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La vertiginosa vida de los mayordomos a domicilio

Rappi y UberEats han copado los servicios de comida a domicilio en las principales ciudades de América Latina. Por unos 500 dólares al mes, sus repartidores corren para tratar de entregar los pedidos en tiempo récord

Víctor Usón
Ángel Luna, uno de los repartidores de Rappi en la Ciudad de México.
Ángel Luna, uno de los repartidores de Rappi en la Ciudad de México.Oswaldo Ramírez

Un fenómeno se expande por las principales ciudades de América Latina. Silencioso, casi imperceptible, en poco más de un año ha llenado de repartidores en bicicleta el centro de las capitales. Rappi y UberEats son los que dan de comer a los hípster del continente. La moda consiste en pedir lo que se te antoje y que llegue en tiempo récord al lugar que escojas.

Nacieron hace menos de tres años y ya han revolucionado el envío de comida a domicilio. Con ellas, los alimentos ya no se piden por teléfono, sino a través de una app, el envío se rastrea por celular y el cliente puede ponerse en contacto con su repartidor.

Caroline Merin, la gerente de UberEats en Ciudad de México.
Caroline Merin, la gerente de UberEats en Ciudad de México.O. R.

“Vivimos nuestro día a día como emprendedores. Hay un reto nuevo a cada instante. Como decimos somos pocos intentando lograr algo grande. Nuestro estilo es tratar de romper los límites”, cuenta Caroline Merin, gerente en Ciudad de México de UberEats, justo después de haber logrado un récord Guinness, al repartir el mayor número de tacos al pastor del mundo.

Son los nuevos intermediarios entre el cliente y el restaurante, una externalización del servicio de comida a domicilio que tiene a ambas empresas como principales competidores. Aplicaciones enemigas que en realidad guardan enormes diferencias entre ellas. Mientras la estadounidense UberEats permite comprar alcohol y elegir la comida entre más de 2.000 restaurantes solo en Ciudad de México, con la colombiana Rappi no hay límites. La aplicación permite pedir alimentos en cualquier establecimiento, incluso en puestos de la calle, pagan tus facturas, entregan dinero en efectivo, se convierten en paseadores de perros o incluso han llegado a picarle la cebolla a un cliente o jugar una partida a la PlayStation. En esta app hacen todo lo que se te ocurra. Ha terminado por ser una especie de mayordomo a domicilio.

“Rappi acaba convirtiéndose en una app en la que encuentras absolutamente todo. Un sitio donde encuentras lo mejor de tu ciudad en minutos. Se trata de una herramienta que te resuelve prácticamente lo que quieras”, señala Sebastián Mejía, uno de los fundadores de esta aplicación.

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En el caos ven una oportunidad de negocio. Así que ciudades como Bogotá, Sao Paulo o la propia Ciudad de México se han convertido en su campo de batalla. “Nos gustan las grandes ciudades con mucha densidad y poca infraestructura”, comenta Mejía. “Vimos el tamaño del mercado de México y la importancia que se le da a la experiencia de comer y decidimos que era el mejor lugar para comenzar en América Latina”, añade Caroline Merin.

Se trata de dos alter ego, cuya disputa ha llegado a acaparar titulares en la prensa. Así ocurrió el pasado octubre cuando la llegada de UberEats a Ciudad de México vino acompañada de denuncias de Rappi que los acusaba de hacer pedidos falsos en su app. “Nos sorprendió que grandes empresas hagan este tipo de juegos de niños para competir“, señala Mejía, a lo que Merin responde: “Jamás hemos usado ese tipo de tácticas. Tenemos demasiadas cosas por hacer como para dedicarnos a eso”.

Cada mañana ambas compañías sacan a las calles un ejército de repartidores. Rappitenderos y mensajeros de Uber recorren las zonas más hípsters en busca de antojos que satisfacer. Viajan por las calles más céntricas de las grandes ciudades con el objetivo de agradar al máximo al cliente. “Tienen mucho cuidado con la satisfacción del cliente. Alguna vez me llamaron la atención por llevar unos cafés derramados. Pero cómo quieren que lleguen si los llevas en una bicicleta”, cuenta Yhali de la Cueva, extrabajadora de Rappi.

A cambio, los repartidores reciben entre 20 y 30 pesos (entre 1,1 y 1,7 dólares) por envío si trabajan en UberEats y 20 si lo hacen en Rappi, lo que supone un sueldo que puede llegar a superar los 9.000 pesos (496 dólares), casi cuatro veces el salario mínimo en México, según varios repartidores consultados.

“Estudiaba y necesitaba un trabajo así que empecé como Rappitendero. Me gusta no estar encerrado en una oficina, poder elegir tu horario y aunque los clientes te pidan lo mismo siempre es muy diferente”, cuenta Ángel Luna, repartidor de la app colombiana. “Consigues más dinero que en un trabajo de oficina. Ojalá lo hubiera descubierto antes”, añade Javier Álvarez que trabaja en UberEats y ha popularizado sus vídeos como repartidor a través de YouTube.

Las oficinas de UberEats en la Ciudad de México.
Las oficinas de UberEats en la Ciudad de México.O. R.

Son autónomos, ellos ponen el medio de transporte, el seguro médico y también en juego su seguridad. La empresa no da bajas, ni paga el servicio médico. Si te caes, te lo costeas. Eso sí, ellos eligen el horario en el que trabajar, lo que se ha convertido en un buen recurso de marketing a explotar por ambas empresas.

“Si hay un accidente Uber pone tu perfil en la app en standby, no te ayudan ni con gastos médicos, ni con el seguro”, cuenta Álvarez. “Un compañero estuvo bastante tiempo en el hospital y su factura aumentó mucho. Entre todos pusimos 100 pesos para ayudarle a pagar los gastos”, cuenta De la Cueva.

Se trata de una oportunidad para que los restaurantes expandan su negocio, aseguran ambas empresas. Dos aplicaciones en la que las cadenas tienen escaso control para demostrar su fortaleza frente a las pequeñas, ya que en el largo listado de establecimientos, todos aparecen mezclados. En estas aplicaciones el marketing apenas tiene espacio.

Rappi y UberEats se han convertido en un emblema de la economía colaborativa y han hecho de la pereza y la falta de tiempo de la gente su negocio. Crecen exponencialmente y conquistan a un público que se une a la tendencia de consumir sin moverse de casa.

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Sobre la firma

Víctor Usón
Es redactor de EL PAÍS desde 2015. Trabajó en la delegación del periódico en México durante cuatro años y anteriormente estuvo en las agencias Europa Press y DPA. Es licenciado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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