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Bruselas estudia un gasoducto de más de 2.500 millones de euros entre Barcelona y Livorno

El tubo, de más de 700 kilómetros, aspira a abastecer a Italia de combustible regasificado en la capital catalana. El plan del Midcat, el proyecto para unir España y Francia, se centra ahora en el transporte de hidrógeno verde

La planta regasificadora de Barcelona, en una imagen de archivo.
La planta regasificadora de Barcelona, en una imagen de archivo.

Algo se mueve en Bruselas. En plena crisis energética y consciente de que, en estas circunstancias, España tiene una joya —en forma de seis plantas de regasificación activas, la mayor cifra de que cualquier país del continente—, pero poco interconectada con el resto de la UE, la Comisión Europea habla por primera vez a las claras de la posibilidad de apostar por un gasoducto que una la península Ibérica con Italia bajo el mar Mediterráneo. El tubo —de 700 kilómetros, que requeriría una inversión de entre 2.500 millones y 3.000 millones de euros, y que tardaría entre uno y dos años en estar concluido— figura en uno de los mapas que recoge el RepowerEU, la hoja de ruta del Ejecutivo comunitario para afrontar la difícil desconexión del petróleo y el gas rusos.

Ese nuevo mapa de los flujos energéticos europeos también contempla la resurrección del Midcat, otro ducto que la Comisión apoyó durante años —incluso con la promesa de sufragarlo parcialmente con dinero de los Veintisiete—, pero que España guardó en el cajón temporalmente y que Francia —tras arrastrar los pies largo tiempo— se negó a construir. El Gobierno ha batallado duro estas últimas semanas para lograr su incorporación dentro del gran plan del Ejecutivo de la UE para desconectarse del gas ruso. Pero siempre bajo la premisa de reconvertirlo en una infraestructura gasista preparada par albergar hidrógeno renovable, uno de los vectores energéticos verdes con mayor potencial en la UE y en cuyo desarrollo España tendrá un papel esencial.

“Un proyecto adicional de infraestructura transfronteriza en la península Ibérica debería evaluarse más a fondo en vista de su potencial a largo plazo para aprovechar el importante potencial de hidrógeno renovable de la península Ibérica, así como del norte de África”, asegura uno de los anexos publicados por la Comisión junto al gran plan de desconexión del combustible ruso. El texto, enclavado bajo un epígrafe que repasa posibles infraestructuras de gas adicionales, estima necesario evaluar su potencial “para convertirse en el primer elemento de la columna vertebral del hidrógeno”.

Fuentes comunitarias observan que la inclusión de estos proyectos dentro del mapa elaborado por la Comisión indican que son “corredores posibles” a tener en cuenta de cara a una desconexión del gas ruso, cuya dependencia quiere reducir Bruselas en un 66% antes de final de año.

Frente a la conexión de los Pirineos, la tubería entre Barcelona y Livorno se presenta como una segunda alternativa de urgencia para poder abastecer tanto a Italia —que cuenta con tres regasificadoras— como a los países del centro y el norte de Europa. “Es una muestra del poder italiano en Bruselas”, reflexiona una fuente del sector gasista bajo condición de anonimato. “Es el principal interesado en que salga adelante: su idea es poder descargar GNL [gas natural licuado, en la jerga energética] en el puerto de Barcelona, devolverlo allí a estado gaseoso y llevarlo por tubo”.

La infrautilización de las terminales ibéricas de regasificación —un rara avis en el entorno europeo, en el que las pocas infraestructuras de este tipo están trabajando al máximo de su capacidad— permitiría llevar a cabo la operación, que dejaría también un cierto rédito económico en España. “Este proyecto con Italia cambia la situación geopolítica”, sopesa otra fuente del sector sobre el gasoducto marítimo hacia Livorno. “Francia, que nunca había querido el corredor gasista con España, se puede ver circunvalada, y esto puede hacer reflexionar al Elíseo. España tiene ahora una alternativa; ya veremos cómo evolucionan las cosas…”.

“En Enagás estamos trabajando en permanente coordinación con el Ministerio para la Transición Ecológica y con los operadores gasistas de nuestros vecinos europeos, analizando las distintas opciones técnicas para reforzar y completar las interconexiones para contribuir a la seguridad de suministro energético de Europa”, apunta a EL PAÍS Arturo Gonzalo, consejero delegado del operador del sistema gasista español. “En todos los casos hablamos de interconexiones diseñadas desde el principio para transportar hidrógeno, aunque en los primeros años se utilicen para transportar gas natural”.

En los últimos meses, la idea de una conexión entre España e Italia ha ido ganando cuerpo. El 11 de mayo, Enagás y su par Snam firmaron un memorando de entendimiento para explorar la viabilidad del proyecto. “También existen conversaciones de alto nivel”, añaden desde el sector. “Es algo que puede funcionar para llevar los recursos del sur del Mediterráneo al norte de Europa”, aseguró sobre el plan el primer ministro italiano, Mario Draghi, en una comparecencia a finales de marzo, en la que reconoció haber conversado con el presidente español, Pedro Sánchez, sobre el conducto. “Es solo una hipótesis y tiene que ser estudiada”.

El Gobierno español, por su parte, no ve con malos ojos el proyecto de tubo entre Barcelona y Livorno, pero insiste en dos puntos: que el dinero para su construcción tendrá que salir de los presupuestos comunitarios o de Italia y los países del centro y el norte de la Unión —”los que de verdad se van a ver beneficiados, y no nosotros”— y que su puesta en marcha no deje definitivamente en el olvido el Midcat, una infraestructura semiterminada entre Hostalric (Girona) y Barbaira (en los aledaños de Carcasona), y que está llamada a desempeñar un importante papel de futuro para exportar hidrógeno. Aunque el ducto España-Italia se construiría con la intención de que, en un futuro no tan lejano, también permita el flujo de este gas, se necesitará más de una conexión para dar salida a la producción española.

Cambios en el Midcat

En la última versión del plan europeo, el proyecto de interconexión entre España y Francia sufre un cambio fundamental respecto a su concepción original: pasa de gasoducto a infraestructura clave en el corredor del hidrógeno —un combustible de futuro cuyo calendario de despegue ha acelerado el pandemónium energético— que la UE quiere potenciar. Terminar los tramos pendientes del tubo hispanogalo costaría unos 600 millones de euros, con un plazo de ejecución ligeramente superior al del tubo submarino entre Barcelona y Livorno.

La idea española, según otra fuente del sector, es crear una tercera conexión gasista (ahora mismo existen dos), lo que posibilitaría aprovechar la actual capacidad regasificadora de GNL, hoy infrautilizada debido al bajo nivel de interconexión vía gasoductos a través de los Pirineos, para ayudar a garantizar la seguridad y diversificación de suministro de gas de Alemania y aquellos países europeos más dependientes del gas ruso. Tanto el gigante germano —que cuenta con una poderosa industria, muy dependiente del gas ruso— como el resto de países de Europa Central, también podrían abastecerse por la vía italiana.

A la vez, se pretende que el Midcat pirenaico esté preparado para transportar hidrógeno hacia Francia, Alemania y el resto de Europa, lo que podría convertir en el medio plazo a España en una gran potencia exportadora de este recurso. Poco antes de que la Comisión hiciera público el plan energético de la semana pasada, Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, envió una carta a la Comisión Europea, reclamando a la UE que contribuya a la financiación de las interconexiones “con fondos suficientes”.

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