Los costes asfixian al comercio: “Si esto dura mucho, se llevará a muchos negocios por delante”
Las subidas de la factura de la luz, los alquileres y las deudas de la pandemia ponen contra las cuerdas a muchas tiendas de proximidad
Un nuevo tsunami, con una escalada sin precedentes de costes derivados directa e indirectamente de la crisis energética, golpea al comercio. Tsunami es la palabra que escoge Pròsper Puig, carnicero-charcutero del popular barrio de Sant Andreu (Barcelona), para definir la situación. “Si esto dura mucho, se llevará a muchos negocios por delante. Lo que no se llevó la pandemia se lo llevará el coste de la luz”, alerta. Su factura de electricidad ha pasado de 1.800 euros el año pasado a 4.300 este verano. “Si sumas el incremento del alquiler, los costes que no hemos podido repercutir… no sé qué haremos”. El límite: “Entrar en pérdidas”. Carnicerías, panaderías, tiendas de ropa, de deporte, zapaterías, peluquerías, ópticas… comercios de todo tipo están viéndose asfixiados por el incremento de los costes asociados a la subida de la energía, las materias primas y la inflación.
La Alianza de Comercio y Hostelería de España, que agrupa a asociaciones de los dos gremios desde la pandemia, pidió a comienzos de mes un pacto para limitar al 2% las alzas de los alquileres de los locales en 2023 para ayudar a los negocios a capear el temporal. Sería aplicar un tope como el que rige hasta finales de año en los alquileres de vivienda. La gran mayoría de los contratos se actualizan en enero y, con el IPC rozando el 10%, el incremento de la renta puede ser la puntilla para muchos negocios, explica Álvaro Otal, portavoz de esta alianza y gerente de Anceco (Asociación Nacional de Centrales de Compra y Servicios), una de las organizaciones incluidas en ella (que integra 127 centrales de compra y servicios que representan a 22.000 empresas de 21 sectores, como el grupo IFA, InterSport y Toy Planet). A cambio, según la propuesta de limitar los alquileres, los propietarios de los locales podrían tener beneficios fiscales. “Los costes están disparados y hacen inviable la continuidad de muchos comercios”, advierte Otal.
El panorama es difícil. Entre el pasado enero y agosto, cerraron en España más de 46.000 empresas, la mayoría pymes o micropymes, según la firma especializada en gestión de riesgo de crédito y análisis de datos Experian. El comercio mayorista y minorista encabeza la clasificación, con 8.538 tiendas que han bajado la persiana, seguido de la construcción y actividades profesionales. Las causas principales de los problemas del comercio, según Otal, son una subida de los salarios del 7% de media, un coste de la energía que se ha duplicado y un encarecimiento de los suministros del 30%.
La revisión de las rentas no es el mayor problema de las tiendas de proximidad, pero agrava su frágil situación tras dos años de pandemia con cierres forzosos, medidas de límites de aforo y otros costes asociados. “Afecta a todos los comercios que tienen el local en alquiler, que son muchos, estén en un barrio de la periferia o en el centro, porque un comercio viable hace sus cálculos y suele ir ajustado; entre el mayor coste de la luz, que se ha duplicado o triplicado, las subidas de las materias primas, los alquileres… es muy complicado”, afirma Otal. Los contratos en el sector suelen estar entre los 10 y 15 años; un periodo menor resulta arriesgado, ya que, de media, se calcula que se tardan siete años en amortizar lo invertido en abrir el local.
Reducción de costes
Negocios de alimentación como los de Pròsper Puig han visto dispararse la factura energética de manera desproporcionada. El motivo es que mucha electricidad para su día a día. Otros comercios la utilizan menos, pero también les impacta. En las dos pequeñas peluquerías que tiene Rocío Torres en el barrio de Pilar, en el norte de Madrid, las facturas de la luz han incrementado sus costes. La comerciante está pensado en agrupar la actividad en un solo local y cerrar uno de los dos porque no le compensa.
“Tengo dos empleados, cuando antes de la pandemia tenía cinco; y con dos alquileres no siempre es fácil las cuentas. Además, me los han subido este año e imagino que el que viene también, aunque los propietarios, debo reconocer, me dejan margen para pagar más tarde cuando no tengo más remedio”, explica Torres. Tampoco puede repercutir los costes en sus tarifas porque, dice, hay mucha competencia: “Veo que la gente se va a las peluquerías de los centros comerciales, y eso que suelen ser más caras; si subo precios me da miedo perder clientes; de vez en cuando saco la pizarra a la calle con alguna oferta”, añade la comerciante.
Las grandes superficies llevan años engullendo cuota de mercado en el comercio. Un caso llamativo son las tiendas de ropa, un negocio cada vez más en manos de grandes firmas. En la pandemia las familias redujeron su gasto anual en textil: 470 euros menos entre 2019 y 2021. Las empresas han facturado un 54% menos en ese periodo y han cerrado 17.000 tiendas, hasta las 44.672 que había a finales del año pasado, según Acotex, la patronal del sector.
El negocio de venta de ropa para mujer de Núria Pujol Jover, en el barrio de Gràcia de Barcelona, es de los que sobrevive. Después de más de 20 años detrás del mostrador, Pujol deja claro que rehúye la idea de que el pequeño comercio siempre se está quejando, pero relata que la situación no es fácil debido a la combinación de pandemia, inflación, guerra y tener pendiente la devolución de los préstamos que dio el ICO durante la pandemia. Esto hace que a “la gente le cueste ir de compras: en parte por la situación económica y en parte por la falta de ilusión”.
“Muchos somos negocios unipersonales, amamos lo que hacemos y la mayoría estamos en una edad difícil para reinventarnos profesionalmente”, explica Pujol. Gran defensora del comercio de proximidad y ha hecho un esfuerzo para adaptarse a los tiempos: Pujol se ha lanzado a vender por internet y a tener presencia en las redes sociales, “con un producto competitivo en precio, de calidad y de producción local en un 90%”. En su caso, el alquiler no es un problema y aplaude la actitud comprensiva del propietario de su local.
La factura energética es lo que más pesa. El lunes pasado, en la junta de Barcelona Comerç las caras eran largas, la fundación que agrupa a 25.000 tiendas de las calles comerciales ubicadas en los barrios, fuera del centro turístico. Lo cuenta Salva Vendrell, el presidente: “La mayoría había recibido el palo de la luz. Es la máxima preocupación. Los recibos se han triplicado respecto al año pasado, y las bonificaciones anunciadas por el Gobierno todavía no han llegado”, lamenta y precisa que los negocios más perjudicados son los que más consumen: panaderías, pastelerías, tiendas de alimentación, bares y restaurantes, peluquerías o copisterías. “Todo el que tiene maquinaria”. Vendrell, en su negocio, un bar, ha pasado de pagar 800 euros a 3.500 en agosto: “No puedo apagar las neveras”, alerta.
Barcelona Comerç, que ya vio bajar la persiana al 7,5% de las tiendas en 2021 y reivindica que representa el 13% del PIB de la ciudad, pidió el miércoles a las administraciones ayudas directas y medidas para permitir la supervivencia de un pequeño comercio que ve “amenazada” su supervivencia. Entre sus peticiones, una mayor rebaja fiscal sobre la energía y la bonificación de la mitad de las cuotas de la Seguridad Social y el 100% de las de autónomos hasta mayo de 2023.
La subida de alquileres si se aplica el IPC en enero también preocupa, pero todavía no ha llegado. Se sumará a un rosario de palos en solo un año y medio: pandemia, la devolución de los ICO, el coste de las materias primas, la guerra y la crisis energética… Los tenderos ya no saben qué hacer con el aumento de costes: el aceite de las freidoras industriales, por ejemplo, ha pasado de 25 euros la garrafa a 130. “¿Qué haces? ¿Cómo lo repartes? ¿Hasta qué punto puedes asumir y hasta qué punto estará dispuesto a pagar el cliente?”, lanza Vendrell. Y asegura que hay quien ya ha terminado los ahorros, los márgenes o puede verse empujado a despedir personal. Es optimista, pero todo tiene un límite. “No tiramos la toalla, pero es que llega un momento…”, añade.
Efecto de la pandemia
También en la capital catalana, Gabriel Jené preside Barcelona Oberta, la asociación que representa a los comerciantes de los ejes turísticos. Son los que más sufrieron durante la pandemia, mientras los barceloneses se volcaron en las tiendas de sus barrios. Pensando en el sector en general les preocupa también la subida de la electricidad, los alquileres y, en concreto por su segmento, también las consecuencias de no despachar productos de primera necesidad. “La renta familiar es un elemento regresivo a la hora de captar clientes en el retail que no forma parte de las necesidades básicas y es más aspiracional. La gente paga la vivienda, la alimentación, el móvil, algo de ocio… y luego se plantea una camisa, unos zapatos o cambiar la colcha”, resume.
Sobre los alquileres del centro, con precios elevados ya de por sí y con “la previsión de que el 1 de enero la mayoría de contratos suban un 10%”, Jené pide que los propietarios “tengan la visión de ayudar al comercio (en un contexto donde las ventas no aumentan y los costes se han disparado), adaptarse y mantenerlo porque la alternativa es que se vacíe el local”. “Si se impusiera esta mentalidad, agregada, salvaría a mucha gente”, explica el presidente de la asociación.
Los ICO, como se conoce a los préstamos públicos ventajosos que se articularon para afrontar la pandemia, son otro frente abierto. En breve, se acaba la garantía del Estado y muchos se preguntan qué capacidad tendrá el Gobierno para seguir avalando: “No va a ser fácil devolverlos de un día para otro, se puede entrar en morosidad, pero algo habrá que hacer para aguantar el déficit de los meses del covid”, que Jené calcula que puede ascender a la mitad de la facturación de un año.
“El ICO era un colchón, pero no hemos vuelto a las cifras de 2019″, explica Jorge Portillo, que tiene dos tiendas de cosmética ecológica en Barcelona (una en el centro y la otra en el barrio de Gràcia). Esos préstamos, que pidió en pandemia y tendrá que pagar durante cinco años, son su gran losa. Ha tenido que prescindir de dos empleados pese a que destinó parte de los créditos a pagar salarios. Como otros compañeros, cree que, por encima de todo, lo más complicado “es la incertidumbre”. Casi se olvida de otro problema: en una de las dos tiendas le suben el alquiler un 10%.
El coste laboral
De vuelta al barrio madrileño de El Pilar, Juan Carlos Sánchez Pérez, propietario de una óptica (Optiwanda), explica que mantener empleados es de lo más caro y él ha decidido montar su negocio para que funcione solo con un trabajador: él. “Llevo 12 años en el barrio y no me va mal, es verdad que la factura de la luz está siendo muy elevada y creo que deberían ponerse en marcha medidas más innovadoras”, cuenta. Él, de momento, ha puesto luces leds (de bajo consumo). “Estar en un lugar como este es como estar en la calle, se toma muy bien el pulso a la calle, y veo que la gente está preocupada, mira mucho lo que gasta, porque su poder adquisitivo ha bajado”, explica Sánchez. Y anima a potenciar las energías renovables: “Paneles, baterías virtuales, aerotermia… por mi experiencia como usuario, me han bajado la factura un 50% en mi domicilio”.
También trata mucho con sus clientes Juan Antonio Hernando, que tiene tres restaurantes en la zona de Las Rosas, cerca del Estadio Cívitas Metropolitano del Atlético de Madrid. El primero lo abrió hace 25 años. “Trabajamos más que antes, pero no vemos beneficios; los productos han subido un 20%, pero no los puedo repercutir a la gente, porque no vendrían”, explica. La factura de la electricidad ha multiplicado por tres su importe. Antes tenía 35 empleados y ahora tiene 18 y los va rotando entre los locales según la afluencia prevista. Dos locales son suyos y el tercero es alquilado, aunque la propietaria ha ido adaptando la renta a las circunstancias. Y resume en una frase algo con lo que coinciden todos los comerciantes y hosteleros entrevistados: “Cada vez es más difícil mantener el negocio”.
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