Goirigolzarri: “Cada vez es más urgente un gran consenso para afrontar las reformas”
Tras seis meses de proceso, el presidente y consejero delegado de CaixaBank han creado un nuevo líder de la banca que afrontará retos como ser más rentable y eficiente por lo que reducirá la plantilla. El Estado se juega los 24.000 millones que inyectó en Bankia
Una estrella corona desde el sábado una de las torres KIO de Madrid. El singular diseño de Joan Miró sustituyó al logotipo verde de Bankia en el emblemático edificio madrileño. El cambio de marca es el epítome de una operación que este viernes alumbró el primer banco de España, tras la fusión de Bankia y CaixaBank. Es el punto final a seis meses de negociaciones y preparación para forjar una poderosa alianza. Dos banqueros experimentados han protagonizado la unión: José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 67 años), presidente de la nueva CaixaBank, y Gonzalo Gortázar (Madrid, 55 años), consejero delegado.
El banquero vasco, con más de 44 años en el sector, suma con esta 33 fusiones a sus espaldas. El madrileño, que entró en 2009 en el grupo La Caixa procedente de Morgan Stanley, también ha vivido unas cuantas fusiones. Ninguna como esta. “Los dos sabíamos dónde nos metíamos”, bromea Gortázar con su nuevo presidente en un tono distendido durante la entrevista que ambos ejecutivos concedieron a EL PAÍS el pasado viernes en el mismo edificio inclinado, donde ya luce el logo de CaixaBank. A la postre el banco de origen catalán dominará la nueva entidad al aportar el 74,2% del capital y Bankia se esfumará dejando atrás una historia de claroscuros. Pese a todo, entre ellos se intuye una complicidad que parece ir más allá del estudiado reparto de poderes. Se esfuerzan por mostrar su buen entendimiento y despejar las tensiones que afloran en todas las fusiones.
Es viernes a mediodía. Los dos directivos acaban de aterrizar en avión procedente de Valencia, donde han presentado la creación del nuevo banco. Se les ve contentos, conscientes de la compleja tarea que tienen por delante; acaban de superar la etapa más importante de una carrera que empezó en verano. El premio es gordo: el mayor banco de España, con 20 millones de clientes, 6.320 oficinas y 51.000 empleados. Todo un portaviones que necesitará adelgazar y ponerse a punto para elevar la rentabilidad en un entorno con intereses negativos.
La decisión amarga pasa por reducir la plantilla sin provocar conflictos sociales. Y todo bajo la atenta mirada de un Gobierno de izquierdas, que tiene el 16,1% del capital del nuevo banco y se sentará en el consejo porque era el mayor accionista de Bankia tras el rescate de 2012.
Los dos banqueros están muy pendientes de la compleja situación económica provocada por la covid. Marcará su negocio y la evolución de la morosidad. Pero se muestran optimistas. “La situación ahora es diferente de la que veíamos hace seis meses. La gran esperanza es la vacunación, que será el elemento fundamental que conducirá a una recuperación vigorosa. Podemos tener alguna ola más, pero la política más importante es aumentar las vacunaciones para ver la salida de la crisis”, apunta el presidente. Gortázar está convencido de que en la segunda mitad del año llegará “una fuerte recuperación”.
El presidente considera que la política del Gobierno y la de la UE “están siendo muy positivas respecto a la crisis anterior. La implantación de los ERTE, las moratorias y los créditos avalados por el ICO han sido muy relevantes y la banca ha colaborado muy bien”, dice. “Tenemos una gran esperanza, los fondos Next Generation de la UE. Por primera vez en una crisis no solo se piensa en el corto plazo sino que se ofrece una alternativa de transformación de la economía y de la sociedad española. Los fondos europeos son una oportunidad”.
E insiste en la necesidad de grandes pactos. “Cuando hablamos de los fondos europeos no nos tenemos que olvidar de que hablamos de reformas estructurales. La Comisión es muy clara. No solo los proyectos tienen que tener un sentido, sino que además los países tienen que seguir las propuestas que se les están haciendo desde Bruselas. Y es evidente de que esas reformas requieren un amplio consenso político y social. Cada vez es más urgente”.
Goirigolzarri no oculta sus críticas a la clase política por el clima parlamentario que se vive en España, cargado de decibelios. “En junio comenté que la crispación no creaba puestos de trabajo ni salvaba vidas. Ocho meses después sigo pensando lo mismo y es más urgente. Hay que acabar con la crispación y mantener consensos muy fuertes y debemos hacerlo rápido porque estamos en momentos excepcionales que necesitan grandes acuerdos a corto plazo para afrontar la recuperación”.
Una de las medidas del Gobierno para la recuperación económica ha sido un fondo de 3.000 millones que deben gestionar los bancos. Tras fuertes divergencias entre Economía y el sector sobre las ayudas a las empresas con créditos ICO, el Ejecutivo lo dejará en manos de las entidades, pero falta el documento clave, el código de buenas prácticas.
El consejero delegado de CaixaBank reclama paciencia al Gobierno para elaborarlo. “No hay prisa porque las empresas pueden pedir carencias de pago en los créditos ICO por un año más. Creo que el código debe ser voluntario y flexible, debe tener pautas de conducta pero no unos automatismos”. El otro ejecutivo advierte: “Criterios y no reglas”.
Bankia fue la gran protagonista de la anterior recesión. Algunos analistas consideran que esta operación supone el cierre de la crisis financiera que empezó hace más de una década porque marca el final de la entidad rescatada y reflotada por el banquero vasco. “No diría tanto como que [la fusión] supone el final de la crisis de 2008 porque hace años que Bankia dejó de estar en crisis, pero es evidente que cuando uno mira atrás, en el sistema financiero lo más emblemático era Bankia. Este edificio [el de la torre KIO] era el paradigma de la crisis financiera. Nueve años después de aquello, Bankia no es un problema, sino que en 2020 ha sido un referente por el apoyo a las familias, empresas y autónomos. Ha sido una gran travesía y, de alguna manera, también es la gran travesía del sistema bancario español, pero no el final de una época. Ni final ni principio”.
Goirigolzarri considera que el final de Bankia es un éxito porque supone integrarse en un proyecto con más futuro. Pero al mismo tiempo supone cerrar otro proyecto especial, que supuso mucho esfuerzo y cohesionó a los equipos de manera singular, hasta demostrar una fidelidad similar a la de los equipos de fútbol. Gran parte de ese equipo no seguirá y muchos de los trabajadores que vivieron los peores momentos serán despedidos. “Cuando echo la vista atrás y recuerdo lo que ocurría en mayo de 2012, que no podíamos salir de esta sede porque estaba rodeada de manifestantes, y hoy veo la realidad de Bankia, siento el gran orgullo de haber pertenecido a este equipo. Ahora eso tiene un final emocionante: formar parte del grupo más importante que puede liderar la transformación del sistema bancario. Si en 2012 nos lo hubieran dicho, habríamos firmado todos”, afirma.
Preguntado por los que se quedan fuera y por el gran apoyo de los trabajadores en la crisis de 2012 y en la de la covid-19, el primer ejecutivo de Bankia admite la dureza de la situación. “Cuando se termina una etapa siempre miras atrás y uno tiene ese sentimiento porque somos personas. Ha sido una experiencia maravillosa, mis años más felices desde el punto de vista personal y profesional, pese a todos los líos. Pero todo eso lo llevas en el corazón y no en otro sitio”.
La fusión se conoció en septiembre. Solo tres meses antes Goirigolzarri había declarado a EL PAÍS que no estaba pensando en una operación de este tipo “y menos en esta crisis”. “Cuando dije aquello tenía en mente el escenario de mayo, con problemas operativos para las moratorias del ICO, el estado de alarma, etcétera. Todo cambió muy rápido y para julio o agosto era otra situación en la que CaixaBank y Bankia se habían estabilizado y pudimos analizar los rápidos cambios que trajo la pandemia”.
¿Influyó la crisis del coronavirus en la operación? “En definitiva, lo que ha hecho es acelerar las tendencias que teníamos. Si antes de la pandemia pensábamos que íbamos a tener tipos de intereses negativos, después llegamos a la conclusión de que esos tipos negativos van a ser más negativos y durante más tiempo. Si antes pensábamos en la digitalización, la pandemía lo que ha conseguido es incrementar el nivel de digitalización. Probablemente se habría dado igual, pero no con este timing”, dice Goirigolzarri.
¿Cuál fue la chispa que convenció a los accionistas de que la fusión era lo mejor? Ambos coinciden en que, además de la digitalización, influyó mucho el convencimiento de que la crisis iba a prolongar más años los tipos negativos, lo que afectaría a la ya baja rentabilidad de los bancos.
A partir de ahí, llegó la negociación de cargos y responsabilidades. El presidente será ejecutivo pero con funciones limitadas a auditoría, comunicación y la secretaría del consejo, mientras que Gortázar llevará todo el negocio y será responsable ante el BCE. Este directivo admite que hubo que “acordar algunas cosas”: “La experiencia que ambos tenemos en operaciones corporativas nos ha ayudado mucho. Ha habido un espíritu constructivo. Elegiremos a lo mejor de cada casa”.
El ejecutivo madrileño no oculta que “una operación como esta requiere cierto grado de sacrificio, incomodidad y cambios”, pero cree que compensa por la posición de liderazgo destacado y las afinidades culturales de ambas entidades. Los dos bancos han crecido a partir de las cenizas de las antiguas cajas de ahorros. CaixaBank es el resultado de la digestión de 18 cajas, entidades que tenían un control institucional tan fuerte que en algunos casos les llevó a su quiebra. El banco contará ahora con una consejera, Teresa Santero, que representará al Estado. En el consejo de Bankia no entró el Estado por acuerdo con Goirigolzarri. CaixaBank lo aceptó, algo inasumible para otros competidores. “CaixaBank es diferente de otros”, explica Gortázar. “Tenemos un gran accionista mayoritario qué es la Fundación La Caixa, con el 30%, y confiamos en que el FROB [el fondo de rescate del Estado] tenga el mismo comportamiento de colaboración que tuvo en Bankia. Que esté el FROB es una responsabilidad adicional porque representa el interés de los contribuyentes”.
Precisamente esos dos accionistas, Estado y Fundación La Caixa, presidida por Isidro Fainé, pactaron la fusión. Estas gestiones, que antecedieron a los acuerdos de los dos máximos ejecutivos de los bancos, han sido criticadas en foros financieros. Los dos directivos quitan hierro al tema. “El acercamiento entre los principales accionistas me parece normal. Ambos tenían participaciones clave para que hubiera un acuerdo. Posteriormente, [del Ministerio] de Economía se puso en contacto conmigo para contrastar esta proposición. A partir de ahí fue la labor de los dos consejos de administración”. Gortázar lo apoya: “Las estrellas se alinearon y tras el acuerdo de accionistas, los ejecutivos vimos una oportunidad. El 99% de los accionistas votaron a favor, algo que yo no he visto nunca”.
Los dos directivos se remiten al mercado para ratificar la bondad de la operación. Bankia se ha revalorizado un 72% en Bolsa y CaixaBank el 44% desde que la anunciaron. Y la participación del Estado, ese 16%, se ha revalorizado en 1.600 millones. Por el momento, no hay un plan de venta de esas acciones. El Gobierno ha retrasado la fecha límite para venderlas hasta 2023. Ante la constante pregunta de si los contribuyentes recuperarán parte de los 24.000 inyectados, Goirigolzarri insiste en su idea. “Aunque no se devuelva todo el dinero, el rescate de Bankia fue una buena solución porque estabilizó la prima de riesgo, que supone dinero para el contribuyente, no se rescató a ningún banquero sino a los depositantes y se reconvirtió el banco en una entidad competitiva que ha prestado un gran servicio desde entonces a la sociedad”.
Los dos financieros son conscientes de que aunque ahora tienen el aval de los inversores, no se mantendrá si no consiguen que la maquinaria esté engrasada, que funcione bien para sus clientes, siempre preocupados por los errores que llegan tras estas macrofusiones. “No les va a suponer ningún cambio en la operativa ni en sus condiciones. En el cuarto trimestre pueden llegar cambios cuando se produzca la integración tecnológica pero se les avisará antes. Los clientes de Bankia ya pueden sacar gratis en los cajeros de Caixabank. Cambiarán sus números de cuenta pero seguirán funcionando los antiguos. Intentaremos dar a todos más servicios”, afirma el consejero delegado.
¿Y será más caro operar con la nueva CaixaBank? “No. En CaixaBank también hay planes para operar sin costes cuando el cliente esté vinculado. No queremos cobrarles más por los mismos servicios sino por prestarles nuevos servicios”.
Los servicios bancarios empeoran, en ocasiones, porque se cierran oficinas y se han reducido las plantillas. Desde 2010 se ha reducido un tercio en el sector bancario. Bankia ya ha prescindido de unos 10.000 empleados y CaixaBank cerró en 2019 un ERE de 2.150 personas, que obtuvieron 400.000 euros de media. El directivo de la entidad catalana afirma: “Los anteriores programas no puede marcarnos ahora. Tras Semana Santa empezaremos las negociaciones con los sindicatos. El redimensionamiento de plantilla y oficinas se hará de manera no traumática y buscando los acuerdos que primen la voluntariedad y la meritocracia”. Los dos directivos explican que están trabajando en la búsqueda de nuevas oportunidades para los que abandonen el banco. “Queremos habilitar nuevas capacidades para los que salgan. Que encuentren otras oportunidades fuera del banco”, apunta Gortázar.
Los sindicatos de Bankia prometieron conflictividad si los empleados sufren la fusión. Esta situación puede golpear la maltrecha reputación del sector. Ambos directivos consideran que, pese a los grandes recortes, las reducciones de plantilla “se están haciendo bien dentro de lo que significa una reestructuración. Hay paz social en el sector”. Y afirman que, según estudios internos, ha mejorado la imagen social de la banca, “aunque queda mucho por hacer”, dice Goirigolzarri.
Otro temor para el sector es que la crisis provoque un fuerte repunte de la morosidad y eso exija más provisiones que hundan los beneficios. Gortázar afirmó en 2020 que existía morosidad encubierta por las ayudas públicas. Hoy es más optimista. El ratio de morosidad está en el 4,5% y no cree que llegue al 10%. Y respecto a las provisiones, recuerda que el año pasado reservaron “más de 1.500 millones para problemas que aún no han aflorado”: “Esperamos que las provisiones de 2021 sean claramente inferiores a las de 2020 pero si se complicara la situación podremos atenderlas”.
Las grandes tecnológicas se han convertido en un competidor para la banca. Algunos analistas apuntan que el sector ha tardado en adaptarse. Goirigolzarri, que vivió los primeros cambios teóricos, y muy costosos, en el BBVA, recuerda: “En 2000 se decía que los bancos iban a desaparecer y solo quedarían las entidades por internet, algo que no ha ocurrido. La bigtech nos hará competencia en unos campos concretos pero tenemos una gran base de clientes fidelizada que confía en que mantendremos la privacidad de sus datos”. Gortázar añade: “[Tras la declaración del estado de alarma] demostramos nuestra capacidad y flexibilidad porque la banca no se paró. Tenemos más de 10 millones de clientes digitalizados, pero no nos podemos dormir porque esto avanza a toda velocidad. Es un partido que estamos jugando y que esperamos ganar”.
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