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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inflación

En las últimas semanas la rentabilidad de los bonos a largo plazo ha repuntado con fuerza y ha puesto nerviosos a los inversores internacionales

José Carlos Díez
Banco Central Europeo
Sede del BCE en Fráncfort.

En el siglo XVI España comenzó a importar oro de América y a gastárselo en contiendas bélicas. El Cardenal Cisneros creó sus célebres islas en la ciudad universitaria en Alcalá y fue el centro del conocimiento occidental de la época. Los monjes escolásticos estimaron que el aumento del dinero en circulación generaba un incremento generalizado y permanente en los precios. Eso es la inflación.

En las últimas semanas la rentabilidad de los bonos a largo plazo ha repuntado con fuerza y ha puesto nerviosos a los inversores internacionales. La causa fue la victoria de Joe Biden en EE UU, cuya primera decisión fue aprobar un plan de vacunación masiva y desbloquear un nuevo plan de estímulo fiscal mucho más intenso que el que aprobó Barack Obama en 2009. El miedo en los mercados es que la vuelta de la inflación acabe con las compras masivas de bonos de los bancos centrales. Eso ha puesto en cuestión la sobrevaloración de las Bolsas y ha provocado una intensa apreciación del dólar.

Los consejeros de los bancos centrales han salido rápido a mandar mensajes de tranquilidad y eso ha frenado en seco el repunte de los tipos de largo plazo. La realidad es que la pandemia ha provocado una intensa caída de la demanda agregada y ha ampliado la brecha de producción. Con esa brecha las empresas tienen exceso de capacidad instalada para producir y prefieren aumentar sus ventas antes que subir los precios. La pandemia también ha provocado problemas de movilidad y en las cadenas logísticas, y una recuperación asimétrica. China lidera la recuperación y hay problemas para retornar contenedores desde EE UU y Europa, lo cual ha provocado un aumento de los costes de transporte y de los precios industriales. Y a esto se ha sumado el repunte del precio del petróleo desde menos de 30 dólares el barril el pasado verano a 65 dólares. Con la energía fotovoltaica produciendo electricidad a 25 euros megavatio el precio del petróleo volverá a caer.

Las tasas de paro han subido con fuerza y en Europa millones de trabajadores siguen trabajando con horas restringidas por la pandemia, especialmente en sectores de turismo, comercio y ocio, sobre todo en países con alto peso turístico como es el caso de España. En esa situación los trabajadores prefieren mantener o encontrar empleo que pedir subidas de salarios.

Lo que estamos viendo es un proceso de normalización de precios, lo cual es una excelente noticia, y el riesgo de asistir a un fenómeno inflacionista sigue siendo mínimo. Esto ha permitido intensificar el debate sobre la nueva estrategia de política monetaria del BCE. El gobernador del Banco de España habla ya de fijar objetivos de precios sobre niveles no de tasas y propone una interpretación simétrica del objetivo de inflación del 2%.

Esto permitiría mantener expansiva la política monetaria incluso con tasas de inflación del 3%. Tirar del freno de mano de la política monetaria impediría financiar los déficits públicos. Y aprendimos en 2010 que eso provocaría una doble recesión, fragmentación y riesgo de ruptura del euro.

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