La industrialización no es nuestra mejor opción
Existe una tendencia a enfatizar el sector industrial para potenciar el desarrollo económico y la creación de empleo, pero no se habla tanto de sus amenazas ni de las oportunidades que hay en otros ámbitos
Desde hace tiempo las economías desarrolladas evolucionan del sector industrial al de servicios y esta tendencia se ha acelerado con la globalización: siempre hay quien hace las cosas más baratas en Asia o África y el coste del transporte ya no es barrera para la competencia en bienes tangibles. Y, ahora, la tecnología, robotización e inteligencia artificial añaden amenazas a los puestos de trabajo en industrias tradicionales. Si a esto sumamos nuestra baja tradición industrial y escasas ventajas comparativas en este campo respecto a otros países de Europa, concluiríamos que más industria no es el mejor camino para el crecimiento de la economía y el empleo en España. Sin embargo, hay otras áreas donde tenemos claras ventajas competitivas y que están emergiendo con fuerza en las sociedades desarrolladas y, especialmente, en Europa.
Por una parte, asistimos a lo que algunos llaman tercera revolución industrial o progresiva sustitución de fuentes de energías fósiles por renovables; fundamentalmente, pero no únicamente, por la necesidad de contener el cambio climático. Nos viene una revolución en el tipo y uso de la energía para la que tenemos unas ventajas naturales como la abundancia de horas de sol y de viento, y otras derivadas del esfuerzo de nuestros empresarios del sector que, tras el parón renovable en España de comienzos de esta década, han ganado experiencia y prestigio compitiendo en todo el mundo.
Aunque hayamos perdido la capacidad de fabricar componentes, actividad puramente industrial, estamos a la cabeza en implantación, gestión e integración de las energías renovables, servicios estos que ganan peso en la cadena de valor de las renovables. España es uno de los primeros países del mundo en cuota de generación eléctrica renovable y antes de diez años podemos tener capacidad incluso para exportar ‘kilovatios verdes’ a países del centro y norte de Europa que no van a tener fácil alcanzar los objetivos de dos tercios de su generación renovable en 2030 y casi del 100% en 2050.
La eficiencia energética es el otro eje de la lucha contra el cambio climático. El próximo gran reto de nuestro potente sector inmobiliario puede ser la adaptación de edificios para que sean energéticamente neutros, lo que con frecuencia conllevará la implantación de sistemas de autogeneración en los sectores residencial y comercial y nuevos empleos que la industria energética tradicional ya no es capaz de generar.
En menos de diez años España puede tener capacidad para exportar ‘kilovatios verdes’ a países del centro y norte de Europa
Otro ámbito de oportunidad se deriva del cambio de estructura social al que estamos asistiendo. Crece un segmento de población compuesto de mayores, jubilados y personas con más tiempo libre. Un colectivo con menor o ningún compromiso laboral, pero con muchos años de vida por delante y deseos y medios para pasar su ‘edad de oro’ y tiempo libre en un entorno físico acogedor y, no menos, con la atención médica que cada día necesitan más.
España tiene gran potencial para responder a las necesidades de este colectivo. Contamos con amplio espacio libre, más de mil kilómetros de playas en diferentes costas y suficiente terreno en el interior para que personas ociosas recuperen el contacto con la naturaleza y disfruten de terapia ocupacional; clima y gastronomía envidiables y una de las mejores sanidades públicas del mundo. Ni sería la primera vez en la historia que se invitara a ciudadanos europeos a repoblar nuestra geografía ni le falta ambición a nuestro sector inmobiliario para crear o adaptar viviendas.
Pero para que nuestro país no sea un mero destino vacacional sino lugar de residencia para este segmento de población, tenemos que añadir valor a nuestras ventajas naturales. Por ejemplo, asegurando la sostenibilidad e incluso la mejora de nuestro sistema sanitario mediante una gestión eficiente y fórmulas para un copago justo; con un sistema fiscal que no castigue transmisiones patrimoniales y derechos reales, con administraciones locales y de justicia ágiles y reforzando la seguridad pública, especialmente en áreas rurales o aisladas. A esto habría que añadir un buen sistema de comunicaciones, físicas y electrónicas, para eliminar distancias entre personas y entre países.
Liderazgo en la revolución energética y en la creación de entornos atractivos para el creciente número de personas ociosas pueden ser pilares para el crecimiento y creación de empleo sostenidos, al margen del sector industrial y menos sensibles a los vaivenes económicos internacionales más que previsibles en los próximos años.
* Pedro Moraleda es analista de energía y colaborador de la Fundación Alternativas
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