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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estado del sector financiero

El ojo de los mercados no solo está en la banca, también en los bonos, los vaivenes energéticos y un proteccionismo que puede hacer descarrilar algún tren de recuperación

Santiago Carbó Valverde
Banderas de Europa en la sede de la Comisión Europea en Bruselas.
Banderas de Europa en la sede de la Comisión Europea en Bruselas.FRANCOIS LENOIR (Reuters)

El verano, ese tiempo de festivales y supuesta relajación, dejó de alguna manera de serlo en lo financiero hace once años. La crisis tuvo oleadas que no frenó la canícula estival. Solo en los últimos años parecía haber relativa paz merced a la anestesia administrada en forma de abundante liquidez y a la recuperación económica. Toca el tiempo de caminar sin ayuda extra. En EE UU ya se han dado varios pasos. Tiempo para la UE, donde puede ser el último estío de expansión cuantitativa.

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Si realmente hemos aprendido algo es que las áreas económicas abiertas necesitan sistemas financieros y fiscales medianamente alineados en sus reglas y con sistemas de apoyo mutuo. En el centro de esa arquitectura en la eurozona está la unión bancaria. Cabe pedirle más porque es incompleta. Es obligatorio advertir de sus carencias. Pero esa unión es también un milagro de efectos retardados al que le falta la bendición final de un sistema de protección verdaderamente contundente y (algún tipo, aunque sea incipiente y progresivo) de fondo de garantía de depósitos.

La semana pasada los líderes europeos despejaron la pelota unos meses más, hasta diciembre, para tratar estos temas. La gran promesa es el mecanismo de estabilidad (Mede) al que, en realidad, se llama "de rescate". Se dice muchas veces que debe ser algo así como un FMI europeo. Estos días se ha dicho incluso que serviría para "predecir crisis". Pero, en realidad, lo que debe lograr es evitar pánicos. De momento no puede ser porque sigue el tira y afloja habitual entre los que exigen limpieza de balances y disciplina fiscal, y los que quieren solidaridad y un sistema común. Una historia ya larga de disensión siempre alentada por algún temor de turno. Italia copa hace tiempo el recelo.

Venimos de un tiempo en que las instituciones europeas (Comisión Europea a la cabeza) han seguido muy de cerca el pulso del sector bancario. Ahora ya aprueban su estado e indican que la senda de la estabilidad es firme… pero vienen otras pruebas de esfuerzo tras el verano e Italia hace mantener las dudas.

No todo es, de hecho, banca. El ojo de los mercados está en los bonos, en los vaivenes energéticos y en un proteccionismo que puede hacer descarrilar algún tren de recuperación. Todas las señales apuntan a una elevación de los tipos de la deuda —ojo a las primas de riesgo— y que se acabe normalizando la curva de rendimientos, pero sigue habiendo anomalías.

En España, los datos de financiación del Banco de España muestran que la financiación a hogares apenas remonta el vuelo y la destinada a empresas vuelve a caer. No va a ser sencillo impulsar el crédito a grandes paladas porque la banca sigue sometida a un exigente calendario regulatorio. Demasiadas exigencias a la vez. Y no ayudaría un posible impuesto a la banca que solamente introduciría ruido y de una forma u otra tendría un efecto redistributivo nulo. Toca, además, apoyar al sector financiero en Europa, en medio de importantes negociaciones sobre su gobernanza futura.

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