La cultura en la Agenda 2030: el eje vertebrador de los ODS
Parece difícil desarrollar una estrategia por las personas y el Planeta sin tener en cuenta los sistemas relacionales de los individuos y el entorno, siendo estos la base de cualquier experiencia vital en la Tierra
El 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobaba la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. El documento cita en su preámbulo que se trata de “un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad”. Para sorpresa de muchos, en el diseño y planificación de la Agenda se había pasado por alto la presencia de la cultura. Parece difícil desarrollar una estrategia a favor de las personas y el Planeta sin tomar en consideración los sistemas relacionales de los individuos con su entorno, siendo estos la base de cualquier experiencia de vida en la Tierra. Aunque UNESCO resolvería este olvido de alguna manera, la interpretación que se dio sigue sin abordar el enorme potencial que la cultura puede aportar a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La Declaración de Friburgo sobre Derechos Culturales, en su artículo 2, define cultura como “los valores, las creencias, las convicciones, los idiomas, los saberes y las artes, las tradiciones, instituciones y modos de vida por medio de los cuales una persona o un grupo expresa su humanidad y los significados que da a su existencia y a su desarrollo”.
En el vínculo que se establece entre cultura y desarrollo, UNESCO defiende “acceder a una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria: el desarrollo como tal es inseparable de la cultura”. Y así se demostró en el Decenio Mundial para el Desarrollo Cultural (1988-1998).
Sin aplicar los conceptos de cultura jerárquica o diferencial de Bauman[1], lo que se plantea es utilizar un enfoque ya expuesto por David Foster Wallace en 2005, diez años antes de la aprobación de la Agenda: “La cultura es para el ser humano como el agua para los peces”. Entendido por Nuccio Ordine[2] como “el líquido amniótico en el que se desarrollan las ideas de democracia, libertad, justicia, tolerancia, solidaridad”.
De esta manera, posicionando la cultura en el corazón de la Agenda de Desarrollo que construirá un nuevo mundo para el futuro, seremos capaces de favorecer la consecución de sociedades más justas, democráticas y comprometidas con los ideales que el texto recoge.
El desarrollo cultural favorece la consecución de sociedades más justas y democráticas
Vivir una vida plena que permita a las personas abordar los objetivos de desarrollo de la Agenda 2030 debería ir vinculado a la incorporación de la cultura como eje vertebrador del diseño de las políticas públicas. UNESCO ya nos habló de “las dimensiones de la energía, creatividad y solidaridad humanas vinculadas a la historia, la lengua y la tradición” que permiten la construcción de sociedades ligadas a los valores fundamentales del ser humano. Se trata de un enfoque que va más allá de la mera conservación patrimonial, el desarrollo de equipamientos culturales y el fomento de la industria de contenidos. Es el espíritu mismo que invade ese acervo cultural el que tiene la capacidad de ofrecer espacios para el entendimiento mutuo.
En palabras de Amartya Sen, “la cultura envuelve nuestras vidas, nuestros deseos, nuestras frustraciones, nuestras ambiciones, y las libertades que buscamos. El desafío consiste en obtener los beneficios de la globalización sobre una base participativa”.
Desde el Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas defendemos el posicionamiento de la Cultura como eje vertebrador de la Agenda 2030. Estando presente en todos sus objetivos, incorporándose a todas sus políticas de desarrollo, convirtiéndose en el agua de los peces.
* Inma Ballesteros es directora de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas
[1] Zygmun Bauman, La cultura como praxis. Paidos, Buenos Aires 2010
[2] Nuccio Ordine La utilidad de lo inútil. Acantilado, Barcelona 2013.
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