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Tribuna
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Visión de futuro

Emilio Botín decidía deprisa, pero no sin haber estudiado antes el problema a fondo

José Luis Leal

Lo primero que sorprendía en Emilio Botín era su amabilidad en el trato directo. Escuchaba siempre con atención a sus interlocutores. Sabía más que nadie en España de banca, pero nunca abusaba de su conocimiento para apabullar a quien venía a pedir consejo o a discutir cualquier asunto. Y sabía rodearse de gente valiosa, sin importarle nunca si podían hacerle sombra (algo muy difícil, por no decir imposible, en el sector).

Decidía deprisa, pero no sin haber estudiado antes el problema a fondo pues era un trabajador incansable. Trabajaba mucho y hacía trabajar mucho a sus colaboradores. Como los grandes empresarios, o los grandes hombres, tenía una idea muy clara de lo que quería y todo lo subordinaba a la consecución del objetivo que se había marcado. Podía trabajar día y noche sin importarle las horas de sueño.

En sus numerosos desplazamientos en avión, no tenía en cuenta los husos horarios: su hora era siempre la de España, en sentido literal y en el figurado. Creía en nuestro país y en sus posibilidades, lo que le llevaba frecuentemente a interrogarse y preguntar por los problemas macroeconómicos, por las perspectivas y, en definitiva, por el futuro. Era el mejor representante de la marca España en el mundo.

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Dice la leyenda que antes de comprar un banco en el extranjero, lo que hizo con frecuencia, además de analizar a fondo su situación, visitaba de incógnito alguna oficina para comprobar su funcionamiento en la práctica. Nunca se lo pregunté; pero conociéndole, no me habría extrañado que así fuera.

Siempre tuvo los pies en la tierra y probablemente esta sea una de las razones de su éxito, junto con su inteligencia, su intuición y la férrea disciplina de trabajo que se impuso a sí mismo y a sus colaboradores.

Como presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), tuve un trato con él a lo largo de los 16 años de mi mandato. Le llamaba para ir a verlo a su banco, pero a menudo insistía en venir a nuestras oficinas para discutir cualquier asunto. Apoyó siempre a la asociación y aceptó su disciplina como asociado sin tratar de cortocircuitar sus actuaciones para hacer prevalecer sus intereses sobre los del resto de sus miembros.

Su desaparición deja un gran vacío que no debería, sin embargo, afectar al funcionamiento del banco. La sociedad necesita grandes hombres, visionarios que persiguen hasta el final sus ideas, pero también colaboradores capaces de continuar el trabajo de quienes supieron descubrir nuevos horizontes y se arriesgaron para alcanzarlos.

Deja un banco bien organizado, el primero de la eurozona, una gran empresa multinacional capaz de continuar su marcha por el camino trazado por un hombre excepcional.

José Luis Leal fue ministro de Economía con Adolfo Suárez y presidente de la Asociación Española de Banca entre 1990 y 2006.

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