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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un ratón no es un elefante

Ni el paro toca suelo ni el presupuesto es el de “la recuperación”, aunque unos datos mejoren

Xavier Vidal-Folch

Un gran truco de la magia es la “misdirection”: procurar que el público fije su mirada en un punto ciego, desviando su atención del lugar donde el artista produce la manipulación. En eso estamos.

Todo el verano, acaso para contrarrestar enojosos reveses político-judiciales, el Gobierno y sus heraldos han propagado si no el fin de la crisis, sí el de la recesión —cercano, pero aún no verificado—, y la “recuperación”. Se han dirigido a una ciudadanía que ni por asomo lo vive así.

El último en apuntarse a la campaña fue el ministro de Economía, Luis de Guindos. “Hemos tocado suelo” en cuanto a la destrucción de empleo, aseguraba hoy hace un mes, para enaltecer una escuálida mejora en agosto, 31 parados menos. Y ahora, ¿acaso es que el suelo se hundió más?

El problema del énfasis excesivo es que desvirtúa el carácter claramente positivo de muchos datos micro, e incrementa así la desconfianza del respetable. Pues no es igual un menor empeoramiento que una mejora sustantiva; una inferior celeridad de la crisis que su fin; una cercanía al crecimiento cero, que el relanzamiento; acercarse a tocar fondo, que rebotar hacia arriba. Si un ratón es un ratón, conviene no venderlo como si fuera un elefante.

Mariano Rajoy proclama desde Tokio que de lo que hoy se habla es de “cuán grande va a ser la recuperación”. Esto es aún más chocante que lo de los brotes verdes. Porque nadie habla de eso, se discute solo del probable retorno al crecimiento, siempre en dosis frágiles y escasas, un 0,7% para 2014, según el Gobierno. Ya es algo, pero no es la recuperación.

La recuperación implica restablecer las constantes vitales previas al desastre: entre el primer semestre de 2007 y el de 2013, España ha perdido un 5,3% acumulado de su PIB, cuatro veces peor que la eurozona. Las inversiones cayeron un 38%, justo el doble que la media de los socios. Y el paro, que en 2007 era del 8,6% en España y del 7,6% en la eurozona, alcanza ahora aquí el 26,2% y el 12,1% entre los Dieciocho, incluida España.

Sólo a partir de que igualemos los niveles de 2007, que implican reducir el paro a menos de un tercio del actual, podrá afirmarse que estaremos en la recuperación. Y a partir de entonces podrá otearse el relanzamiento. Pero no antes.

El problema no es ya que se venda como elefante un ratón. Es que el presupuesto (eso sí es sagrado) de 2014 se acaba de presentar como “el presupuesto de la recuperación”. Y si bien no contiene dislates como el de 2013 (la reducción prevista del PIB con que se elaboró fue del 0,5 y llegará casi a triplicarla), para afianzar la consigna recuperatoria se introducen tres efectos distorsionadores.

Primero, el “efecto fantasía”, al insistir Cristóbal Montoro en que “no habrá subidas de impuestos”, cuando las hay porque se mantienen los aumentos en IRPF, Sociedades, IBI y otros que se habían implantado solo para dos ejercicios, 2012 y 2013, y sin embargo se prorrogan para 2014. Y será fantástico que los ingresos aumenten un 2,1% (sobre recaudación prevista) o el 2,6% (sobre presupuesto 2013) con un crecimiento de la economía de sólo el 0,7%.

Segundo, el efecto “falso alivio”. El Gobierno confía cuadrar la cuenta gracias al cambio de ciclo, ese crecimiento del 0,7%: inferior a las previsiones de otros organismos, que profetizan un 1% largo. Si estos acaban teniendo razón, la sensación de mejora aumentará. Si no, el Gobierno habrá acertado. Siempre gana.

Tercero, el “efecto escaparate”: se aparenta que las pensiones suben (¿un 0,25%?) cuando de hecho bajará la capacidad adquisitiva de los pensionistas, porque la inflación será, al menos, del 1%. Parece que suben las becas, pero en parte a costa de la caída de las ayudas a libros, y en realidad ahí tampoco hay recuperación, pues descienden un 30% respecto de 2010. Se afirma que sube la partida para I+D, pero si se destripa, eso sucede porque sube la militar y baja —justo el doble— la civil. O sea. El ratón es un ratón.

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