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Columna
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Trump y la batalla de Gettysburg

Las pérdidas estimadas por el cierre de la administración de EE UU son de 3.000 millones de dólares

En 1863, en plena guerra de secesión americana, el ejército confederado se dio de bruces con el ejército del norte. Aquella contienda, que se libró en la pequeña localidad de Gettysburg, Pensilvania, ha pasado a la historia por ser la batalla más cruenta de toda la guerra civil americana. Se calcula que, entre muertos, heridos y desaparecidos, se produjeron cerca de 50.000 bajas. Aquel acontecimiento marcó un punto de inflexión en la guerra civil estadounidense, que terminaría un año y medio más tarde con la victoria del norte.

Afortunadamente, 150 años después, las hostilidades entre americanos se libran de otra forma, y siendo duras, no son sanguinarias. A pesar de que los republicanos controlan la mayoría de los estados del sur, no sería justo hacer una analogía entre este partido y el ejército confederado. Hoy en día, la guerra la libra Donald Trump contra el resto del mundo. Pero, ¿se podría afirmar que, igual que ocurrió en Gettysburg, las recientes moratorias en materia comercial, y el acuerdo para la reapertura temporal del Gobierno, señalan también un punto de inflexión en su constante tono beligerante?

Hasta el momento, el carácter espontáneo y provocador del presidente le ha permitido mantener elevadas dosis de popularidad, pero las cosas han empezado a cambiar. En estos momentos, tiene demasiados frentes abiertos. La economía ha comenzado a desacelerarse. Su empecinamiento con el muro ha provocado el cierre parcial de la administración más largo de toda la historia, propiciando que cerca de 800.000 funcionarios dejaran de trabajar y no cobraran temporalmente su salario. Las pérdidas estimadas no recuperables por este desacuerdo con el Partido Demócrata se estiman en 3.000 millones de dólares. Mientras continúan las negociaciones sobre la guerra comercial, el tiempo corre y la moratoria alcanzada en la cumbre del G20 en Argentina para no volver a desatar otra oleada de aranceles expirará a finales de mes. Además, antes de marzo tendrá que llegar a un acuerdo con los demócratas, que controlan el Congreso, para ampliar el techo de la deuda. Si no consigue un acuerdo, el Tesoro se quedará sin liquidez y las tensiones se van a incrementar destacablemente.

Aunque Trump no parezca muy dado a hacer concesiones y continúe generando titulares agresivos, lo cierto es que, de una manera discreta, ha modificado su predisposición a negociar. La primera señal fue cuando aceptó reescribir las condiciones de un nuevo NAFTA con México y Canadá. Por ahora, los acuerdos temporales sobre el shutdown y la guerra comercial no se han resuelto de una manera definitiva. Pero, ¿qué pasaría si, por ejemplo, en el caso de las negociaciones chinas, simplemente decide nuevas prórrogas? Su economía evitaría contraerse un 0,4% adicional. ¿Puede permitirse EE UU renunciar a ello? No parece muy sensato ponerse más palos en las ruedas. A finales de mes tendremos la solución, pero el punto de inflexión en su política ya se ha producido.

Joan Bonet es director de estrategia de mercados de Banca March

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