El hombre aferrado a la ley
El juez federal Thomas Griesa pronunció frente a un centenar de personas un discurso lento, débil en ocasiones. Pero muy claro
El último enemigo de Argentina, el hombre que quiere someter su soberanía al dictado de los fondos buitre, el objeto de viñetas despectivas en la prensa de Buenos Aires, de comentarios mordaces o insultantes en radios y televisiones desde hace años tiene su fortaleza en la corte del distrito sur de Nueva York, en el piso 26 del número 500 de Pearl Street, en una sala imponente en la que reina el silencio mientras su discurso, lento, débil en ocasiones, pero muy claro, llena todos los rincones. Allí nadie le tose.
El juez federal Thomas Griesa, de 84 años, entró el viernes en su sala encorvado, caminando lentamente, con toga pero sin corbata, exhibiendo un tremendo hematoma en el lado izquierdo de la cara. Frente a él, un centenar de personas, entre público, abogados, periodistas, personal del juzgado y la inevitable ilustradora inmortalizando el momento con sus carboncillos de colores.
El colorido de la ropa de los periodistas, que tuvieron que dejar todos sus aparatos electrónicos en la entrada, contrastaba con el color oscuro de los trajes de la veintena de abogados allí presentes. Por las ventanas, la inmensidad de Manhattan.
Cada frase de Griesa fue una sentencia. Entre cada una de ellas, pausas de hasta 10 o 15 segundos bajo la mirada atenta de todos los presentes. ¿Ha extraviado el discurso? ¿Ha olvidado algo? No, simplemente habla despacio, cuidando mucho lo que dice. Y el viernes, aunque no sentenció nada nuevo, dijo bastante. Primero, que la deuda de Argentina, sus obligaciones, siguen ahí en virtud de una sentencia. Segundo, que el Gobierno de Buenos Aires no debe confundir a la opinión pública con medias verdades. Tercero, que el conflicto no puede demorarse otros diez años, que es necesario alcanzar una solución ya. Y cuarto, que el único camino es la ley.
Nacido en Kansas y designado por el presidente Richard Nixon en 1972, Griesa se resiste a jubilarse. En su carrera se acumulan casos sonados con los temibles sindicatos estadounidenses, con el FBI, con Gobiernos de todo el mundo o con quien sea en los que ha demostrado fortaleza y carácter. Los argentinos, y todos los centros financieros del mundo esperan que esta vez, además, sea justo.
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