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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Para superar la recesión social

La historia nos enseña que si el progreso social no acompaña al tecnológico el ajuste viene por Gobiernos totalitarios

Antón Costas
ilustración negocios
Maravillas Delgado

España padece una prolongada recesión social desde finales de los años setenta, una herida que se acentúa en las fases de caída de la economía y que no se cura en las de expansión. La última señal de que esta herida continúa agrandándose la ha dado el FMI en su informe sobre la Unión Europea, publicado hace unos días, en el que señala que en España continúa avanzando una triple desigualdad: intergeneracional, territorial y de género. La causa fundamental es la falta de buenos empleos. No por casualidad, la principal preocupación de los españoles desde aquellas lejanas fechas ha sido el empleo. La equivocada política de reconversión industrial frente a la crisis de la energía de los setenta y la errónea estrategia de integración en la Comunidad Económica Europea castigaron a la industria y a la agricultura y dejaron un desempleo permanente en localidades antes prósperas. La película Los lunes al sol, rodada en la industrial Vigo, es un acertado análisis de las causas de esa herida.

Esta recesión social podría agravarse en los próximos años. La digitalización, los algoritmos y la robotización pueden provocar una considerable destrucción de los actuales empleos. La pandemia acentúa la digitalización. Lo mismo puede suceder con la transición a una economía verde. Aun cuando se puede pensar que estos procesos de transición acabarán creando más empleo neto, cosa que no está clara, nos enfrentamos a lo que John Maynard Keynes llamó “desempleo tecnológico”: cuando la velocidad con la que una nueva tecnología destruye empleos existentes es superior a la velocidad con la que crea otros nuevos.

La recesión social puede conducir a una recesión democrática. La histórica nos enseña que si el progreso social no acompaña al progreso tecnológico, la variable de ajuste es la recesión democrática; es decir, Gobiernos totalitarios. La importancia que tiene el empleo queda reflejada en el hecho de que, frente al lema liberal de “Liberté, Ègalité, Fraternité”, el de los totalitarios ha sido el de “Trabajo, Familia, Patria”. El “América First” de Trump.

¿Qué hacer para curar esta recesión social? Hay dos caminos. Uno es un gran programa permanente de rentas básicas, con dos objetivos: 1) Dar ingresos a las personas que no encuentran empleo para que puedan llevar una vida digna; 2) Sostener la demanda agregada para que el capitalismo pueda seguir funcionando. Otro camino es un compromiso con el pleno empleo que garantice que a toda persona que quiera trabajar y no encuentre empleo se le ofrecerá uno en condiciones mínimas dignas.

Dependiendo de los efectos de la robotización y la transición verde sobre el empleo, puede que a la vieja idea de una renta básica de ciudadanía le llegue su momento. Pero, mientras tanto, y dado que la renta universal es una solución individualista a un problema colectivo, pienso que la opción del pleno empleo es la más adecuada para curar la herida social. Lo es para la economía y la democracia, pero también para las personas, en la medida en que el empleo es la fuente más importante de la autoestima, la dignidad y el reconocimiento que todo ser humano busca en la vida.

La opción por el pleno empleo ha de comenzar reconociendo dos realidades. La primera es que el sector privado empresarial no puede lograr el pleno empleo ni siquiera en las etapas de expansión. La segunda es que las medidas de política que hemos aplicado desde los años ochenta no han logrado crear buenos empleos. Al contrario, los han precarizado. Por eso es contradictorio que algunos, como el FMI, sigan defendiendo ese tipo de medidas y a la vez lamenten la temporalidad y la precarización, como si la causa no tuviera que ver con la consecuencia. Además, esas descompensadas políticas de flexibilización laboral han provocado dos comportamientos perversos. Por un lado, han hecho que la economía española manifieste un comportamiento maníaco depresivo. Por otro, han incentivado un modelo de gestión empresarial no óptimo de las crisis, basado en un exceso de empleo temporal y en las prejubilaciones como mecanismos de ajuste. Lo vemos estos días con los anuncios de destrucción de decenas de miles de empleos y de prejubilaciones en las fusiones bancarias.

El mejor camino para curar la recesión social y cerrar el paso a una recesión democrática, a la vez que para construir una economía más resiliente a crisis y pandemias es un compromiso público y empresarial con el empleo. Pero de esto hablaremos en otra ocasión.


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