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El dólar toca mínimos de 2017 frente al peso y permite a México tomar aire

Las palabras de un asesor de Trump que ve al euro "francamente infravalorado" marcan la pauta en el mercado de divisas

Ignacio Fariza
Dos mujeres caminan, la semana pasada, frente a una casa de cambio en Ciudad de México.
Dos mujeres caminan, la semana pasada, frente a una casa de cambio en Ciudad de México.C. JASSO (REUTERS)

En un mundo en el que los hechos se olvidan rápido y lo que marca la pauta son las muchas y muy altisonantes declaraciones, el mercado de divisas se ha acostumbrado a fluctuar a golpe de tuit o de corte de voz. Este martes, el detonante han sido las palabras de uno de los principales asesores de Donald Trump en materia comercial, Peter Navarro, que ha afirmado ver el euro “francamente infravalorado”. El mercado ha seguido sus palabras a pies juntillas, aupando a la moneda única europea y debilitando al dólar, como si de vasos comunicantes se tratase. Tras este movimiento, la divisa estadounidense se ha situado en su nivel más bajo frente al peso mexicano –la moneda más líquida del mundo emergente– en lo que va de año, tras un final de 2016 marcado por la continua pérdida de valor de la moneda del país latinoamericano.

El PIB mexicano se desaceleró en el tramo final de 2016

La debilidad del dólar frente al resto de grandes divisas internacionales, entre ellas el peso, llega en una jornada en la que se ha constatado la desaceleración económica en México en el último tramo de 2016. La oficina estadística del país norteamericano (Inegi) ha informado este lunes de que el PIB mexicano creció un 0,6% intertrimestral, lo que supone un ralentización frente a los tres meses anteriores, cuando la economía creció a su mayor ritmo en tres años. En términos interanuales, el PIB mexicano se expandió un 2,2%, en línea con las previsiones de los analistas.

La desaceleración de la economía mexicana se produjo, por tanto, incluso antes de que Trump tomase posesión e hiciese patentes, ya como presidente, sus planes contra su vecino del sur. Y tuvo una única explicación: la debilidad de la producción petrolera que es, junto con las remesas y la industria manufacturera, uno sus principales pilares.

La cotización del peso se ha convertido en los últimos tiempos en el principal marcapasos para la economía mexicana, asediada por la retórica inflamable de Trump desde la campaña electoral estadounidense y su promesa de devolver a Estados Unidos la industria manufacturera externalizada en su socio del sur. Cada vez que Trump pronunciaba las palabras “Nafta” –el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC)–; “arancel” o “muro”, la divisa mexicana cotizaba las arremetidas con constantes depreciaciones. Hasta, paradójicamente, el 20 de enero, cuando el magnate neoyorquino asumió el cargo de presidente de la primera potencia mundial. Desde entonces, los inversores parecen hacer oídos sordos a las soflamas de Trump y, en lo que va de 2017, el peso recupera unas décimas hasta un cambio de 20,7 unidades por dólar.

A las palabras de Navarro, que apuntaban a Alemania como principal beneficiado de la debilidad del euro, hay que sumar las crecientes dudas sobre la capacidad de Trump para sacar adelante sus promesas económicas. Ambos factores han trascendido del cambio peso-dólar y han llevado a la moneda estadounidense a caer con fuerza frente a las divisas internacionales de referencia en su peor racha desde marzo del año pasado. El Bloomberg Dollar Index, un índice que mide la cotización de la moneda estadounidense frente a una canasta de 10 divisas internacionales, retrocedía más de un 0,6% a media mañana hora de México, un movimiento nada desdeñable en un mercado tan estable como el de divisas. Frente al euro, la principal referencia monetaria tras el billete verde, el dólar perdía casi un punto porcentual y la moneda europea pasaba a cambiarse por 1,08 dólares.

Este repentino debilitamiento del dólar frente a sus pares internacionales en un momento en el que la senda de largo plazo parecía indicar justamente lo contrario, trae buenas noticias para el sector exterior estadounidense: ve ganar competitividad de forma artificial, sin variar un ápice sus procedimientos o costes internos. Y es que la fortaleza del dólar en los últimos meses había sido uno de los principales quebraderos de cabeza tanto para los empresarios como para los primeros espadas de la Administración Trump, que temían que su política basada en más inversión pública en infraestructuras, impuestos más bajos y menor regulación recalentase la economía estadounidense, forzase más subidas de tipos y, en última instancia, llevase al dólar a la paridad frente al euro.

Para México, por su parte, el frenazo al declive continuado de su moneda es una buena nueva por dos motivos: en un país tan abierto al exterior, la depreciación había aumentado la presión sobre la inflación por el aumento de precio de todos los bienes que importa (en muchos casos básicos, como la gasolina o determinados alimentos) y había hecho crecer las dudas sobre la capacidad de repago de México de su deuda pública denominada en dólares.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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