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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El 2,4%

Para cumplir con los compromisos contraídos con Bruselas será necesario disminuir o, al menos mantener sin grandes variaciones, el gasto de las administraciones públicas

José Luis Leal

En el reciente debate sobre el estado de la nación, el Presidente del Gobierno anunció que el crecimiento de la economía para este año sería del 2,4% o más, lo que contrasta, evidentemente, con el 1,4% del pasado ejercicio. No fue muy explícito sobre las razones en las que basaba su pronóstico, por lo que parece razonable interrogarse sobre las posibilidades de alcanzar, o superar, el crecimiento anunciado.

Un buen punto de partida consiste en estimar el llamado "carry over" es decir, la inercia con la que la economía entró en este año: si a lo largo de éste y los próximos trimestres la actividad permaneciera estancada, el crecimiento medio (suma de los cuatro trimestres de 2015 sobre el mismo periodo de 2014) sería de ocho décimas. Por otra parte, si la economía creciera a lo largo de este año al mismo ritmo al que lo hizo en el último trimestre, el crecimiento medio sería del 2,6%. El problema consiste pues en indagar las razones por las cuales el crecimiento del último trimestre de 2014 (siete décimas sobre el trimestre precedente, un 2,8% en tasa anual) debería mantenerse a lo largo del presente año.

Para ello hay que comenzar por el mayor componente de la demanda que no es otro que el consumo de las familias, determinado principalmente por las variaciones del empleo y los salarios. Por lo que se refiere al empleo, el incremento medio del pasado año fue de un 1,2 por ciento, pero en el último trimestre fue casi del tres por ciento, si bien hay que tener en cuenta que en los meses centrales de 2014 apenas se creó empleo (una vez corregida la estacionalidad). Es muy probable que se supere ampliamente el 1,2 por ciento de 2014, pero no será fácil ir mucho más allá del 2 por ciento y ello a pesar de que en los dos primeros meses de este año, el aumento de las altas en la Seguridad Social ha sido del 2,7 por ciento. Por lo que se refiere a los salarios, el año pasado descendieron ligeramente, algo que casi con seguridad no se repetirá este año. Es posible apostar razonablemente por un aumento de entre medio punto y un punto porcentual comprendidos los llamados deslizamientos, es decir, los incrementos derivados de las reclasificaciones y de la antigüedad, principalmente. Todo lo cual no da para financiar un aumento del tres por ciento del consumo, cifra a la que aludió el Presidente durante su intervención en el debate anteriormente citado. Para alcanzarla hay que añadir el impacto de la reducción de los impuestos que, aunque no hay estimaciones detalladas, añadirá algunas décimas a la renta disponible de las familias.

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Quedan aún dos elementos fundamentales para prever el consumo en términos reales de las familias. Por una parte hay que estimar la variación de los precios que, por el momento, es negativa debido a la fuerte caída del precio del petróleo. Para el conjunto del año hay opiniones para todos los gustos, pero en general prevalecen las de quienes apuestan por el estancamiento o, en todo caso, por una ligera reducción de los mismos. El otro elemento a tener en cuenta es el comportamiento de ahorro. Aunque aún no tenemos cifras para el conjunto de 2014, lo sucedido en los tres primeros trimestres permite pronosticar, con poco margen de error, una caída importante, algo que no debería repetirse este año ya que, a priori, el incremento de la renta disponible y el estancamiento, o caída, del índice de precios permitiría compatibilizar el crecimiento del consumo con el mantenimiento, e incluso con un ligero aumento, de la tasa de ahorro de las familias.

Todo lo cual es tanto más relevante cuanto que el consumo público debería permanecer estancado o crecer muy moderadamente. Para cumplir con los compromisos contraídos con Bruselas será necesario disminuir o, al menos mantener sin grandes variaciones, el gasto de las administraciones públicas especialmente el relativo a los gastos corrientes.

Por lo que se refiere a la formación bruta de capital parece haber un consenso sobre una moderada recuperación de la construcción, lo que parece corroborar el reciente repunte del empleo en este sector, y a un nuevo aumento de la inversión en bienes de equipo, del orden del 8 por ciento. Es razonable pensar que así sea, pues las empresas, al menos las grandes, han conseguido cerrar el pasado año con un aumento significativo de sus beneficios, compatible con un moderado desendeudamiento. Es lógico pensar que el incremento de la demanda las incite a invertir para consolidar la mejora de la competitividad obtenida en los últimos años.

Llegamos así al problema exterior. Es necesario reducir la vulnerabilidad de nuestra economía frente a los vaivenes de los mercados financieros derivada de nuestro elevado endeudamiento: la deuda neta exterior de España (pública y privada) equivale al 100 por cien del PIB cuando los organismos internacionales consideran que a partir del 50 por ciento puede considerarse la situación como peligrosa. Es importante pues conseguir crecer y crear empleo reduciendo al mismo tiempo la dependencia exterior. Conviene tener en cuenta que a pesar de la caída del precio del petróleo, terminamos 2014 con un ligero excedente (el 0,1 por ciento del PIB) de la balanza por cuenta corriente. Es cierto que el año pasado nuestro principal mercado, es decir, la eurozona, atravesó una situación difícil, pero también hay que tener en cuenta que, al menos en la segunda mitad, nos beneficiamos de la apreciación del dólar, que hizo que nuestros productos mejoraran su competitividad en amplios mercados del mundo.

También es probable que las primeras compras de las familias, al aumentar su confianza en las perspectivas económicas, fueran de bienes de consumo duradero cuya renovación se había aplazado y que, a partir de ahora, sus compras tengan un menor contenido de importación. En cualquier caso, la apreciación del dólar y la previsible mejora de nuestros principales mercados en Europa deberían inducir un aumento apreciable de las exportaciones lo que a su vez podría permitir un excedente en la balanza por cuenta corriente, esencial para devolver una parte del de las ingentes cantidades de ahorro que hemos tomado a préstamo. Es algo que está por ver pero que actualmente parece alcanzable. De ser así, estaríamos en la buena vía que haría compatible el crecimiento y la creación de empleo con el desendeudamiento de los agentes económicos y podría confirmarse que algunas de las reformas emprendidas han dado su fruto.

Es cierto, y podrá decirse con razón, que hay muchas incertidumbres por delante, económicas y sobre todo políticas. Un año electoral tan cargado como el presente es propicio para las proclamas demagógicas y para la tentación de aumentar el gasto público y dejar para mañana las reformas y los ajustes que se deberían hacer hoy. Es de esperar que se impongan la serenidad y el rigor a la hora del debate y al mismo tiempo la coherencia de hacer en nuestra casa lo que pedimos a otros que hagan en la suya para que, al final del año, podamos decir que se han creado centenares de miles de puestos de trabajo en un clima de confianza en las posibilidades, que son grandes, de crecimiento de nuestra economía.

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