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Las exportaciones de Marruecos amenazan la producción comunitaria de tomate

España cede cuota de mercado: en una década ha pasado de exportar un millón de toneladas a 630.000, un 37% menos

Tomates
Un trabajador pone perchas en un invernadero de tomate en La Cañada (Almería).FRANCISCO BONILLA

El incremento de las exportaciones desde terceros países, especialmente desde Marruecos, junto a las mayores exigencias en materia del uso de fitosanitarios —que no se piden a los productores de fuera de la Unión Europea—, amenaza la producción comunitaria de tomate, según la reciente denuncia remitida a Bruselas por el grupo de contacto de este producto, del que forman parte agricultores de España, Italia, Portugal y Francia. En una década, España ha pasado de exportar un millón de toneladas a 630.000, un 37% menos.

El director de la Federación Española de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas, José María Pozancos, destaca la dificultad de competir frente a unas producciones que tienen unos costes de producción a la mitad. Para la patronal, además de esta circunstancia, el sector comunitario se enfrenta a otros obstáculos de mayor calado, derivadas del Acuerdo de Asociación de 2013 que establece unas mínimas exigencias de acceso, entre las que se hallan unos aranceles de 0,46 euros por kilo, la aplicación de los mismos a las elevadas producciones de tomate que se obtienen en los territorios del Sahara Occidental. A ello se suma, denuncian desde el sector, la dejadez a la hora de aplicar otras exigencias en frontera.

España ha liderado en Bruselas la necesidad de aplicar la llamada cláusula espejo, por la que se debería exigir a los productos importados las mismas condiciones de cultivo que a las producciones comunitarias. Entre ellas, destaca reducir en un 50% el uso de los productos fitosanitarios que en la UE amenazan con provocar un ajuste de las producciones agrícolas. Desde los países comunitarios productores de tomate se reclaman apoyos parar compensar a los agricultores esta situación, si bien se entiende que la salida a futuro no son las ayudas sino la existencia de unos mecanismos de protección. Y no solo para el tomate, sino para el conjunto de producciones amenazadas por esta política, como los frutos rojos o la alubia verde, así como con la apertura de nuevos mercados.

Entre 2013 y 2022 las importaciones comunitarias de tomate han pasado de 441.000 a 793.000 toneladas. En ese periodo, Marruecos pasó de exportar 366.000 toneladas a Europa a poner 557.000 en el mercado, una cifra a la que hay que sumar la cantidad que comercializa en el Reino Unido —un socio preferente desde el Brexit—, donde ha pasado de vender 40.000 toneladas a las 144.000 actuales. Con ese volumen, Marruecos está copando algunos de los principales mercados comunitarios, como Francia, donde —con 421.000 toneladas— acapara el 98% de las importaciones. En Países Bajos, casi siete de cada 10 toneladas importadas provienen del país norteafricano. Las exportaciones de Turquía, segundo proveedor de tomate de los Veintisiete, pasaron en el mismo periodo de 29.000 a 187.000 toneladas.

España no es ajena a la mayor entrada de tomate marroquí: en 2022, las importaciones desde allí llegaron a las 88.000 toneladas. En una década se han multiplicado por cuatro. Sin embargo, apuntan los agricultores, lo más grave no es la mayor venta en el mercado interior, sino los efectos negativos de las ventas de Marruecos en otros mercados comunitarios, lo que reduce las capacidades de exportación de las regiones productoras españolas, como Extremadura o Almería.

España, con una producción de tomate para consumo directo —al margen de las producciones para uso industrial— de unos dos millones de toneladas, ha ido perdiendo progresivamente peso en los actuales mercados comunitarios por la presencia marroquí, pasando en una década de exportar algo más de un millón de toneladas en 2013 a solo 630.000 en 2022, con pérdidas de cuota generalizadas y muy especialmente en Francia. En el Reino Unido, uno de los principales mercados, la posición española en el mismo periodo ha pasado de 143.000 a 71.000 toneladas, mientras Marruecos más que triplicaba su presencia.

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