El valor de la palabra para los mercados
Entramos en un periodo en el que la inflación ascenderá rápidamente debido a la masa monetaria, la escasez de inventarios y el efecto base de la energía
Decía Jean Paul Sartre que “el compromiso es un acto y no una palabra”. ¿Se puede tomar como compromiso firme la permanente afirmación de la Reserva Federal de que no subirá los tipos de interés hasta, como pronto, 2024?
Cierto es que la Fed se ha quitado mucha presión desde que anunciara, el pasado agosto en Jackson Hole, que ya no tendría un objetivo fijo de inflación del 2%, sino una tasa promedio de largo plazo del 2%. Sin duda, un gran ejercicio de anticipación de cara a la gran reapertura que viene y que, con la inoculación de las vacunas a la totalidad de la población norteamericana en los próximos tres meses, disparará el crecimiento de EE UU por encima del 7% este año.
Pero ¿se puede confiar en la capacidad de la Reserva Federal para mantener los actuales estímulos mientras, simultáneamente, incrementa sus expectativas de crecimiento? Acaba de oficializar que el PIB aumentará un 6,5% en 2021 —frente a su estimación anterior del 4,2%—, y que el paro bajará hasta el 3,5% en 2023, a niveles previos a la covid.
La Fed intenta transmitir templanza de cara al paulatino proceso de retirada de estímulos —el más grande de la historia—, pero ya no puede negar que la reflación es imparable y que EE UU, gracias a las vacunas, los paquetes fiscales y los dos billones de ahorro generado en la pandemia, liderará el crecimiento económico este año en el mundo desarrollado y que para verano tendrá que anunciar cómo comienza a poner freno a sus estímulos.
Aunque Powell dulcifica su mensaje afirmando que no se adelantará y que esperará a que los datos económicos reales justifiquen la retirada de estímulos, entramos en un periodo en el que la inflación ascenderá rápidamente debido a la masa monetaria, la escasez de inventarios y, sobre todo, por el efecto base de la energía —el barril de petróleo brent cotizó por debajo de 17 dólares el pasado abril—.
Por eso, los mercados presionan: los bonos a 10 años cotizan por encima del 1,6% —duplicando su TIR de diciembre—, y las expectativas de inflación a un año están en el 2,7% —por encima de los objetivos del 2,4%, recientemente revisados en seis décimas por la Fed—.
El repunte de la inflación será temporal porque estructuralmente vivimos en un mundo deflacionista debido a la demografía, la tecnología y la incapacidad de la mano de obra para fijar salarios, pero abordamos unos meses de reapertura en los que la Fed va a tener que esmerarse mucho para convencer de que su “palabra” se transforma en “compromiso”.
Mientras, más vale seguir expuestos a renta variable y a la recuperación cíclica. También profundizar la inversión en sectores vinculados a la reapertura económica y que, como los financieros, se beneficien de un entorno de tipos de interés más elevados.
Joan Bonet Majó es director de estrategia de mercados de Banca March.
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