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Colin Mayer: “La ambición de directivos y accionistas pone en riesgo a la empresa”

Es el azote de las grandes empresas que han olvidado su misión social en busca de beneficios, tal y como explica en su último libro, ‘Prosperidad’

Colin Mayer, fotografiado en la sede madrileña de IESE Business School, donde impartió una conferencia.  
Colin Mayer, fotografiado en la sede madrileña de IESE Business School, donde impartió una conferencia.  Víctor Sainz

Miembro de la prestigiosa Academia Británica y exdecano de la escuela de negocios de la Universidad de Oxford, Saïd Business School, Colin Mayer critica duramente las políticas de gobernanza de las grandes corporaciones y su servilismo al poder de los accionistas y altos directivos. Una mala praxis que, en su opinión, ha llevado inexorablemente al declive de la economía, algo de lo que el consumidor culpa directamente a la empresa privada.

En su opinión, los negocios, además de rentables, han de ser “responsables y sostenibles”. Por ello reivindica una vuelta a los orígenes, cuando los que se dedicaban a ganar dinero “contribuían a resolver necesidades de su sociedad”. Anima a las corporaciones a recuperar o redefinir el propósito perdido y les recuerda que tienen la responsabilidad de ser transparentes y contribuir con una parte de sus beneficios a luchar contra la pobreza, la desigualdad, energía asequible no contaminante.

Pregunta. ¿Qué dicen directivos y empresarios cuando critica su propósito de ganar dinero?

Respuesta. Estamos de acuerdo con que el objetivo de una empresa es ganar dinero, pero su propósito deber ser mucho más ambicioso. Una compañía se debe a la transparencia para generar confianza y atraer la inversión, y a la rentabilidad, lo que le da el poder de cambiar las cosas y contribuir al crecimiento de las sociedades donde opera. Tiene además una obligación con las generaciones futuras. Y no lo están haciendo bien. Los términos de sus gobernanzas no van por buen camino.

P. ¿Por qué es tan crítico?

R. Porque alguien lo tiene que decir. Estoy convencido de que las empresas han olvidado su razón de existir, su propósito. Ganar dinero como único motor que impulsa los negocios es un concepto moderno. No siempre fue así. En el propósito original de los negocios en la Antigua Roma había un sentido de servicio público. Una perspectiva que ha cambiado ferozmente pervirtiendo la gobernanza empresarial.

P. ¿Y qué sugiere?

R. Una vuelta a los orígenes. Sentarse a redefinir el propósito. Si una empresa fabrica coches, refrescos o vende servicios, ése es su propósito y sobre el que se debe de focalizar para que sus empleados y clientes estén orgullosos. El Grupo Tata, uno de los más potentes de la economía india, contribuye a estrechar la brecha del país que más pobres tiene del mundo. Eso es buena gobernanza. Por el contrario, obtener ganancias exclusivamente no es el propósito que originó el nacimiento de la empresa privada. Avanzar en este terreno conduce al caos, al fraude y a la corrupción.

P. ¿Es posible combinar con éxito ambos flancos?

R. Desde luego. Pero hay un factor que juega en contra: la presión de los accionistas por recibir altos dividendos, por subir el precio de la acción a toda costa. Su ambición pone en riesgo a las empresas. El accionista es una figura poco o nada involucrada en el desarrollo de la compañía que no duda en romper su participación cuando lo desea. Por eso, el mayor error que están cometiendo las corporaciones es alinear sus intereses con los de los accionistas y altos directivos, que se muestran indiferentes y más preocupados por sus bonus que por las mejores decisiones para la empresa.

P. ¿Empeora la situación si la empresa es cotizada?

R. Sin duda, empeora. De hecho, muchas empresas están pasando de cotizar en Bolsa (donde están sometidas a regulaciones muy estrictas) a mercados de capital privado quizás para poder tener menos atadas las manos a la hora de hacer su gestión menos transparente. Y no quieren darse cuenta de que una deficiente gobernanza conlleva que estén cada vez peor valoradas por la gente y que no confíen en ellas. Lo que puede suponer un cataclismo humano, social y político.

P. En España, las empresas del Ibex 35, según algunos estudios, aprueban en gobernanza.

R. La ventaja de algunas de las grandes empresas españolas reside en que están todavía en manos de capital familiar, lo que en el medio y largo plazo es muy saludable, ya que este tipo de dirección suele seguir respetando y conservando valores, misión, objeto, propósito y responsabilidad con la sociedad.

P. ¿Y eso les da estabilidad con vistas a dirigir y proyectarse?

R. En este sentido, las grandes corporaciones españolas lo hacen mejor que las inglesas. Le pongo un ejemplo. Si aterrizas en cualquiera de los aeropuertos de Londres, son propiedad de la empresa española BAA [de Ferrovial]; si coges un autobús es posible que pertenezca a Alsa Grupo o si paseas por Oxford Street están todas las empresas españolas del sector textil. Sin embargo, ustedes han de potenciar sus políticas de apoyo al emprendedor, a las start-ups y a las nuevas iniciativas y darles mayor valor corporativo por su creciente peso en la economía.

P. ¿Cómo se gobiernan las tecnológicas?

R. Empresas como Google, Snapchat o Facebook deben ahondar todavía más que las anteriores en el desarrollo de su responsabilidad social dentro de su negocio. Son compañías muy expuestas porque están utilizando datos de nuestra intimidad para hacer su negocio, lo que podría llevarlos a situaciones indeseadas si esa información no se utiliza correctamente.

P. ¿Quién es ejemplo de óptima gobernanza?

R. La compañía danesa Novo Nordisk, líder en el segmento de insulinas. Además de ganar dinero, porque lo hacen muy bien, trabajan en tratamientos alternativos más baratos para los diabéticos de países emergentes, que no pueden permitirse insulina. Incluso destinan parte de sus beneficios a investigar en la prevención de esta patología. Médicos, pacientes y empleados están orgullosos de su firma.

P. ¿Qué les dice a sus alumnos para que se planteen el propósito de la empresa que dirigirán?

R. Intento transmitirles la idea de que los negocios deben dar soluciones a los problemas y necesidades de la gente de una forma rentable. Las escuelas de negocio han de modificar también su discurso porque su primera lección sigue siendo maximizar rendimientos y beneficios. Formar a los líderes del futuro es una gran responsabilidad y hemos de lograr que se pregunten ¿por qué existe este negocio?, ¿de dónde viene?, ¿cuál es su función en la sociedad? Cuando alcancen esta vocación las empresas estarán alineadas, desde la rentabilidad, con las necesidades intrínsecas de la sociedad, que es para lo que nacieron.

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