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El Reino Unido, al borde de la recesión

El PIB se congeló en el último trimestre de 2022 y esquivó el descenso previsto, pero los pronósticos para 2023 sigue apuntando a una economía a la baja

Las huelgas han paralizado en las últimas semanas la economía del Reino Unido. En la imagen, terrazas vacías en el centro financiero de Londres, el 3 de febrero
Las huelgas han paralizado en las últimas semanas la economía del Reino Unido. En la imagen, terrazas vacías en el centro financiero de Londres, el 3 de febreroCarlos Jasso (Bloomberg)
Rafa de Miguel

El Reino Unido esquivó la recesión que el consenso de los economistas dibujaba ya para finales de 2022. En el último trimestre de 2022, el PIB del país permaneció congelado. No registró crecimiento ni descenso. Confirmó, con el 0% anunciado este viernes por la Oficina Nacional de Estadística (ONS, en sus siglas en inglés), que la economía británica sigue siendo “el enfermo de Europa”, afectada por meses de inestabilidad política, los efectos negativos de un Brexit que ha cumplido ya tres años, una oleada de huelgas en el sector público que el Gobierno de Rishi Sunak es incapaz de controlar, un mercado laboral en tensión por la falta de personal, una inflación del 9,2% y un descenso de una década en la productividad cuyas causas no se aventuran a concretar los analistas.

El consenso define la recesión técnica como dos trimestres consecutivos de caída del PIB. El Banco de Inglaterra aventuraba que los últimos tres meses de 2022 registrarían un descenso del 0,1%. No ha sido así, pero el dato final es más un pobre consuelo y una victoria pírrica que una señal esperanzadora. Las largas vacaciones de septiembre, por el fallecimiento de Isabel II, y la alegría —en bares y restaurantes— que se permitieron muchos británicos por la celebración del Mundial de fútbol ofrecieron un respiro extraordinario, pero entre finales de noviembre y principios de diciembre, el declive fue del 0,5%, superior al 0,3% que había anticipado el consenso de economistas elaborado por la agencia Reuters.

El Reino Unido se mantiene como la economía con peores expectativas de todo el G-7 —el grupo de naciones más industrializadas— y no ha logrado alcanzar todavía los niveles de crecimiento anteriores a la pandemia. En comparación con los últimos tres meses de 2019, sigue un 0,8% por debajo, frente al 5,1% de aumento de Estados Unidos o el 2,4% de la eurozona en las mismas fechas.

Los datos que hacen referencia a la actividad del país se han convertido en una batalla ideológica en la que el Gobierno conservador se aferra, de modo selectivo, a los buenos resultados del pasado para restar valor a las previsiones actuales de los organismos internacionales. “El hecho de que el Reino Unido fuera la economía del G-7 que tuvo mayor crecimiento el año pasado, y el hecho mismo de que hayamos esquivado la recesión, muestra que nuestra economía tiene mayor capacidad de resistencia de lo que muchos temían”, ha dicho el ministro británico de Economía, Jeremy Hunt. La OCDE ha señalado que la actividad británica creció un 4,4% en 2022. A continuación, en el grupo de los siete, Italia registró una subida del 3,7%. La misma organización, sin embargo, anticipa para 2023 una contracción de la actividad británica del 0,4%.

El hombre designado por Sunak para intentar enderezar el daño a la credibilidad internacional del país y a la estabilidad de sus mercados que provocó el malogrado programa de rebaja de impuestos de la ex primera ministra, Liz Truss, sufre desde hace meses una presión múltiple. De sus propias filas, en el Partido Conservador, por haber subido impuestos y resistirse a bajarlos, a pesar de las pésimas expectativas electorales de los tories. De la ciudadanía, porque la crisis del coste de la vida está golpeando duramente sus bolsillos. De los trabajadores del sector público, porque amenazan con deteriorar más la situación con una oleada de huelgas y reclaman subidas salariales que Hunt considera incompatibles con el esfuerzo desplegado para frenar la inflación. “No hemos salido del peligro, especialmente en lo que a la inflación se refiere”, ha advertido el ministro, como contrapunto a su reacción optimista al dato del PIB.

“Este Gobierno se limita a poner en práctica remiendos superficiales, pero si no resuelve la raíz del problema es poco probable que volvamos a crecer en un futuro inmediato”, ha advertido George Dibb, el economista al frente del departamento de justicia económica del Instituto para la Investigación de Políticas Públicas, uno de los centros de pensamiento más progresistas del Reino Unido. “Las empresas reclaman a gritos una estrategia industrial auténtica, y que el Gobierno libere las inversiones en ‘economía verde’. Los recortes en inversión de capital y en inversión pública nos condenan a un bucle de crecimiento pobre”, ha advertido Dibb.

Los expertos de Resolution Foundation, otro de los centros británicos de análisis más relevantes, comparten el diagnóstico de inquietud, aunque apuntan a algunas señales de optimismo. “La foto a largo plazo es preocupante, con un Reino Unido que todavía no ha recuperado su nivel prepandémico y sostiene un largo periodo de crecimiento económico lento desde la crisis financiera [de 2008]”, ha dicho James Smith, el economista jefe del departamento de investigaciones del centro. “Sin embargo, el descenso en los precios mayoristas del gas ofrece esperanzas a los hogares británicos y a la economía en general, con la previsión de que la inflación experimente un descenso drástico a lo largo del año”. El Banco de Inglaterra ya ha señalado que la cifra puede bajar hasta el 4% a finales de 2023.

La llegada de Sunak a Downing Street —un político con escaso carisma, y que los conservadores solo recuperaron a última hora para frenar la debacle de Truss— solo responde a un objetivo: enderezar la economía. Cualquier mal dato contribuye a dar alas a una oposición laborista que ya se ve con un pie en el Gobierno, aunque técnicamente falten aún dos años para las próximas elecciones. “Las cifras de hoy [viernes] nos muestran que el Reino Unido —a pesar de su gran potencial— sigue estancado en el carril lento”, ha reaccionado Rachel Reeves, la portavoz laborista de Economía, al dato del PIB. “Debemos aplicar medidas urgentes para evitar que la actual crisis del coste de la vida provoque más daño”. El principal partido de la oposición, que acusa al primer ministro de tener una posición de debilidad ante su propio partido y los poderes económicos del país, reclama ya un nuevo impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas, para evitar la previsible subida de abril de la factura del gas y la electricidad.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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