Merkel redobla la presión para aprobar en julio el fondo europeo de recuperación
"La solidaridad en la crisis no es solo un gesto humanitario, es también una inversión de futuro", subraya la canciller alemana
Primer viaje de Angela Merkel fuera de Alemania desde hace cinco meses, primer empujón rotundo para aprobar cuanto antes el fondo europeo contra la crisis económica provocada por el coronavirus. La canciller alemana, que el 1 de julio asumió la presidencia semestral de la UE, ha aterrizado este miércoles en Bruselas con el firme propósito de colocar el peso político y económico del mayor socio del club al servicio de una negociación presupuestaria que se enfrenta a la resistencia de socios como los Países Bajos, Suecia o Austria.
Berlín ha convertido la respuesta a la pandemia en la máxima prioridad de su semestre al frente de la UE y se ha marcado el ambicioso objetivo de cerrar este mes el acuerdo sobre un fondo de recuperación que podría alcanzar los 750.000 millones de euros y un marco presupuestario para 2021-2027 de algo más del billón de euros.
“La solidaridad en la crisis no es solo un gesto humanitario, es también una inversión de futuro”, ha subrayado Merkel en su intervención ante el pleno del Parlamento Europeo. El discurso, destinado a presentar las prioridades de la presidencia alemana de la UE, se ha convertido en el primer aldabonazo de la campaña de presión que Berlín redobla desde este miércoles para aprobar cuanto antes el fondo de recuperación.
La canciller se pone al frente de una ofensiva que, según Berlín, pretende evitar que la UE se resquebraje como consecuencia del impacto desigual de una crisis cuyas consecuencias sociales más graves se esperan a partir de otoño. “La cohesión europea no es algo solo políticamente necesario, sino que también merecerá la pena”, ha proclamado Merkel.
La canciller, cuyo liderazgo de 15 años ha coincidido con algunos de los periodos más sombríos de la historia reciente de la UE (Brexit, crisis del euro, resquebrajamiento de la zona Schengen...), no parece dispuesta a que su legado quede lastrado definitivamente por una ruptura del mercado interior como consecuencia de la pandemia. “Creo en Europa, soy una europeísta convencida”, ha subrayado en un apasionado discurso, alejado del pragmatismo habitual de la canciller y acercándose incluso a un tono personal poco habitual. “Soy melómana”, ha subrayado para invocar a Beethoven y a su novena sinfonía, de la que surge el himno de Europa. “Cada vez que escucho la novena sinfonía, descubro algo en la música que me llega y me impresiona, como me pasa con Europa. Déjenme terminar con el mensaje de esa música, la idea de hermandad y armonía que debe guiarnos en Europa”.
“Alemania ha entendido bien la importancia de la solidaridad europea y por eso estamos seguros que, bajo su liderazgo, el Consejo Europeo sabrá responder a los desafíos que tenemos por delante”, ha señalado el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, al dar la bienvenida a Merkel a su llegada a Bruselas para el primer acto oficial de la presidencia alemana.
La visita de la canciller marca un hito en los esfuerzos de las instituciones comunitarias por recuperar la normalidad tras varios meses de confinamiento y videoconferencias. Además de intervenir ante el pleno del Parlamento, con asistencia limitada de eurodiputados, Merkel se reunirá, por primera vez desde febrero de manera presencial, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente del Consejo, Charles Michel, y Sassoli.
La minicumbre de este miércoles entre las cuatro presidencias comunitarias será la antesala del Consejo Europeo que el próximo 17 y 18 de julio también reunirá de nuevo en Bruselas a los líderes de los 27 socios de la Unión para una cumbre previsiblemente tensa y trascendental para el futuro del club.
La Comisión Europea cree que sin la aprobación urgente del fondo la UE se expone a una profunda recesión en dos socios tan importantes como Italia o España y a una brecha económica entre los socios que pondría en peligro la estabilidad de la Unión y hasta la misma supervivencia del mercado único y de la moneda común.
Alemania comparte ese temor y ha propuesto, de mutuo acuerdo con Francia, la creación de un fondo de 500.000 millones de euros para conceder subsidios a los países más golpeados por la pandemia. La Comisión ha hecho suya esa propuesta y la ha completado con otra partida de 250.000 millones de euros para conceder préstamos en condiciones más favorables a las del mercado.
Ese fondo de 750.000 millones de euros se enfrentará la semana que viene a una durísima negociación en la que, según fuentes diplomáticas, “está en cuestión desde la cuantía final, al método de reparto y a las condiciones y control para el desembolso”. Los socios autodenominados como frugales ―Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca― reclaman tanto una rebaja de la cifra como suprimir los subsidios y supeditar los créditos al cumplimiento de reformas estructurales de calado.
Fuentes diplomáticas indican que para Merkel y el presidente francés, Emmanuel Macron, la concesión de una parte muy importante en subsidios es innegociable. “No se puede cargar a países como España o Italia con más deuda aún”, apuntan esas fuentes y recuerdan que, según las previsiones de la Comisión, la deuda pública de Italia podría alcanzar el 159% del PIB este año y la de España, el 115%. En Grecia, país que aún no se ha recuperado de la crisis anterior, la deuda podría acercarse al 200%.
Los frugales confían, no obstante, en recortar ligeramente la simbólica cifra de los 750.000 millones, aunque el tajo podría concentrarse en la partida de los préstamos. Las concesiones hacia La Haya y compañía se auguran mucho mayores en términos de gobernanza del fondo y de condicionalidad para los desembolsos.
La Comisión Europea ha propuesto que las ayudas se supediten al cumplimiento de las llamadas “recomendaciones específicas”, una batería de prescripciones macroeconómicas que la mayoría de las veces son ignoradas por los diferentes Gobiernos. Bruselas quiere dar fuerza a ese proceso y reservarse la última palabra sobre la liberación de las partidas del fondo.
Pero el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, aboga por un control reforzado, que pasaría de la Comisión a manos del Consejo de la UE, un foro mucho más político que tecnocrático. La presidencia alemana, según fuentes comunitarias, apoya el cambio y parece decantarse por un doble tamiz. Por un lado, el plan nacional de reformas que deberá presentar cada socio para acceder al fondo sería sometido a un duro escrutinio, que podría obligar a algunas capitales a rehacer el plan o a renunciar a proyectos que no sean aceptados por el Consejo. Una vez aprobado el plan, sin embargo, el desembolso de las ayudas estaría sujeto a un control periódico, pero mucho más ágil y ligero para garantizar que el grueso del fondo se programe en 2021 y 2022, el periodo más sensible para reactivar la economía.
Los populares reclaman una lista de gastos admisibles para financiar con el fondo
Los principales grupos del Parlamento Europeo (Populares, socialistas y liberales) respaldan la propuesta de crear el fondo de recuperación defendido por Angela Merkel, pero hay matices. Mientras los socialistas aseguran que no aceptarán que el fondo se convierta en una vía para imponer la austeridad y una parte de los liberales desconfía de los subsidios a fondo perdidos, los populares concentran sus demandas en el control y la condicionalidad.
Los populares reclaman “una lista positiva” de los gastos será financiables por el fondo “para garantizar que el dinero se gasta bien en interés de los ciudadanos europeos”, según señala el presidente del grupo, Manfred Weber, en la carta remitida al presidente del Parlamento Europeo con la posición de su familia política. La lista blanca, reservada para proyectos de descarbonización, digitalización y fortalecimiento de la competitividad, crearía de facto una lista negra con los gastos que desean vetar los populares, incluido cualquiera relacionado con el gasto corriente de los Estados o proyectos que sirvan a los intereses estratégicos de terceros países “como China y Rusia”, según detalla la carta.
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