Arabia Saudí y Rusia llevan el petróleo a máximos anuales al prorrogar su tijeretazo sobre la oferta
Los dos mayores exportadores de crudo del mundo tensan el mercado y complican la lucha contra la inflación en Occidente. El brent supera ya los 90 dólares
La batalla sin cuartel de Occidente contra la inflación tiene un nuevo frente. Los dos mayores exportadores de petróleo del mundo, Arabia Saudí y Rusia, han enviado este martes el precio del crudo por encima de los 90 dólares por barril por primera vez desde noviembre del año pasado con el anuncio de que mantendrán sus recortes voluntarios de producción hasta final de año. El movimiento es una mala noticia para el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal estadounidense (Fed), que ven cómo un factor exógeno, fuera de su radio de acción, complica su lucha contra la subida de precios. En España, la escalada de los combustibles fue el principal factor detrás del reciente repunte del IPC en agosto.
Riad y Moscú hacen oídos a los reiterados avisos occidentales de que el mercado global del crudo podría estar tensándose demasiado, algo que podría volverse en su contra: cuanto más caros estén los carburantes, más incentivos hay a la electrificación del transporte y al desarrollo de vectores energéticos no fósiles, como el hidrógeno renovable. Ajenos a estas voces, los líderes del cartel de la OPEP+ (la versión ampliada de la Organización de Países Exportadores de Petróleo) han decidido este martes ampliar en tres meses su tajo conjunto de 1,3 millones de barriles diarios (un millón de Arabia Saudí; 300.000 barriles rusos).
El movimiento, aunque revisable mes a mes, demuestra la preferencia de ambos países —y, muy particularmente, de Arabia Saudí— por vender menos pero más caro en el siempre complejo dilema entre volumen y precios. Hasta la fecha, los cálculos son nítidos: desde julio, cuando entró en vigor el recorte voluntario, la petromonarquía vende un 10% menos de crudo, pero a un precio unitario un 20% mayor.
Aunque el escenario de prórroga del tijeretazo no era para nada descartable, en especial a la luz de las últimas posiciones públicas de las autoridades saudíes, quienes siguen el día a día del mercado petrolero aún creían posible que Riad y Moscú se contentasen con la reciente subida —antes del doble anuncio, el brent ya acumulaba una notable escalada en el transcurso del verano— y levantasen el pie ante los problemas en la sala de máquinas de la economía china y las señales de ralentización en Europa. El recorte voluntario de saudíes y rusos, anunciado a principios de junio, se suma al compromiso de reducción de la oferta adquirido en abril por casi todos los miembros de la OPEP+, y que se prolongará hasta finales de 2024.
“Es algo sorprendente y la reacción del mercado ha sido inmediata”, valora por teléfono Jorge León, vicepresidente y jefe de análisis petrolero de la consultora energética Rystad Energy. La gran pregunta, dice, es por qué ahora, a pesar de que el petróleo ya cotizaba en niveles más que confortables para sus intereses. “Hay dos posibles respuestas: que les preocupe la situación en China y una posible debilidad en la demanda global, y que hayan optado por mover ficha primero para limitar la posible desaceleración de los precios en los próximos meses; o que quieran tomar ventaja de la subida de precios del crudo y quieran un poco más”. León se decanta por la segunda: “Viendo los datos mundiales de movilidad, no hay nada que haga pensar en una mayor debilidad de la demanda de petróleo en el futuro más próximo”.
Más allá del BCE y de la Fed, a quienes complica su ya de por sí intrincada labor, la noticia también es una mala noticia para el presidente de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden —enfrentado con Riad desde hace meses y uno de los grandes enemigos del Kremlin—, que se enfrenta a la reelección en noviembre del año que viene. En el gigante norteamericano, el precio de la gasolina es algo más que un elemento más de la cesta inflacionaria: es un elemento no menor en el proceso de decisión del voto.
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