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Alemania se inquieta ante la nueva ola inflacionista

La histórica subida de los precios, del 7,3% en marzo, empieza a trasladarse a los alimentos y otros productos cotidianos

Gasolinera cerca de una escultura de Hubertus von der Goltz, en Berlín (Alemania).
Gasolinera cerca de una escultura de Hubertus von der Goltz, en Berlín (Alemania).ANNEGRET HILSE (REUTERS)
Elena G. Sevillano

El carro de Heiko D. está especialmente lleno este sábado, el día en el que este administrativo de una empresa de reparaciones suele hacer la compra semanal para su familia. Reconoce que de algunas cosas se lleva dos envases en lugar de uno en previsión de la subida de precios que varias grandes cadenas de supermercados alemanas han anunciado para los próximos días. “Cualquier ahorro cuenta, y más con la que se nos viene encima”, dice en el pasillo de un Netto del centro de Berlín. “Algunos productos cuestan más que antes, como los huevos”, añade. La inflación ya se nota en el bolsillo de los alemanes. Empezó a hacerse muy evidente a principios de marzo con los combustibles, pero ahora afecta de lleno al carro de la compra. Y no ha hecho más que empezar.

La inflación ha alcanzado un récord histórico en un país donde las escaladas de precios producen especial inquietud por el recuerdo de la hiperinflación de las décadas de 1920 y 1940 que mermaron o directamente se comieron los ahorros de los alemanes. El índice de precios al consumo (IPC) de Alemania se situó en marzo en el 7,3%, impulsado por la guerra de Ucrania, que está haciendo subir los precios de la energía y aumentando las tensiones en las cadenas de suministro. Es la cifra más elevada de toda la serie histórica, que empezó en 1991 tras la reunificación del país. Para encontrar una subida similar hay que retroceder hasta el otoño de 1981, cuando los precios del petróleo treparon drásticamente por los efectos de la guerra entre Irán e Irak.

La oficina estadística federal, Destatis, destaca que el impacto de los precios de la energía, que se han disparado un 39,5% en marzo, es “considerable”. Los alimentos se encarecieron un 6,2%. Esta semana dos de las grandes cadenas de supermercados del país, Aldi y Rewe, anunciaron subidas de precio inminentes. A partir del lunes la carne, los lácteos y el embutido serán “significativamente más caras”, aseguró un portavoz de Aldi. La energía, los piensos, los fertilizantes se han encarecido, y con ellos los precios que las tiendas pagan a sus proveedores. Las empresas no quieren dar cifras, pero la prensa especializada habla de subidas de entre el 20 y el 50%.

No es la primera subida desde el inicio de la crisis energética, pero sí será la que impacte con más fuerza en el bolsillo de las familias. “Viene una segunda ola de aumento de precios, y sin duda será de dos dígitos”, aseguró Josef Sanktjohanser, presidente de la Asociación Comercial Alemana (HDE). Según una encuesta reciente publicada por el Instituto Ifo, casi todas las empresas minoristas están planeando aumentos de precios en los próximos tres meses. Y los economistas alertan de que la situación no va a mejorar en el corto plazo.

Según el Consejo de Expertos Económicos que asesora al Gobierno, conocido popularmente como “los sabios”, es muy posible que los alemanes tengan que adaptarse a unos precios de la energía permanentemente más altos como resultado de la guerra en Ucrania. Independizarse del gas ruso no va a salir barato, alertaron esta semana en una comparecencia en la que revisaron sustancialmente a la baja las expectativas de crecimiento de la mayor economía europea. Desde el 4,6% de crecimiento del PIB que auguraban a finales del año pasado han pasado a un 1,8% para 2022. En 2023 esperan una expansión del 3,6%.

Alemania, recordó Monika Schnitzer, una de los cuatro sabios actuales, “depende en gran medida de los suministros energéticos rusos” y se encuentra particularmente expuesta a las consecuencias económicas del conflicto en Ucrania. Si ese grifo se cerrara, la economía estaría en riesgo de entrar en recesión, añadió Schnitzer durante la presentación de su último informe en Berlín. Otro de los sabios, Volker Wieland, apuntó a que el país debe terminar lo antes posible con su dependencia de la energía rusa, incluso si esto significa que los precios vayan a seguir elevados durante mucho tiempo.

Preocupación por los ahorros

Los economistas alertan del creciente descontento que genera la inflación, y de la necesidad de compensar las subidas a las familias más desfavorecidas. “La gente observa cómo la energía y la comida se encarecen mientras los sueldos se quedan como están; cada vez que van al supermercado o la gasolinera ven cómo se están empobreciendo”, asegura el economista Guntram Wolff, director del think tank Bruegel. “Psicológicamente se percibe peor de lo que es porque hablamos de bienes de primera necesidad que se consumen a diario”, añade. Preocupa también el sablazo de la inflación en un país de ahorradores que está “particularmente afectado” por la gran cantidad de dinero que las familias guardan en depósitos.

El Gobierno de coalición que encabeza el socialdemócrata Olaf Scholz aprobó la semana pasada un paquete de medidas para aliviar la subida de los precios de la energía, que impacta también en los costes de electricidad y calefacción de los hogares. Entre otras cosas, contempla un ingreso directo de 300 euros a todos los contribuyentes y el aumento de los subsidios que ya perciben las familias de rentas bajas. El plan, todavía sin fecha de entrada en vigor, prevé también una rebaja de los impuestos de los carburantes que reducirá 30 y 14 céntimos el litro de gasolina y diésel. Una medida controvertida que economistas como Wolff no ven con buenos ojos porque, dice, no contribuye a que la ciudadanía reduzca el consumo energético.

Para Hanna Schulte, que va a trabajar en coche todos los días a 30 kilómetros de Berlín, llenar el depósito este mes de marzo supone “15 euros más de lo habitual”. El precio del combustible se disparó a mediados de marzo hasta 2,3 (diésel) y 2,2 (gasolina) euros por litro. Ha vuelto a bajar -este sábado Schulte repostaba en la capital, en una gasolinera Adac cerca de Alexanderplatz, a dos euros el litro- pero sigue estando muy por encima de los 1,6 de principios de año. “Estoy dispuesta a asumirlo”, dice la mujer, de 36 años, que trabaja en una empresa tecnológica: “Es lo mínimo que podemos hacer, el precio que tenemos que pagar por aislar a Rusia en esta guerra”.

Presión al BCE

Tras conocerse la tasa de inflación más alta en 40 años en Alemania y el dato para la eurozona que dio Eurostat el viernes (7,5%), el jefe del Bundesbank, Joachim Nagel, se mostró sorprendido por la fuerte subida de los precios: “Los datos de inflación hablan un lenguaje claro. La política monetaria no debe perder la oportunidad de tomar contramedidas a tiempo”, aseguró, en un mensaje al Banco Central Europeo, encargado de velar por la estabilidad de los precios. La inflación récord, casi cuatro veces por encima de su objetivo del 2% anual, añade más presión a la institución para que aumente los tipos de interés. Cada vez son más las voces en Alemania que lo demandan. El economista jefe de Commerzbank, Jörg Kramer, también ve necesario actuar: “El BCE tiene que levantar el pie del acelerador. De lo contrario, las expectativas de inflación de la gente seguirán aumentando y la alta inflación se volverá permanente”, alertó en su cuenta de Twitter.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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