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El gran negocio de los naranjos apadrinados

Una empresa agrícola valenciana dispara su facturación con su nuevo modelo de negocio: los consumidores compran el árbol y reciben la fruta en casa cuando lo piden

Ignacio Zafra
Una familia en la plantación de su naranjo en Bétera, Valencia
Una familia en la plantación de su naranjo en Bétera, ValenciaMònica Torres

Los vecinos de Bétera, un pueblo valenciano que en ningún caso puede considerarse turístico, están desconcertados por el goteo de visitantes mayoritariamente centroeuropeos que reciben a diario. Los austriacos, suizos, franceses y, sobre todo, alemanes van buscando la finca de Naranjas del Carmen. Su objetivo es visitar el árbol que les cuidan en la parcela, porque lo plantaron para ellos, y hacerse un selfie con él.

Naranjas del Carmen nació en 2010 como una empresa dedicada a la venta directa de cítricos a través de Internet. Todavía vende productos de temporada, miel y vino. Pero ahora su modelo ha evolucionado: en el caso de las naranjas, consiste en que el cliente se convierte en dueño del árbol, que plantan para él y del que tiene derecho a recibir sus frutos en casa cuando quiera, pagando una cuota de cuidados anual que puede alargarse hasta 25 años. Hasta que el árbol crece y da frutos, la empresa ofrece servir las naranjas de otro ejemplar de la finca sin dueño y que sea ya grande. El mismo día que el cliente hace el pedido, un empleado coge las naranjas de las ramas, las empaqueta y se las manda. El esquema fideliza al consumidor a través del vínculo afectivo que desarrolla con su árbol, como si fuera una mascota. Porque una vez crece el naranjo, sí recibirá de este su cosecha anual. Le puede poner nombre y seguir su crecimiento. Incluso visitarlo.

Sobre esa base, el negocio fundado por los hermanos Gonzalo y Gabriel Úrculo ha evolucionado hasta otra firma llamada Crowdfarming, una marca que suministra productos frescos y ecológicos bajo demanda con proveedores en varios países. Ya venden olivos en Castellón y almendros en Granada. En unas semanas comercializará árboles de cacao en Filipinas, arbustos de café en Colombia y vacas en Francia e Italia para recibir queso comté y parmesano, respectivamente. Y en tres años prevén ofrecer un millar de productos. “Como un Amazon agrícola”, dice Gonzalo.

De 25.000 euros a 2,5 millones de facturación

En 2016, los hermanos Úrculo tenían 700 clientes en Naranjas del Carmen, la empresa que lanzaron para aprovechar una finca poco productiva heredada de su abuelo que parecía condenada a la venta. Hoy, en los terrenos en Bétera de estos madrileños crecen 10.847 naranjos, cada uno con su dueño, tienen 5.000 peticiones en lista de espera y 100 nuevas solicitudes al día. Venden 50.000 kilos de naranjas a la semana en pequeñas cajas destinadas casi todas al corazón de Europa y su facturación ha pasado de 25.000 euros a 2,5 millones.

Los empresarios, treintañeros, mantienen Naranjas del Carmen como una sociedad independiente de Crowdfarming, un proyecto que surgió ante el creciente número de peticiones que recibían para plantar naranjos. En vez de seguir comprando campos en Bétera a un precio cada vez más elevado, decidieron formar a otros productores en su filosofía y enrolarlos en Crowdfarming. De las naranjas pasaron a otros alimentos tras concluir que casi todo cabe en el modelo. Admiten, sin embargo, que la vertiente del vínculo afectivo plantea problemas en el caso, por ejemplo, de la carne, una cuestión que están estudiando. De entrada, su plataforma web evitará ofrecer ese tipo de oferta a clientes vegetarianos.

Los pequeños productores que se incorporan a Crowdfarming son independientes. El papel de la empresa de los hermanos Úrculo consiste en asegurar que cumplen unos estándares ecológicos y encargarse de la logística: venta, trato con el cliente y entrega a domicilio. A través de la web, el cliente decide qué alimentos quiere incluir en su huerto-granja virtual y recibe regularmente información y fotografías sobre sus árboles y animales.

“Los agricultores de Bétera nos preguntan cómo podemos ser rentables si nuestros naranjos producen la mitad que los suyos. Lo que pasa es que a nosotros no nos pagan por kilos, sino por mantener su árbol”, afirma Gonzalo. Y al tener vendida la cosecha antes de empezar la campaña, prosigue, pueden centrarse en buscar la calidad. Su precio, unos 2,5 euros por kilo si el envío es dentro de España, es significativamente superior al de un supermercado.

Turistas en busca de su naranjo

A la gente le encanta visitar sus árboles. La empresa ha organizado un cupo diario limitado porque muchos se presentaban en la finca sin avisar, siguiendo la ubicación exacta de su naranjo que ofrece la web. Gonzalo cree que lo mismo pasará con otros productos, como las vacas, que serán “adoptadas” por 160 clientes cada una. Se desarrolla, dice, un fenómeno “fan”. Un ejemplo de una mañana de febrero son Priska Lange, de 38 años, y Gregor Weber, de 36, que han recorrido 2.000 kilómetros en una autocaravana desde cerca de Bremen para llegar a Bétera. Aunque visitarán otros lugares de España, el leitmotiv de su viaje es conocer su árbol. “Nos parece importante hacer compatible la protección del planeta con el trabajo, y que los pequeños agricultores sobrevivan”, dice la mujer.

La empresa ofrece una puerta al agroturismo que los hermanos Úrculo han empezado a explorar con la apertura de un bed and breakfast en la masía de su finca solo para dueños de los naranjos.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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