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La recuperación económica resta trabajadores a la España vacía

Las comunidades más dinámicas suman mano de obra a costa de los territorios más rurales, según muestran las estadísticas de la Agencia Tributaria

Jesús Sérvulo González

La despoblación es otro de los síntomas de la globalización. La fuerza centrípeta de los polos de actividad está vaciando las zonas rurales, en detrimento de capitales más dinámicas, según los flujos migratorios que muestra la estadística de la Agencia Tributaria sobre movilidad laboral entre comunidades. Extremadura, Castilla-La Mancha y Castilla y León son los territorios que más trabajadores pierden proporcionalmente respecto al número de ocupados. Baleares, Madrid y, en general, los territorios de costa ganan trabajadores.

En algunas compañías, la movilidad exige ciertas condiciones previas al trabajador, como años de antigüedad en el puesto.
En algunas compañías, la movilidad exige ciertas condiciones previas al trabajador, como años de antigüedad en el puesto. Peter Muller (getty)

"Hay una España sin médicos ni escuelas, o con médicos y escuelas que están muy lejos, a veces a cien kilómetros. Una España sin empresas ni bancos ni inversores". Así describía en un artículo reciente Sergio del Molino, autor de La España vacía, esa vasta zona del país donde los jóvenes emigran a la ciudad en busca de oportunidades, donde los mayores envejecen soñando tiempos mejores y donde la despoblación echa raíces. Una amplia zona del país que se extiende con la recuperación económica.

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Así lo atestiguan los datos sobre Movilidad Laboral que la Agencia Tributaria publicó este martes. Esta estadística, elaborada a partir de las declaraciones de la renta, revela que los flujos migratorios entre comunidades autónomas crecen desde 2014 con un mismo patrón: Madrid, Cataluña y las islas (Baleares y Canarias) ganan trabajadores. Y Extremadura, Castilla-La Mancha y Castilla y León pierden empleados.

La última remesa de datos de la Agencia Tributaria, difundida este martes, ilustra este fenómeno. Extremadura perdió 2.995 trabajadores en el último año, un 0,8% de sus ocupados. Castilla-La Mancha, 4.785 empleados (un 0,6%) y de Castilla y León salieron 12.252 personas en busca de un trabajo y solo llegaron 7.256, con un saldo neto negativo de 4.726 personas (un 0,5% del total de sus trabajadores). Algunas de estas autonomías suelen figurar a la zaga en varios indicadores económicos y tienen un PIB per cápita inferior a la media.

La atracción de las islas

En el extremo opuesto destaca Madrid, donde llegaron 41.369 personas en busca de un empleo mejor y salieron 23.942 ciudadanos. La comunidad presidida por Ángel Garrido fue la que más fuerza laboral ganó en 2017: un total de 17.427 trabajadores respecto a 2016, el 0,6% del total de los trabajadores dados de alta. La evolución era la misma incluso en los años de crisis. Madrid arañaba trabajadores procedentes de otros territorios en detrimento de las zonas menos dinámicas.

Baleares tiene un gran imán para atraer población de otras regiones. Sumó 3.843 empleados netos (llegadas menos salidas), un 0,7% del total de su población ocupada.

El turismo es un gran galvanizador para la movilidad laboral. La reactivación de este potente sector en España ha provocado que las islas sean los territorios que más trabajadores atraen.

Canarias, pese a tener una tasa de desempleo más elevada que la media, también funciona como polo de atracción laboral, según las estadísticas de Hacienda, que arroja un dato sorprendente: a Canarias llegan más trabajadores de los que salen desde 2014. El año pasado ganó 1.212 personas que se desplazaron al archipiélago por razones laborales.

El cuadro que componen estos datos dibuja una España cuya población se va desplazando a las zonas con costa o a la capital en busca de mejores trabajos.

El número de trabajadores que se trasladó de comunidad por motivos laborales ascendió a 139.566 personas, un alza del 11,2% sobre 2016. Aún queda lejos de los años del atracón de ladrillo. En 2007, casi 225.000 ciudadanos hacían las maletas y se mudaban a otra región en busca de oportunidades laborales. La OCDE, además, advierte en su último informe sobre España que la tasa de movilidad laboral es aún muy baja en relación con otros países.

El mayor trasvase laboral entre regiones se produce entre Castilla-La Mancha y Madrid. Un total de 8.661 manchegos se mudaron a Madrid por trabajo. También destaca el número de andaluces que hicieron las maletas con destino a la capital (8.492 personas). De entre los que llegaron a Cataluña, los andaluces son también los más numerosos (3.837 empleados).

Las cifras de Hacienda muestra que los grandes flujos migratorios se producen desde Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Castilla y León hacia Madrid, Cataluña y Baleares. Estas tres comunidades, junto a Canarias, Murcia y La Rioja, son las que presentan un saldo migratorio neto positivo, la diferencia entre llegadas y salidas de trabajadores.

El aviso de la OCDE: emigración entre comunidades es baja

La OCDE, el organismo integrado por los 34 países más desarrollados del mundo, realizó un profundo análisis sobre la economía española hace un par de semanas donde lanzó una advertencía: "La emigración entre regiones sigue siendo baja".

El organismo, con sede en París, concluía que "la falta de portabilidad plena de las prestaciones sociales y de vivienda entre comunidades, debida  a los requisitos de residencia previa, agrava la escasa movilidad laboral". Y aconsejaba asegurar la portabilidad plena de las prestaciones sociales y de vivienda mendiante un apoyo temporal a cargo de la comunidad de origen o de la Administración central.

En otra de las conclusiones, el organismo presidido por el mexicano Ángel Gurría, señalaba que "las comunidades difieren considerablemente en su capacidad de desarrollar, captar y retener trabajadores cualificados".

El nivel de competencia, asegura, es uno de los menores de los países de la OCDE y debería elevarse a fin de satisfacer laas necesidades futuras.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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