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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contra la euro mezquindad

El plan Draghi triunfa, pero ¿invertirá la UE a lo grande o con racanería?

Xavier Vidal-Folch

El plan Draghi, del señor del BCE, ya camina. Hoy le toca a él mismo cumplir su parte, inundar el mercado de liquidez para los bancos “orientada” a financiar empresas.

Es una nueva versión, prometida antes de vacaciones, de la “litrona” o LTRO (Long-Term-Refinancing Operations), para convertirse en TLTRO: “T” de targeted, orientada, seleccionada, condicionada a que trasladen el crédito a la economía real. Veremos los resultados.

Pero su plan de giro en la política económica, para completar la ortodoxia presupuestaria con una orientación algo más keynesiana, inversora y atenta contra el empleo, y con reformas estructurales liberales, ya caló hondo a final de la semana pasada, en el Eurogrupo y el Ecofin.

Los ministros de Finanzas, ecofines (UE-28) y eurogrupines (Eurozona-18) endosaron una transacción con Francia: le prometieron plazo más amplio para ajustar su déficit a cambio de la promesa de reformas ahorradoras. Es la primera plasmación de la suavización del rigor presupuestario, reclamada por Draghi.

Queda un mecanismo flexibilizador inédito: el uso de la “regla de oro” para cuantificar el déficit. A saber, que no se incluya en él el monto de las inversiones públicas productivas: “se tendrá en cuenta si el déficit público supera los gastos públicos de inversión”, reza el propio Tratado (104-C de Maastricht; 126.3 de Lisboa). Como el manejo de ese baremo corresponde a la Comisión, será Jean Claude Juncker quien pueda usarlo como complementario... o esencial. Hay margen, el margen que quisieron los padres del euro, hasta que se impuso la escolástica.

Tercera pata más allá de la expansión monetaria y de las reformas-a-cambio-de-suavización-fiscal: la inversión pública. Hasta los reticentes, como el voluntario alemán Wolfgang Schauble y el forzado francés Michel Sapin, reconocieron en su homilía bipartita que hay que “promover la inversión” privada y pública, porque ha caído un 15% desde el inicio de la crisis, y esa es la causa principal del estancamiento económico europeo.

Acuerdo en el diagnóstico. ¿Y en el recetario? El plan Draghi puede capotar por culpa de una oposición enrocada; pero aún más por los intentos de diluirlo. Si no hay ambición en la expansión monetaria, si la flexibilidad presupuestaria es rácana, si el tamaño de la inversión es mezquino, entonces fracasará en la realidad pese a triunfar en los enunciados. Con la cuantía, nos habrán birlado el concepto.

Los 300.000 millones de inversión prometidos por Juncker no son grano de anís (un 2,2% del PIB de la UE). Pero su impacto recuperador dependerá del plazo de su ejecución; de si hay recursos nuevos o todo es dinero reclasificado; de si la apelación al Banco Europeo de Inversiones es rápida, eficaz, favorece los “actividades especiales” de mayor riesgo; de si llega a la pyme. De si inundan la economía productiva o se limitan a un leve riego por aspersión.

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