El diálogo necesario para la innovación financiera
La relación entre empresas y gobiernos es útil, pero en Europa lo deseable es una regulación homogénea
La innovación financiera está ganando peso en las agendas de las autoridades y en los medios de comunicación. Esto se debe tanto a los nuevos servicios que emergen por parte de la banca como a la entrada de nuevas empresas. Como resultado, hay una mayor oferta de este tipo de servicios, además de la expectativa de una mejor intermediación financiera. No obstante, también puede suponer la aparición de nuevos riesgos, lo que exige una supervisión cercana por parte de las autoridades.
Para entender y ordenar este nuevo escenario, han surgido una serie de iniciativas como la consulta pública de la Comisión Europea sobre fintech, que las define como innovaciones en servicios financieros de base tecnológica independientemente del tamaño y volumen de operaciones de las empresas que las llevan a cabo. Pero también se están concretando medidas de fomento de la innovación en diferentes países europeos, con diferentes concepciones y grados de desarrollo. Por ejemplo, en el caso francés se ha facilitado la gestión burocrática para la entrada en el mercado de nuevas propuestas, además de haber agilizado los trámites para el registro de nuevas empresas, con un riguroso seguimiento de la actividad de éstas durante los primeros meses. Aunque el caso más llamativo es el británico y su completo marco de iniciativas, entre las que destacan los denominados regulatory sandboxes —entornos de prueba temporales para examinar nuevos proyectos de innovación financiera mientras se suavizan los preceptos legales— bajo la estricta supervisión de las autoridades. De esta forma, el regulador puede entender mejor el funcionamiento de estas innovaciones y tomar decisiones informadas, ya que se ha involucrado en el proyecto en todo momento. Pero, además, se han limitado los riesgos, ya que el proyecto no ha entrado en el mercado sino en un espacio separado. Respecto a España, las autoridades hicieron una consulta la primavera pasada respecto a una posible implantación de un regulatory sandbox nacional.
En todo caso, una de las principales características de estas nuevas políticas es la voluntad de mejorar el diálogo entre autoridades y empresas. Aunque desde un punto de vista teórico esta interacción industria-autoridad es muy beneficiosa, todavía es pronto para evaluar su efectividad. Además, la divergencia de enfoques adoptados dentro de la Unión Europea puede suponer la creación de nuevas barreras y la fragmentación en la provisión de estos servicios, ya que algunos países ofrecerán medidas que otros países no permitirán. Es por esto que la creación de un marco mínimo armonizado a nivel europeo es deseable para reducir asimetrías entre países, evitando el arbitraje dentro del Mercado Único y facilitando la provisión de servicios a nivel paneuropeo.
Vanesa Casadas es economista del equipo de Servicios Financieros y Regulación de BBVA Research.
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