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La economía de la zona euro esquiva la recesión y crece un 3,5% en 2022

La actividad en los países de la moneda única se frena en el último trimestre del año al aumentar solo un 0,1%

Operadores de una fábrica de Coca-Cola en el norte de Francia.
Operadores de una fábrica de Coca-Cola en el norte de Francia.SAMEER AL-DOUMY (AFP)
Manuel V. Gómez

La invasión de Ucrania por Rusia ha frenado la economía europea. La actividad en la zona euro se estancó a finales del año pasado, según los datos publicados este martes por la oficina estadística europea (Eurostat). En el último trimestre de 2022 el PIB de los 19 países que comparten la moneda común apenas creció un 0,1% respecto al mes anterior, un dato exiguo, aunque suficiente para alejar el fantasma de una recesión técnica este invierno. No obstante, el buen comienzo de 2022, con un muy buen primer semestre, ha permitido que el área monetaria registre un aumento medio del 3,5% en el conjunto del ejercicio.

La primera estimación de lo que ha pasado entre octubre y noviembre en la economía de la UE y la eurozona espanta, de momento, el fantasma de la recesión técnica (dos trimestres consecutivos con caídas respecto al periodo inmediatamente anterior). Algo que ha sido destacado por el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni: “Buenas noticias: la zona euro evitó una contracción en el último trimestre de 2022. Seguimos enfrentándonos a múltiples retos, pero las perspectivas para este año parecen hoy algo más halagüeñas que en otoño”.

A pesar de la rápida valoración, el italiano se ha mostrado prudente. Todavía es muy pronto para lanzar las campanas al vuelo. Ese incremento del 0,1% es muy escaso y puede convertirse en una cifra negativa en cualquier revisión estadística posterior. Esto es lo que ha pasado, por ejemplo, en Alemania. La primera cifra que se conoció sobre su marcha económica en 2022 llevaba a pensar que la primera economía de la zona euro había resistido a finales de año y no había caído al terreno negativo. La revisión que se conoció este lunes ha dicho lo contrario, que en el último trimestre hubo una contracción del 0,2%.

También países como Austria, Italia o República Checa han sufrido una contracción económica en los últimos tres meses de 2022. Los tres, como Alemania, comparten una característica: una gran dependencia hasta que comenzó la guerra, e incluso después, de las materias primas rusas, especialmente del gas. Por su parte, Irlanda, con un destacadísimo crecimiento trimestral del 3,5%, Francia, España, Bélgica o Portugal han mostrado más resistencia y, pese al estancamiento generalizado, menos en el caso irlandés, no han visto menguar su economía.

“Irlanda creció la friolera de un 3,5% —las recientes oscilaciones del PIB irlandés se deben en gran medida a la actividad contable de las multinacionales—, lo que ha contribuido sustancialmente al escaso crecimiento del PIB de la eurozona. De hecho, el crecimiento de la eurozona habría retrocedido hasta el 0% si no se incluyera a Irlanda”, apunta Bert Colijn, el economista del banco holandés ING responsable del área de la moneda única. El tamaño de la economía irlandesa no es muy grande y el país se ha convertido en la sede de grandes multinacionales, especialmente los gigantes tecnológicos, por sus ventajas fiscales. Eso explica que los movimientos en los balances de estas enormes firmas sean capaces de mover su PIB.

Se esperaba una la salida de la crisis provocada por la covid-19 muy fuerte, que la economía rebotara con fuerza tras la perturbación económica que supuso el confinamiento por la propagación del virus. Y así empezó el año. Hasta que el presidente ruso, Vladímir Putin, decidió a finales del pasado febrero invadir Ucrania y traer de vuelta en Europa los vientos de guerra. A eso se sumaron los problemas en las cadenas de suministro, la falta de componentes por el cerrojazo de China en su política de covid cero y el aumento de los precios de la energía por el conflicto en Ucrania. La inflación empezó a descontrolarse a mediados de este año.

Con la invasión de Ucrania, la crisis energética arreció. La inflación se disparó a niveles solo vistos en los países desarrollados hace cuatro o cinco décadas y la actividad ya se resintió mucho. Hay dos mitades muy claras en los datos del PIB de 2022. Y da igual cómo se miren, si comparando la marcha con el trimestre inmediatamente anterior o con el mismo periodo del ejercicio precedente. Ambas muestran que la economía de la eurozona se ha parado desde el pasado verano.

Hay un lado positivo, o menos malo en estos números. Se esperaba que fueran peores. Las previsiones de los servicios de estudios en verano y otoño eran más lúgubres. Finalmente, la caída ha sido menor de lo vaticinado por la desaceleración de los precios de la energía (y de la inflación). Muchas casas de análisis habían elaborado sus cálculos suponiendo que el megavatio hora (MWh) de gas en el mercado holandés TTF, el referente en Europa, se pagaba entre 150 y 200 euros. Así, la dura recesión que se atisbaba ya se queda en un estancamiento brusco. Un ejemplo claro de esto lo ha dado esta pasada madrugada el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha revisado su previsión de crecimiento mundial para 2023 —la ha elevado dos décimas, hasta el 2,9%— y ha señalado que ya se ve “un punto de inflexión”. Antes lo hizo para la eurozona el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs, que vaticinó a mitad de enero que no habría recesión invernal.

“La eurozona logró crecer un 0,1% en el cuarto trimestre, pero es probable que esto oculte una contracción del gasto de los hogares. Se han evitado los peores escenarios para este invierno, pero la economía sigue aletargada”, ha resumido rápidamente Colijn, de ING. Este economista deja claro que las cosas son menos oscuras de lo previsto, pero eso no es sinónimo de bueno.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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