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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Condicionalidad

Los cuatro Gobiernos halcones reclaman rebajar en cuatro aspectos clave el plan de recuperación europea que lanzó la Comisión

Xavier Vidal-Folch
Ursula von der Leyen y David Sassoli.
Ursula von der Leyen y David Sassoli.Etienne Ansotte/European Commiss (Europa Press)

El plan de recuperación europea que lanzó la Comisión el 27 de mayo —750.000 millones de euros obtenidos por emisiones de deuda común— ya es más que un embrión. Los 27 lo han asumido como “base” de la negociación. Eso implica, en la jerga bruselense, que admite retoques, pero que en principio deberían ser menores, casi homeopáticos.

Los cuatro Gobiernos halcones o austeritarios, mal llamados frugales —ser un semiparaíso fiscal como Holanda nada tiene de frugal— reclaman rebajarlo en cuatro aspectos clave: 1) menor tamaño; 2) mayor proporción de créditos y menor en transferencias liberadas o subsidios; 3) un calendario limitado, “abierto” solo hasta final de 2022; y 4) la imposición de una condicionalidad previa para franquear al acceso a las ayudas. Conviene un análisis frío.

Menor tamaño: una reducción minimalista, de entrada, del tamaño del paquete no debería ser un drama, siempre que al mismo tiempo se arbitre un mecanismo automático de aumento en caso de necesidad, y si decaen los otros tres obstáculos.

Mayor proporción de créditos y menor de subsidios: Carece de sentido. Institucionalmente, porque ya está disponible otro amplio paquete crediticio simultáneo, el del Mede (fondo de rescate), barato y sin condiciones. Financieramente, porque se busca apoyar a los vulnerables, lo contrario de incrementar su deuda.

Calendario limitado: como sugerencia de previsión es aceptable; como tope, es estúpido, porque ignoramos la secuencia y duración de esta recesión y sus secuelas.

Condicionalidad: si se apoya el paquete de la Comisión, es incoherente añadirle la imposición de condiciones. El Plan se encarna en los programas del presupuesto. Y funciona al modo de sus fondos estructurales, como un contrato finalista. Bruselas libera fondos cuando los proyectos presentados cumplen los requisitos objetivos: en este caso, acceso de los 27 y foco en los más perjudicados. Y las finalidades (de competitividad, sociales, de equilibrio rural, cohesión) comunes preestablecidos.

Cumplen el requerimiento micro de las prioridades de cada fondo. No una condicionalidad en el significado clásico del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC); de las antiguas ayudas del fondo de rescate; de la política de extrema austeridad: esa “condicionalidad estricta” de tipo macro.

O sea, la que impone topes en deuda y déficit atados al PEC. Huyamos del concepto, que sirvió para hacer más cruel la dureza de la Gran Recesión. Ahora, esos topes —más ásperos cuanta menor prosperidad relativa— se han aflojado mediante la cláusula de escape general. Cuando se reactiven, deberían activarse también los topes para ricos, como el superávit exterior excesivo del Procedimiento de Desequilibrios Macroeconómicos. O todos, o ninguno.

Bruselas incardina también el Plan en el “Semestre europeo”, de coordinación de políticas económicas: cuyo núcleo se centra en las reformas estructurales, no en los ajustes y menos en los recortes. Y las reformas económicas urgentes de hoy son la digital y la verde. Y la cohesión de siempre.


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