La pandemia castiga al Reino Unido con una caída del PIB del 20,4%, la mayor de Europa
La economía británica entra en recesión por primera vez en 11 años tras una contracción récord en el segundo trimestre
Por primera vez en 11 años, el Reino Unido ha entrado oficialmente en recesión. La economía británica encadenó el retroceso del primer trimestre con la contracción más profunda de la historia reciente en el segundo. El desplome del 20,4% del PIB entre abril y junio responde al parón de la actividad por el confinamiento a raíz del coronavirus. El Gobierno afronta “una situación sin precedentes”, subrayó el miércoles a la BBC el ministro de Hacienda, Rishi Sunak, al valorar el desplome inédito de la segunda potencia económica europea. El golpe es, además, el mayor entre los países desarrollados a raíz de la covid-19.
El responsable de la cartera de Finanzas advirtió de que se avecinan “tiempos difíciles”. Y añadió que las cifras de desempleo —entre abril y junio 220.000 personas han pasado a engrosar las filas del paro— van a seguir aumentando en los próximos meses. Todo esto ocurre justo a las puertas del divorcio definitivo de la UE, el 31 de diciembre, con el riesgo real de una salida abrupta si no media un acuerdo de última hora con Bruselas.
El desplome de la economía británica en el segundo trimestre supone el mayor entre las economías desarrolladas, superando el batacazo del 18,5% del PIB de España, así como los descensos de Francia e Italia, en torno al 13%. Y duplica la caída en Alemania o Estados Unidos. Todo ello mete más presión al Gobierno para no revertir aún las medidas de apoyo y no tirar así por la borda la recuperación de la actividad que se aprecia en junio.
La Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) ya señaló un retroceso del 2,2% del PIB en el primer trimestre. Esta caída se agudizó a partir de abril por el confinamiento. Los sectores más castigados fueron la restauración y alojamiento, seguidos de la construcción, la industria, el transporte y el comercio minorista. El sector servicios, que representa un 80% de la economía británica, sufrió el mayor declive trimestral registrado nunca. Y los cierres de las fábricas se tradujeron en la producción de automóviles más menguada desde 1954.
La reanudación de la actividad tras el alivio en las restricciones a la movilidad, la apertura de comercios no esenciales, restaurantes y pubs se tradujeron en junio en un repunte del PIB del 8,7%. El Banco de Inglaterra apreciaba hace una semana “signos de fortaleza” en la economía, en un análisis considerado demasiado optimista por algunos expertos que temen se esté pasando por alto dos factores clave: la posibilidad de una segunda oleada de la pandemia y el riesgo de que el Brexit acabe ejecutándose de forma desordenada. El responsable de estadísticas de la ONS, Jonathan Athow, subraya además que, a pesar de su alza, el PIB de junio todavía está en una sexta parte de sus niveles de febrero, cuando todavía no se había desatado la crisis del coronavirus.
La incertidumbre que genera el Brexit —con las negociaciones con la UE en punto muerto— ya provocó el verano pasado la primera caída del PIB británico en siete años. Los economistas habían previsto un estancamiento, pero no esa contracción que entonces se achacó al impacto de los cambios en el calendario del Brexit.
La fecha para el abandono de la UE, inicialmente fijada en el 31 de marzo del 2019, acabó cancelada como resultado del pulso en el gobernante Partido Conservador entre los partidarios de una salida a las bravas y los defensores de consensuarla con los socios comunitarios. Ganaron los primeros, que siguen apostando por dar un portazo a Europa, convencidos de que el impacto económico quedará escondido bajo los estragos, mucho mayores, de la crisis de la covid-19.
Cuentas públicas precarias
El ministro Sunak debe surfear esa ola, a la que ahora se añade el desplome sin precedentes de la economía. Sunak admite que en los próximos meses muchos miles de personas perderán su trabajo, pero se resiste a prolongar los ERTE más allá de octubre, porque ese mecanismo “no es sostenible indefinidamente”.
La salida oficial del Reino Unido de la UE se produjo el pasado 31 de enero, aunque el país sigue sometido a la normativa europea (aunque sin voz ni voto) hasta finales de año. Cuando el primer ministro, Boris Johnson, proclamó aquel enero “el albor de una nueva era” en que la economía del país florecería por fin liberada de las ataduras de Bruselas, tenía proyectado un plan de inversiones públicas masivas. Sunak insistió tras conocer las nefastas cifras del PIB, que no habrá un retorno a la era de la austeridad, pero no explicó cómo será eso posible dado el maltrecho estado de las cuentas públicas. Así, al Reino Unido se le acumulan los nubarrones, en plena escalada de rebrotes de coronavirus y con el Brexit a la vuelta de la esquina.
La crisis provocó en el segundo trimestre la pérdida de 220.000 empleos, lo que supone la mayor caída en el número de ocupados desde 2009, según la ONS. La tasa de paro se mantuvo en el 3,9%, en gran medida gracias al efecto de las medidas de suspensión de empleo equivalentes a los ERTE. Estos empleos suspendidos no cuentan como parados, ya que se trata de una medida temporal. Pero cabe esperar que parte de ellos acaben engrosando los números del desempleo.
“No hay una respuesta fácil para el esquema de retención de empleo y ese es el principal riesgo en este momento. Existe una posibilidad real de que la recuperación se detenga si aumenta el desempleo”, argumenta a Bloomberg James Smith, economista de mercados de ING. Además, sobrevuela la amenaza de nuevos cierres y confinamientos ante el repunte de contagios en el país, lo que podría ser la puntilla para una economía en horas bajas.
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