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Columna
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La Bolsa española, desacoplada

Las mayores brechas entre el parqué y las plazas europeas coinciden con citas electorales

Santiago Carbó Valverde

En esta España donde buena parte de los equilibrios políticos y territoriales parecen pender de un fino hilo de heterodoxia y rocambolescas votaciones, resulta una misión arriesgada recordar que vivimos en una economía de mercado. En los tiempos que corren, algunos prefieren hablar de conceptos como la dictadura de los mercados o de pérdida de la libertad democrática. Populismo aparte, lo que nadie podrá negar es que todo proyecto, empresa o economía necesita financiación y que ésta no cae del cielo. Por ejemplo, las salidas a Bolsa son un elemento central de vitalidad de una economía y sus empresas.

Resulta casi inevitable preguntarse qué podemos esperar de los mercados bursátiles en España en 2016 porque, en cierto modo, es una forma de indagar qué se espera de la economía española en este nuevo entorno de incertidumbre política. Curiosamente, estamos terminando un año paradójico, en el que España ha liderado el crecimiento del PIB entre los grandes países de la eurozona y, sin embargo, el Ibex va camino de dejarse un 6% que contrasta con las ganancias del MIB italiano (+13%), DAX alemán (+9%) o CAC francés (+8%). Un claro desacoplamiento de nuestras Bolsas que rompe la tendencia alcista de los últimos años, a pesar de que ésta se mantiene en nuestro entorno. Aunque hay diferentes factores que pueden explicar esta pérdida de compás —sin duda, el excesivo endeudamiento de algunas de nuestras empresas parece un factor clave—, los mayores diferenciales entre las bolsas europeas y la española se han dado en marzo, septiembre y noviembre-diciembre, coincidiendo con convocatorias electorales y diferentes manifestaciones de incertidumbre política.

Hasta hace pocos días la buena noticia parecía ser el importante recorrido al alza que tenían los índices bursátiles en España en 2016, de los más atractivos del continente. Tras las elecciones, las perspectivas siguen siendo positivas pero muy rebajadas. A un año vista podemos darnos por satisfechos si el Ibex avanza cerca del 10%.

La relación entre política y Bolsas ha sido analizada con cierta profundidad. Se ha demostrado, por ejemplo, que la liquidez de la Bolsa (volúmenes de contratación) está relacionada positiva y significativamente con las expectativas de crecimiento económico. Así, por ejemplo, en España, a pesar de que la evolución de los índices no ha sido buena en 2015, la contratación sí que ha aumentado de forma considerable.

La incertidumbre política tiene un precio. En algunos casos es asumible y, en otros, demasiado elevado. Por ejemplo, Estados Unidos ha podido emprender una recuperación de sus mercados y su economía con un Gobierno que difícilmente ha podido dar salida a nuevas iniciativas legislativas, cercenado por tremendas limitaciones al gasto público e, incluso, cercado por la amenaza del llamado "abismo fiscal". Esto es posible porque los inversores pueden asumir situaciones políticas más o menos abiertas pero no un cambio en las reglas o en el respeto de las instituciones. Lo que en el caso español podría traducirse, por ejemplo, en no traspasar las líneas rojas de la consolidación fiscal, avance en las reformas o cohesión territorial. Aspectos que, sin embargo, están ahora en cuestión, lo que parece que no ha pasado desapercibido para el inversor.

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