Objetivo: fortalecer la clase media
El foro organizado por el Banco Mundial y EL PAÍS analizó las reformas que América Latina necesita para atender las demandas de un sector vital para el desarrollo
América Latina ha estado asociada históricamente con la desigualdad social, polarizada entre una élite adinerada y una masa sumida en la extrema pobreza. En la última década, una nueva clase emergente —propulsada por un sólido periodo de crecimiento económico que ha elevado sustancialmente el ingreso per capita— ha reducido notablemente esa brecha. El creciente poder adquisitivo de la población ha provocado una importante expansión del consumo que, a su vez, también ha impulsado las economías hemisféricas.
Sin embargo, las protestas, cada vez más generalizadas de ciudadanos, precisamente en aquellos países latinoamericanos con mayores índices de crecimiento, demuestran que la reducción de la pobreza y la expansión de la clase media no implican, de manera automática, una reducción de la inequidad o una mayor resignación. Sus reivindicaciones han desnudado las carencias de las políticas sociales de varios Gobiernos latinoamericanos, obligándoles a repensar su actual modelo para afianzar a una clase social esencial para el desarrollo del continente, justo cuando las previsiones de crecimiento han dejado de ser tan halagüeñas.
Fortalecer a las clases medias se ha convertido en el nuevo desafío de América Latina. Esa es una de las conclusiones a las que se llegó el pasado jueves en Washington en el foro sobre la clase media en la región organizado por EL PAÍS y el Banco Mundial con el patrocinio del Banco Popular. Durante la jornada, los ponentes y participantes analizaron el origen de las movilizaciones de las clases medias y la necesidad de adoptar reformas estructurales para consolidar su crecimiento.
La transformación económica en América Latina —donde la clase media constituye ya el 30% de la población— fue presentada por el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, como un éxito de las políticas de crecimiento distributivo, de las transferencias de dinero a los más necesitados y de la mejora de los niveles educativos y sanitarios. “En los últimos años, los Estados han desarrollado políticas de inclusión social, y las transferencias condicionadas que comenzaron en México y Brasil han obtenido resultados extraordinarios que se están adoptando en todo el mundo”, dijo.
Pese a la notable reducción de la pobreza, las mejoras en el bienestar asociadas con ese esfuerzo no parecen estar dando resultados, como demuestran las movilizaciones de un amplio espectro de la sociedad latinoamericana. “En Latinoamérica, las clases medias se han ampliado y exigen un nivel de servicios y atención social que los Gobiernos no han sido capaces de satisfacer”, señaló el director de EL PAÍS, Javier Moreno.
Es la heterogeneidad de la clase media —a la tradicional se ha incorporado la que proviene de la pobreza— la que hace tan difícil definir las características propias de ese grupo de población y fijar un propósito común.El vicepresidente del Banco Mundial para América Latina, Hasan Tuluy, subrayó que la riqueza de un país no es determinante exclusivamente para definir el espectro de la clase media. “Un país con ingresos muy altos no supone necesariamente un país con mayor clase media”, señaló.
Más allá de las causas concretas que llevan a cada sector de la clase media a movilizarse, el anhelo común es “una expansión y una mejora en la calidad de los servicios sociales” acorde con su nueva situación económica y con el incremento de la presión impositiva, como concluyó Kim. Aunque la prosperidad se ha generalizado, lo que mueve a las nuevas clases medias no es tanto el mantenimiento de su poder adquisitivo como un sentido generalizado de equidad social al que los gobernantes deben atender para evitar que esa nueva clase ciudadana no se convierta en un foco de conflicto.
Consolidar su crecimiento, para evitar que ese apogeo se quede en un mero espejismo, parece ahora más crucial que nunca, cuando el futuro económico del hemisferio, lastrado por el descenso del precio de las materias primas, parece amenazar la senda de crecimiento de la primera década del siglo XXI. El secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, insistió en la influencia de la clase media en el impulso de las economías y en la necesidad de que se convierta en un agente social del cambio. “Una clase media potente y con perspectiva de seguir mejorando su nivel de vida genera ahorro interno y mejora el clima de negocios para la inversión privada”.
La duda es si la fuerza de la clase media y su capacidad de consumo es suficiente para amortiguar el golpe de un desarrollo económico más moderado. Esa fluctuación supone un riesgo para quienes se han incorporado a esa nueva clase social desde la pobreza, mucho más vulnerables a los vaivenes de la economía y cuya frustración puede, como advirtió Iglesias, convertirse en otro polo de tensión social en el futuro.
El presidente del Banco Popular, Ángel Ron, defendió también la necesidad de crear un espacio para la iniciativa privada. “La principal consecuencia de la falta de un tejido de pequeñas y medianas empresas es la ausencia de una clase media y la persistencia de fuertes desequilibrios sociales en esos países”, dijo. Ron recordó que las pymes emplean el 67% de toda la fuerza laboral.
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