La varita mágica del BCE
El nuevo mecanismo contra la fragmentación de la eurozona es rotundamente disuasorio y resulta efectivo sin aplicarse
La varita mágica del BCE es el nuevo mecanismo contra la fragmentación de la eurozona por culpa de que se disparen las primas de riesgo, y eso sea aprovechado por los especuladores.
Se llama Instrumento de Protección de la Transmisión (de la política monetaria; TPI, por sus siglas en inglés). Es la decisión más sustantiva de la última e histórica reunión del consejo de gobierno de la institución. La esencial, pues el alza histórica de los tipos de interés, preanunciada, era casi de carril. Y este nuevo instrumento es mucho más novedoso.
Lo es sobre todo porque se basa en que las compras de bonos públicos de países en apuros (y si conviene, privados) “no están restringidas ex ante”. Es decir, no hay limitación de cuantía para el bazuka, el cortafuegos o la amenaza contra los oportunistas del mercado, para convencerles de no arruinarse apostando contra un país de la eurozona.
Por eso la varita es mágica: porque es rotundamente disuasoria, e igual resulta efectiva sin aplicarse. Y será tan potente como las OMT (las transacciones monetarias directas) inventadas por Mario Draghi en 2012 para cercenar la crisis de las deudas soberanas, si no tiene que utilizarse: si basta su anuncio. Operarían así como el Cid campeador, pero al revés. Ganando las batallas no después de morir, sino antes de entablarse.
La otra razón por la que la varita del TPI resulta mágica es porque no conlleva requisitos rígidos, estrictos ni predeterminados (como una petición de rescate, que estigmatiza). Los analistas inteligentes lo han entendido (aunque siempre hay algún talibán despistado). Hablan de “requisitos suaves”, de “instrumento laxo”, de “criterios, pero no condiciones”.
Ya hemos detallado estos días en qué consisten esos cuatro “criterios” de elegibilidad: no incurrir en procedimiento de déficit excesivo; no exhibir “graves” desequilibrios macroeconómicos (como superávits comerciales excesivos); mostrar una “trayectoria de deuda sostenible” y “cumplir los compromisos” contraídos para la aprobación de los planes nacionales de recuperación del programa Next Generation-EU (NGEU).
Ninguno de estos criterios supone la más mínima exigencia adicional a los compromisos ya contraídos por los Estados miembros en los distintos marcos legales de la gobernanza del euro: pacto de estabilidad, hoy suspendido; procedimiento de desequilibrios macroeconómicos; recomendaciones específicas por país en el semestre europeo... En todo caso, refuerzan la inducción para su observancia: a lo peor, pierdes los fondos NGEU... y también la posibilidad de acogerte al TPI: doble pena. Pero no al incumplimiento de un requisito ex-novo.
Que no son condiciones lo proclama el comunicado ad-hoc del día 21. Indica que componen una “lista acumulativa de criterios”: una lista que es modulable y no cerrada, pues concreta “en particular” cuatro guiones. Que constituirán “un input para la decisión del consejo” y serán “dinámicamente ajustados”: o sea, no serán de obligatoriedad automática cada uno de ellos, sino sometidos a la valoración del consejo, que podrá ajustarlos. Es decir, uno que cumpla sobradamente podrá compensar otro que apunte bien, pero no alcance su objetivo. O a la inversa.
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