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Trump se reafirma en el proteccionismo elevando los aranceles al acero y el aluminio importado

El presidente de Estados Unidos convoca a los ejecutivos de la industria para definir las medidas que anunciará la semana próxima

Un empleado frente a un horno de la siderúrgica alemana Salzgitter. En vídeo, declaraciones de Trump.Vídeo: ALEXANDER KOERNER (GETTY IMAGES) / REUTERS-QUALITY

Estados Unidos alza aún más las espadas en el ámbito del comercio internacional, en la que se anticipa será la decisión proteccionista de mayor calado hasta la fecha. El presidente Donald Trump anunció este jueves que la próxima semana instaurará un nuevo arancel global del 25% al acero y del 10% al aluminio que importa de China, Alemania, Canadá o México entre otros países. Lo hará invocando la seguridad nacional y para revitalizar su industria.

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Trump convocó a ejecutivos del sector en la Casa Blanca para definir las medidas que adoptará. El presidente, que cuenta con plenos poderes para modular los aranceles, tiene de plazo hasta mediados de abril para concretar la nueva tarifa. La cuestión está en saber contra qué países lo dirige exactamente. Canadá, Brasil y Corea del Sur son los principales exportadores hacia EE UU, junto a Europa, Japón, México y China.

“Nuestras industrias del acero y del aluminio se han visto diezmadas por décadas de comercio injusto y malas políticas con países por todo el mundo”, comentó el presidente en su cuenta en las redes sociales antes de la reunión con los ejecutivos, “no debemos seguir permitiendo que se tome ventaja de nuestro país, de nuestras compañías y de nuestros trabajadores. Queremos un comercio libre, justo e inteligente”.

Trump firmará la orden ejecutiva la próxima semana. El argumento de Washington es que los astilleros militares y los grandes proyectos en infraestructuras dependen demasiado del acero importando, que es más barato. También la industria de la automoción, aunque en su caso los fabricantes se oponen a las tarifas por el efecto que puede tener en el empleo del sector. Trump busca, sin embargo, incentivar la producción doméstica de acero especializado.

El Departamento de Comercio publicó hace justo dos semanas los resultados de un estudio, tras consultar con varias agencias, en el que concluía que estas importaciones minan las necesidades militares de EE UU y ponen en riesgo la seguridad. Planteaba tres opciones a considerar para pasar a la acción, utilizando una legislación de 1962: imponer una tarifa global, aplicar cuotas o aplicar aranceles específicos. Trump quiere más allá de la recomendación.

Ataque a la OMC

El sector siderúrgico da empleo a 385.000 personas en EE UU. Eran cerca de 640.000 asalariados en 2000. Trump se concentró durante la campaña en las localidades del viejo tejido industrial más afectadas por la destrucción de empleo para captar votos y acusó a China de vender el acero por debajo del precio del mercado. "La Organización Mundial de Comercio ha sido un desastre para nuestro sector manufacturero", reiteró, "necesitamos a estas compañías para nuestra defensa".

Las estadísticas, sin embargo, muestran una realidad muy diferente de la que defiende Donald Trump. EE UU produce el 70% del acero que consume y solo el 3% es de uso militar, de acuerdo con los datos del American Iron and Steel Institute. El Cato Institute señala que la industria da empleo a una proporción muy marginal cuando se compara con las empresas que lo consumen, que superan los 6,5 millones.

La acción unilateral está respaldada por Robert Lighthizer, representante de Comercio Internacional, que como abogado defendió los intereses de la industria siderúrgica en Washington, el secretario Wilbur Ross, que como inversor reestructuró compañías de la industria, y Peter Navarro, su asesor económico. Gary Cohn, principal consejero económico de la Casa Blanca, con una visión más globalista, y James Mattis, secretario de Defensa, fueron más cautos.

Alan Greenspan, Ben Bernanke y otros antiguos economistas que pasaron por la Casa Blanca ya urgieron que se evitara imponer las nuevas tarifas bajo la bandera de la seguridad nacional, porque consideran que “el coste diplomático” no redundará en beneficio de la economía, ya que los aranceles elevarán el coste de producción y el precio que paga el consumidor final. "Es una vía muy cara de preservar empleos en industrias en declive o menos competitivas", añade el presidente de la Reserva Federal de Nueva York, William Dudley.

Reacción de Wall Street

Los títulos de las compañías de la industria siderúrgica se apreciaron con fuerza en anticipación del anuncio. AK Steel subió un 8% durante la sesión bursátil mientras que su rival US Steel lo hizo más de un 5%. Nucor ganó un 3,5% y casi un 2% el productor de aluminio Alcoa. El alza de aranceles afecta, sin embargo, a grandes clientes como Boeing, Caterpillar o General Motors y el temor a una guerra comercial hizo de lastre en Wall Street, que cayó más de un 2%.

La Unión Europa advirtió por su parte que adoptaría medidas de represalia si se daba este paso. De hecho, el temor de los economistas del Council on Foreing Relations es que este tipo de aranceles acaben detonando litigios comerciales que dañen más a las empresas que protegerlas. Que el presidente invoque la seguridad nacional como argumento para alzar más el muro proteccionista no le libra de la Organización Mundial de Comercio puede considerar la medida ilegal.

La acción de Trump no es una sorpresa. Hace ahora un año que el Departamento de Comercio publicó un estudio en el que dejaba claro que EE UU defendería con “agresividad” sus intereses en el ámbito del comercio. Trump considera también que se firmaron acuerdos en el pasado que fueron dañinos para la economía. Por eso decidió nada más tomar posesión renunciar al tratado del Transpacífico y a renegociar el del Norteamérica. Las nuevas medidas pueden dificultar las discusiones con México y Canadá.

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