frente de inquietud. La desaceleración china, golpeada por la crisis inmobiliaria y la atonía del consumo y las exportaciones, aparecía en el horizonte como una fuerza llamada a contribuir a una rebaja global de los precios ante la menor demanda desde el gigante asiático. Sin embargo, está sucediendo todo lo contrario. El barril de crudo brent ha rebasado la barrera de los 90 dólares, arrastrando a los carburantes a máximos de julio del año pasado tras nueve semanas consecutivas de incrementos de la gasolina y el gasóleo al acudir al surtidor. Estos dos productos fueron los principales culpables del aumento de los precios: la primera está ya un 6,7% más cara que en agosto de 2022, y la segunda está solo 2,9 puntos por debajo.
La tendencia no tiene visos de mejorar a corto plazo: Arabia Saudí y Rusia, dos de los mayores exportadores, han anunciado que prolongarán los recortes de producción como mínimo hasta que termine este ejercicio, una forma de vender más caro y llenar así sus arcas públicas, aun cuando la demanda pueda resentirse.
Los contratiempos exteriores están alterando la evolución de los mercados internacionales de materias primas. Y ese factor, tan incontrolable como pernicioso, no solo tiene como origen las decisiones gubernamentales de los dueños de los pozos del llamado oro negro. También hay turbulencias en el mercado gasístico, clave para fijar los precios eléctricos. Una huelga en dos instalaciones australianas de la firma estadounidense Chevron que representan más del 5% del suministro mundial, ha sacudido la cotización del gas natural en el principal mercado europeo, el holandés TTF, lo cual podría empezar a notarse en el dato de inflación de septiembre, aunque su precio sigue muy por debajo de los días más duros de la crisis energética, y eso ha propiciado que la electricidad sea la partida que más se abarate: cuesta un 49,6% menos que en agosto de 2022.
El encontronazo laboral exhibe la fragilidad de las cadenas de valor que engrasan la globalización, vulnerables a todo tipo de imprevistos. Y amenaza con agravarse. Según Reuters, las negociaciones continúan estancadas, y los sindicatos advierten de que a partir del jueves redoblarán el pulso con el anuncio de dos semanas de huelgas de 24 horas. Australia es, junto a Qatar y EE UU, uno de los mayores exportadores de gas del planeta.
Ese doble varapalo energético se ha visto acompañado por otro suceso inesperado: la debilidad del euro frente al dólar en el mercado de divisas. Europa paga el gas y el petróleo en dólares, con lo que su encarecimiento, unido a la depreciación de la moneda única, está disparando lo que se abona por las importaciones, una transferencia de dinero de los compradores netos de energía —caso de España— rumbo a los vendedores que desequilibra la balanza comercial y en última instancia acaba impactando al consumidor.
La inflación subyacente, que excluye energía y alimentos frescos, sigue muy elevada, en el 6,1%, pese a retroceder una décima. Y la mensual subió cinco décimas.
Ligera moderación de los alimentos
La temporada alta de verano también se ha dejado notar. Los turistas han pagado más por sus reservas en medio de la alta demanda de destinos vacacionales una vez concluida la pandemia que paralizó los viajes. La categoría restaurantes y hoteles sube un 6,4% interanual. De todos los bienes y servicios estudiados por el INE, lo que más subió de precio en agosto en comparación con el mes anterior fue el transporte de pasajeros por mar (14,1%) y los vuelos internacionales (10%).
En cuanto a los alimentos, aunque en agosto se moderaron desde el 10,8% al 10,5%, acumulan con este 17 meses de encarecimientos por encima del doble dígito, y las rebajas del IVA se han demostrado insuficientes para hacerlos recular con fuerza. La sequía que sufre el campo ha generado nuevos focos de conflicto en torno a productos en los que España supone una importante cuota global. El caso más preocupante es el del aceite de oliva, que se ha encarecido, según el INE, un 52,5% respecto a agosto del año pasado, y un 8,7% solo en el último mes. Y las subidas vienen de lejos: desde marzo de 2021 acumula una subida del 114,8%. Es decir, se ha más que duplicado.
En otros bienes, esa escasez de mercancía no se ha notado tanto en el bolsillo, porque se ha suplido con importaciones. El azúcar (42,5%), el arroz (21,6%), los productos de confitería (18,2%) y las patatas (18%), está entre lo que más se ha encarecido en los últimos 12 meses. Para Santiago Martínez, jefe de Análisis Económico y Financiero de Ibercaja, “la sequía y las malas cosechas apuntan a la persistencia de la inflación al menos en una parte significativa de la cesta de la compra”.
Por último, hay dos variables más a tener en cuenta: crecimiento y sueldos. Pese a la acción del BCE, Bruselas acaba de elevar las previsiones de crecimiento económico de España para este año en tres décimas, hasta el 2,2%, lo que indica que la actividad resiste, y está lejos de ese enfriamiento que podría ayudar a contener la inflación. En el caso de los salarios, empiezan a ganar la partida a la inflación: crecieron un 6% en el primer trimestre, frente al 5,1% de los precios, pero está por ver si se trata de un hecho puntual o las nóminas continúan su escalada, lo cual dificultaría la vuelta a las tasas de inflación del 2% que el BCE considera normales, al aumentar el dinero disponible para el gasto.
La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, lee en clave positiva el dato de inflación conocido este martes, y recuerda que en otros Estados cercanos las cosas van peor. “España se consolida como la economía europea con mayor crecimiento y menor inflación, lo cual beneficia a la competitividad de nuestras empresas y también el poder adquisitivo de los salarios”, ha defendido.
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