_
_
_
_

Alemania apaga sus últimas centrales nucleares en plena crisis energética

El cierre se decidió en tiempos de Merkel, pero Scholz había concedido una prórroga a los reactores para asegurar el suministro ante la falta de gas ruso

Centrales nucleares Alemania
Central nuclear en Essenbarch, cerca de Landshut, al sur de Alemania, este viernes.CHRISTOF STACHE (AFP)
Elena G. Sevillano

Llegó el día. A partir de este sábado Alemania no producirá un gigavatio más de origen nuclear. Con el cierre de los tres últimos reactores, la era de la generación con energía atómica llega a su fin en la primera economía europea después de 60 años y en plena crisis energética y climática. Aunque la decisión se tomó hace casi dos décadas, el largamente anunciado apagón nuclear está generando una enorme polémica de última hora en el país. Una veintena de científicos han publicado una carta abierta en la que reclaman mantener las centrales abiertas, mientras la oposición habla de “día negro” para el país.

La crisis energética desatada tras la invasión rusa de Ucrania había concedido a las nucleares una última prórroga. Tendrían que haberse desconectado el 31 de diciembre pasado, como decidió el Gobierno de Angela Merkel en 2011 tras la catástrofe de Fukushima. La fecha del apagón definitivo quedó fijada por ley después de un largo proceso de cierre progresivo iniciado en 2002. Sin embargo, la necesidad de dar apoyo a la producción de electricidad ante el corte de suministro del gas ruso forzó que la coalición del canciller Olaf Scholz ampliara su funcionamiento hasta el final del invierno.

Compromisos climáticos

La decisión está tomada, y no hay vuelta atrás, pero eso no ha impedido que los defensores de esta tecnología pongan el grito en el cielo y exijan una nueva prórroga ante la difícil situación que ha provocado la guerra. El adiós definitivo a la energía nuclear abre un capítulo de enorme incertidumbre. El reto es mayúsculo porque Alemania no va a tener fácil cumplir sus compromisos climáticos. Deberá hacer la transición hacia una economía descarbonizada en 2045 sin energía nuclear y eliminando progresivamente el carbón, con el que actualmente se produce alrededor de un tercio de la electricidad que consume el país. En 2038, esta fuente de energía, la más contaminante, debería desaparecer por completo. Y todo ello en un momento en que el gas barato ruso ha dejado de fluir alegremente por las tuberías que durante décadas impulsaron los distintos cancilleres.

Alemania tiene por delante también la ingente tarea de desmantelar las centrales —llegó a haber 37 reactores en funcionamiento— y almacenar los residuos radiactivos generados en los últimos 60 años. Berlín todavía no ha decidido dónde construirá el cementerio definitivo, una patata caliente que hasta ahora todos los gobiernos han evitado.

La nuclear aporta el 6% de la electricidad

Los combustibles fósiles todavía dominan el mix energético alemán. En 2022 la nuclear apenas representó un 6% del total, mientras a finales del siglo pasado superaba el 30%. Carbón y gas sumaron el 46,2%. Las renovables, especialmente solar y eólica, contribuyeron con un 44,6%. El país se ha propuesto alcanzar el 80% en 2030, para lo que tendrán que instalarse “cuatro o cinco aerogeneradores cada día”, ha asegurado el canciller, Olaf Scholz. Una previsión que se antoja optimista, porque el año pasado apenas se pusieron en marcha 551 en todo el país.

El cierre de las tres últimas centrales no tendrá un gran impacto para el sistema, señala Georg Zachmann, experto en energía del centro de estudios Bruegel en Berlín, que recuerda que la decisión era “esencialmente irreversible desde el verano del año pasado”. Pero abandonar la energía nuclear “no facilita ni la reducción de emisiones ni la seguridad del abastecimiento”, reconoce: “Que este cierre definitivo coincida con la mayor crisis energética de Europa es mala suerte. La falta de gas barato obliga a Alemania a acelerar masivamente su transición, a un coste altísimo”.

Los operadores de las centrales Isar 2, en Baviera (sur); Neckarwestheim 2, en Baden-Würtemberg (suroeste), y Emsland, en Baja Sajonia (noroeste), llevan meses preparándose para desengancharse de la red. La prórroga no ha requerido comprar nuevas barras de combustible, que era la línea roja de los verdes para dar su visto bueno a la extensión. Los liberales, el otro socio de los socialdemócratas de Scholz en la coalición, presionaron para que los reactores siguieran funcionando al menos durante todo este año, lo que habría significado generar nuevos residuos nucleares. El proceso de desmantelamiento empezará inmediatamente. De hecho, el operador de Neckarwestheim, EnBW, ya tiene la autorización concedida desde hace unos días. “En este contexto, el debate sobre una nueva prórroga es puramente teórico”, apunta un portavoz.

Teórico o no, desde luego el debate está en la calle. Una encuesta reciente de la televisión pública ARD muestra un vuelco en la opinión de los alemanes sobre la energía nuclear. De estar muy mayoritariamente a favor del apagón, han pasado a estar en contra (el 59%) del abandono de esta tecnología. Wolfgang Irrek, catedrático de Gestión de la Energía y Servicios Energéticos en la Universidad de Ciencias Aplicadas Ruhr West, no se explica la efervescencia del debate “a pesar de que está decidido y ninguna empresa alemana quiere construir nuevas centrales ni ampliar el funcionamiento de las existentes, por no hablar de que la energía nuclear es la más cara del mundo”.

También los partidos políticos han cambiado de opinión. La decisión de poner fecha al apagón nuclear la tomó en 2011, con un amplio consenso, un Gobierno formado por los democristianos de Merkel y los liberales. “Ahora estas formaciones ven la oportunidad de obtener beneficios políticos vinculando los actuales problemas energéticos a un abandono que originalmente fue idea de los verdes”, apunta Zachmann.

“Mañana [por el sábado] es un mal día, es un día negro para Alemania”, ha lamentado el actual líder de la oposición, el democristiano Friedrich Merz: “No puede ser que saquemos de la red tres centrales nucleares que son las más seguras del mundo. Ningún país está reaccionando a la guerra de Ucrania y la crisis energética como Alemania. ¿Quién conduce en sentido contrario aquí?”. Los conservadores acusan al ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, de preferir quemar carbón para producir electricidad que emplear la energía nuclear.

El Ejecutivo de Scholz asegura que la seguridad energética está garantizada sin los tres reactores. “Los depósitos de gas están bien abastecidos, hemos construido nuevas terminales de GNL en la costa y preparamos una expansión masiva de energías renovables”, ha asegurado el ministro Habeck.

“Es un buen día para Alemania y para la protección del clima”, proclama el experto en nucleares de Greenpeace Heinz Smital parafraseando a Friedrich Merz. La organización, que lleva décadas peleando para ver el fin de una energía que considera extremadamente peligrosa, asegura que la eliminación gradual de la energía atómica favorece la expansión de las energías renovables, que es el objetivo que se han marcado no solo el Gobierno alemán, sino los de la UE y del resto del mundo.

Los científicos que han escrito a Scholz no lo ven así. Los tres reactores “podrían suministrar electricidad a más de 10 millones o una cuarta parte de los hogares alemanes”, dicen en la carta abierta. “Al necesitarse menos electricidad de las centrales de carbón se ahorrarían hasta 30 millones de toneladas de CO2″, añaden, lo que “contribuiría claramente a aliviar la crisis energética y alcanzar los objetivos climáticos”.

En plena crisis energética, Alemania ha decidido ir en sentido contrario al resto de sus socios de la Unión Europea (salvo España), que ven en la nuclear una garantía para asegurarse el suministro, reduciendo las emisiones de CO2. Francia, que históricamente ha dependido de la energía nuclear para generar el 70% de su electricidad, presiona para incluirla en los objetivos de energías renovables de la UE y ha anunciado que construirá más centrales. También Países Bajos. Bélgica ha anunciado que las mantendrá activas 10 años más y Polonia, que no tiene ninguna, empezará a construirlas.

Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_