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España empuja, pero está duro

El paquete de refuerzo de la unión monetaria quedó aparcado en la cumbre de junio

Xavier Vidal-Folch
El comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, y la ministra de Economía y Empresa, Nadia Calviño
El comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, y la ministra de Economía y Empresa, Nadia CalviñoVICTOR LERENA (EFE)

El paquete de refuerzo de la unión monetaria quedó aparcado en la cumbre de junio. Para diciembre. Lástima, pues hay que prepararse para las próximas crisis, que ya se otean en forma de desaceleración. ¿Qué puede esperarse de aquí a fin de año?

Sustancialmente, avances en dos capítulos. En unión bancaria, el esquema del cortafuegos para el fondo de resolución y liquidación bancaria; y en políticas de rescates a países, el refuerzo del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). “Ninguna esperanza” para entonces sobre el fondo de garantía de depósitos bancarios, susurra una alta fuente europea.

También algunos pasos menores, en el mejor de los casos, sobre la capacidad fiscal (fondo de estabilización e inversión, seguro de desempleo), un presupuesto para la eurozona, o un activo financiero seguro (preámbulo lejano de los eurobonos).

Pese al enroque del frente de la reacción nórdico encabezado por Holanda, y a la debilidad alemana, dos novedades alimentan una tímida expectativa de cosecha. Una es la perseverancia del agudo nuevo presidente del Eurogrupo, el librepensador (antiausteritario) Mário Centeno, que intentará despiezar el paquete en pro de una mejor digestión.

Otra: un país mediano-grande como España, que en este asunto sesteaba, ha vuelto con ímpetu, y propuestas.

Para la resolución bancaria una contribución española es la reclamación de que “la toma de decisiones” del cortafuegos sea “efectiva, creíble y rápida” en resolver la reestructuración o cierre de un banco, no en vano el primer caso ejecutado fue el (mejorable) del Popular.

Así se incorporó a la Declaración de Madrid, firmada por Pedro Sánchez y Emmanuel Macron el 26 de julio. Esos requisitos no se especificaban en la más famosa de Meseberg, entre Macron y la canciller Angela Merkel, del 19 de junio.

También reclamó velocidad a la conversión del MEDE en un Fondo Monetario Europeo integrado en el sistema comunitario (y no intergubernamental, como ahora, en el que deciden muy pocos Gobiernos): “A su debido tiempo”, postulaba el texto franco-español, frente a “en un segundo momento” como proponía el germano-francés.

Esas mejoras son de impacto relativo, lo esencial será doblegar al frente reaccionario ya articulado. Pero denotan un pulso.

Que está muy patente en otra propuesta rompedora y que costará sangre, sudor y lágrimas (y tiempo), pero era indispensable: la de “insertar” o incrustar las “dimensiones sociales” en “los procedimientos de coordinación económica”, el llamado semestre europeo y el procedimiento de desequilibrios macroeconómicos.

¿Cómo? Las ideas que se barajan voltearían el statu quo: incorporar a los ministros de Trabajo a los debates del Eurogrupo; hacer obligatorios los objetivos del “pilar social” de 2017 en la política económica; y reforzar al Parlamento como controlador de los esquivos ministros de Economía. Será arduo, pero es en los tiempos de reflujo cuando hay que soñar lo impensable.

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