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El capitalismo de Estado ya no es tabú

El capital público en las empresas se estabiliza o aumenta en los países emergentes

Alejandro Rebossio
Un avión de la empresa estatal Emirates aterriza en Barcelona
Un avión de la empresa estatal Emirates aterriza en BarcelonaDAVID RAMOS (GETTY)

Érase una vez el consenso de Washington, que desató una ola privatizadora por casi toda Latinoamérica en la década de los años noventa. Eran tiempos de la caída del comunismo en Europa del Este y de auge de las políticas económicas neoliberales. Pero en el siglo XXI, con el ascenso de China y sus empresas públicas en la economía mundial, el capitalismo de Estado ha dejado de ser tabú. Algunos países sudamericanos se han embarcado en nacionalizaciones, como Venezuela, Bolivia y Argentina; otros han fortalecido empresas públicas existentes, como la brasileña Petrobras; pero hay países como México, donde rige un monopolio petrolero estatal —Petróleos Mexicanos (Pemex)— que el presidente Enrique Peña Nieto se propone abrir al capital privado sin renunciar a la titularidad estatal de las explotaciones.

Pero no es el mismo capitalismo de Estado en China, donde las empresas sacaron parte de su capital a Bolsa y por orden del régimen comenzaron a expandirse por el mundo, que en Rusia, donde las privatizaciones fueron generalizadas con excepciones como Gazprom. En India y Asia-Pacífico, la presencia del Estado en la economía ha sido importante en la industrialización de los países. En el mundo árabe no solo las petroleras son estatales, sino también empresas como la química saudí SABIC o la línea aérea Emirates. Las empresas bajo control estatal suponen el 80% de la capitalización del mercado bursátil chino y más del 60% en Rusia, mientras que apenas llega al 35% en Brasil.

China, Rusia y las naciones árabes abanderan este modelo

En Latinoamérica, solo dos países privatizaron sus petroleras en los años noventa: Bolivia (YPFB) y Argentina (YPF), y en este siglo han revertido su decisión. En el caso de YPF, el Estado expropió el 51% que tenía Repsol y el restante 49% sigue siendo privado (el grupo español mantiene el 12%). Hay petroleras 100% estatales como Petróleos de Venezuela (PDVSA), Petroecuador o YPFB y otras que abrieron su capital a la Bolsa pero siguen controladas por el Estado, como Petrobras (64%) o la colombiana Ecopetrol (90%).

En el ámbito minero, Chile siempre mantuvo su estatal Codelco, una excepción en la región. En los últimos años, Venezuela ha nacionalizado empresas industriales y de servicios, mientras que Bolivia y Argentina han concentrado sus reestatalizaciones en el sector terciario. El año pasado la Corporación Andina de Fomento (CAF) destacó en un informe la buena gestión de empresas estatales de la región, como Petrobras, Codelco, la energética colombiana Isagen, el Canal de Panamá, la peruana Corporación Fonafe y las Empresas Públicas de Medellín (EPM).

El economista Nouriel Roubini, el gurú de la crisis, opina que el capitalismo de Estado ayudó en la etapa inicial de desarrollo de los países emergentes, pero ahora obstaculiza los aumentos de productividad y es una de las razones de la desaceleración de estos mercados. Otros analistas detectan detrás de esa crítica un sesgo ideológico o intereses económicos privados. En todo caso, la fortaleza de las empresas estatales es una realidad: 19 de las 100 compañías más grandes del mundo lo son, igual que 28 de las 100 mayores de los mercados emergentes. Ya no hay tantas empresas estatales en Latinoamérica como en los años ochenta, pero el debate sobre su papel se ha reabierto.

“Comparar China con Venezuela es como comparar peras con vacas, aclara Andrés López, profesor de las universidades de Buenos Aires (UBA) y San Andrés (Argentina). “En un país subdesarrollado, la presencia del Estado es importante a la hora de fomentar el surgimiento de sectores modernos, lo cual no significa cualquier tipo de intervención. Lo de Venezuela me espanta. En cambio, Petrobras gasta un montón en investigación y desarrollo. Y Petrobras no es lo mismo que Pemex, que todo el mundo indica que es un desastre. La pregunta no es si tengo petrolera estatal o no, sino si la manejo con criterios de eficiencia, productividad o para fines políticos”, opina López.

El economista chileno Andrés Solimano, presidente del Centro Internacional de Globalización y Desarrollo, observa que las renacionalizaciones de Venezuela o Bolivia fueron un “antídoto a las privatizaciones” de los años noventa. “En las empresas estatales hay una cierta lógica redistributiva. PDVSA financia programas sociales. También se usan para la fijación de precios y para subsidiar el consumo interno. Además, dan ingresos al Estado para el gasto público en general. Pero también hay una cierta lógica nacionalista, de impedir que las empresas europeas o estadounidenses copen los recursos naturales”, describe Solimano. En su opinión, el desafío radica en una “buena gobernabilidad, tener cuidado con los conflictos de interés, porque el Estado debe ser sujeto a control social”.

Un 19% de las empresas más grandes del mundo son estatales

Óscar Dancourt, expresidente del Banco Central de Perú, se suma a la discusión a partir de la experiencia de su país: “Uno puede tener crecimiento alto e inflación baja, con distintos modelos de crecimiento. Lo hemos tenido cuando había muchas empresas estatales y también cuando estas se redujeron al mínimo en los 2.000. Donde hay diferencias es en la distribución de la renta. Si uno tiene empresas estatales en el sector primario exportador, y son bien manejadas, la participación en la renta de las materias primas es mayor”. Sin embargo, Dancourt advierte: “En China y otros países asiáticos las estatales han sido una palanca para industrializar y diversificar el aparato productivo, pero no en América Latina”.

Antonio Prado, secretario ejecutivo adjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), recuerda que la región desanduvo el camino de la participación del Estado en la producción de bienes y servicios en la década de los noventa. “La intensidad de ese proceso de privatizaciones varió de un país a otro. Y los resultados han sido también muy variados, por país y por sector de actividad, lo que dificulta una evaluación de conjunto”, señala. “En todo caso, el fenómeno no parece ser tan abarcativo como para atribuirle la responsabilidad de la desaceleración económica”.

 “Son llamativos los fracasos de industrializaciones basadas en capitalismo estatal”, observa Rolando Astarita, profesor de la UBA y la Universidad de Quilmes (Argentina). “Entonces pasamos de un extremo al otro, como sucedió en Argentina”. Se refiere Astarita a las privatizaciones de los años noventa. “Ahora, en Venezuela y Argentina hay ciertas críticas porque, por ejemplo, Aerolíneas Argentinas no presenta balances, tiene déficit o se dice que es un centro de empleo para la gente afín al Gobierno. No se critica en sí la estatización, sino que no exista un manejo capitalista de la empresa estatal”.

Carlos Quenan es vicepresidente del Instituto de las Américas en París. “Hoy en día ni los países más liberales tienen el discurso de los noventa de que la llave maestra es privatizar, liberalizar mercados. En algunos casos se avanza en la idea de constituir este capitalismo de Estado con un sector importante de empresas públicas, como Venezuela. Hay países con una tradición más liberal, como en Chile, donde sigue un sector estatal fundamental como Codelco”, dice. Quenan recuerda que las estatalizaciones de Venezuela o Bolivia fueron pagadas con el dinero de la bonanza de los precios de las materias primas, pero si este ciclo se acaba se abre una incógnita sobre la tendencia.

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